11.3.15

cuando las casualidades se encuentran

Me dice Mario un día, vamos a presentar una película de budistas en la universidad, le entras? Seguro, le contesto, dame la fecha para anotarla en la agenda. 
Se me olvida, pasan las semanas y de repente recibo un mail de Mario con el cartel del documental Bringing Tibet Home, es del exilio de tibetanos, me dice. No era de budistas, le pregunto. De ambos, contesta. Luego te envío más información para que digas algo. 
Pasan los días, empiezo a preocuparme de lo que tengo que decir, y pienso que es una buena oportunidad para juntar varias de mis pasiones en un texto (en este texto): el budismo, las fronteras, y la filosofía; casualidades que se encuentran y que en ese orden las quiero platicar porque así fueron llegando a mi vida.

El budismo:

Hace casi veinte años, la mitad de los que tengo, empecé mi recorrido, ese que le llaman la búsqueda del maestro. Empecé por lo que conocía, la religión católica y salí corriendo; busqué en el hinduísmo y me dio miedo; llegué al budismo y encontré el silencio. Lo adopté como filosofía de la vida, aunque no he encontrado al maestro todavía.

Las fronteras:

A las fronteras las empecé a estudiar siendo migrante, diría que por casualidad, pero supongo que no existen tales casualidades. Tenía que escoger un tema para hacer mi tesina y pensé en las fronteras intertextuales de la posmodernidad. Todavía no entiendo bien qué era lo que quería hacer, por eso ahora solo trabajo con fronteras geopolíticas desde diversas aristas.

La filosofía:

Dado que debía estudiar la posmodernidad para hablar de ésta en mi tesina, empecé mi recorrido de lecturas filosóficas con un autor contemporáneo no muy querido por la academia, Jacques Derrida.  Desde el primer momento que lo estudié pensé que su planteamiento era muy cercano al budismo. Ahora dudo de mi objetividad con respecto a esto porque encuentro similitudes budistas en muchos de los filósofos que me gustan. 

El documental:

Ahora bien, porqué escribo esto, porque justo lo que logra Tenzin Tsetan Choklay, director del documental Bringing Tibet Home, es juntar las casualidades de la anécdota del padre del protagonista, el artista tibetano en exilio Tenzing Rigdol, que en algún momento previo a su muerte le dice a su hijo que quisiera volver a pisar el Tibet. 

Seguramente el documental lleva a cada quien por un viaje distinto. A mí me hace pensar en los migrantes centroamericanos, en los migrantes mexicanos, en los palestinos sin tierra; en las otras fronteras y en sus similitudes. 

"El puente de la amistad" (cruce fronterizo entre China y Nepal) es la perfecta ironía de las fronteras, de la hospitalidad, de la ocupación China, pero también de la ocupación sionista, de los proyectos anexionistas y de las conquistas modernas de gobiernos voraces que castran a las personas de su identidad cultural y simulan controlar sus fronteras para evitar el paso de los "parias", de los terroristas, de todos aquellos que puedan vulnerar la irracionalidad de proyectos económicos antidemocráticos. Aun así, no logran silenciar las voces de quienes se esfuerzan por sostener sus creencias, sus religiones, sus historias de vida.

Comunidades en exilio que tienen que reconstruir sus vidas en otros lados, donde quizá algunos tienen la fortuna de poder volver a casa, pero los que no, qué hacen con la melancolía, con la añoranza, con los sueños de pisar algún día su lugar de origen. Esos otros, como Tenzin Tsetan y Tenzing Rigdol, lo convierten en arte; un arte generoso y hospitalario. Generoso como potencia, diría Spinoza, y hospitalario como experiencia creativa. 

Ambos logran el sueño de muchos, pisar su tierra, llevarse puñados o costales enteros a sus casas, como aquellos que se llevaron pedazos del extinto muro de Berlín al momento de su caída. Por unos días, Dharamsala es la recreación del Tibet gracias al contrabando de veinte toneladas de tierra que fueron transportadas por más de 2000 km, a través de dos fronteras internacionales y varios retenes. Una encomienda de más de un mes de lidiar con la incertidumbre para finalmente poder hacer la instalación "Nuestra tierra, nuestra gente", el proyecto artístico que Tenzing Rigdol hace en honor de su padre fallecido.

Bringing Tibet Home, un título alegórico de los exilios, es la apuesta política y la apuesta estética de quienes deciden no quedarse callados, a pesar de que ninguno de los dos pueden, todavía, conocer el Tibet, salvo en fotografías, con los recuerdos de sus padres, o desde la frontera.



Tenzing Rigdol durante  la instalación titulada "Nuestra tierra, nuestra gente".

La recreación del Tibet en Dharamsala.




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