30.5.16

#307

Mañana finaliza oficialmente mi sabático. Un sabático que estuvo dividido en dos partes y transcurrió en cuatro años. Un sabático que parecía inacabable llega a su fin y con éste un sin fin de caminos recorridos, fronteras visitadas, artículos y libros escritos. También una lista interminable de enseñanzas sobre la condición humana, sobre el amor propio, el trabajo del intelectual en el tercer mundo, los retos de la academia "por venir". Sentimientos encontrados y contradicciones cada tanto.

Diría que fue un camino hacia adelante pero sería mentira, el sabático no tiene forma geométrica ni ha sido lineal, por lo menos no éste. De sur a norte, de este a oeste y de regreso las veces que fuera necesario. Así transité estos años. Buscando siempre algo, algo que a veces encontré en la mirada de un interlocutor o en la memoria de los sabores, o en el encuentro efímero con un amante. Regresé a donde hace muchos años me construí un horizonte, ahora con 41, y no con 28. Reconstruí mi memoria. Me reconcilié con mi historia. Dibujé mi por-venir, nuevamente. Un porvenir que amerita calma. Parar el hacer por el hacer.

Estos últimos meses han resultado epifánicos en varios niveles y he decido voltear la página hacia otro nuevo proyecto. Que puede ser para toda la vida o no. Sin duda seguiré escribiendo y publicando y enseñando... no se hacer otra cosa. Ya vendrá otro sabático en unos años y veré si este mismo ejercicio creativo se cumple (o no). Por lo pronto, estoy muy emocionada por lo que he hecho, por lo que he escrito en este espacio, y en otros, por el amor manifiesto en cada lugar en el que he estado. Mi propio diario de campo, da cuenta de esto, y también da cuenta que el objeto de investigación he sido yo y mis propias fronteras. Por lo tanto, al final de estos últimos meses llego a las siguientes conclusiones:

Para no serle infiel a Derrida, voy a transitar de la monogamia serial al poliamor. Encuentro en Balibar y en Foucault, lo mismo que en Spinoza, aunque sea de otra época, mis relaciones intelectuales futuras.

A Derrida sin duda le debo mucho de lo que he hecho estos quince años y sobre todo, entender de donde viene mi obsesión con el "deber ser". Derrida dice [aludiendo al deber ser de Kant], parafraseo algo de ello: "una acción moral no debe solamente ser conforme al deber sino que debe ser llevada a cabo por deber, por puro deber [...] Si actúo por puro deber porque se trata de una deuda que tengo que pagar, quedan dos límites que manchan la eticidad pura, o la pura moralidad [...]":

1. "[...] subordino mi acción a un saber. Esta acción que se contenta con un obedecer a un saber no es más que una consecuencia calculable [...]", continúa Derrida. Traduzco en mi propia experiencia: Actúo en función de un deber-ser porque puedo medir, controlar y calcular la consecuencia. Y aquello que quede fuera de lo calculable es negado. Es decir, el resto de mi personalidad. Una personalidad negada o una personalidad tachada (al estilo lancaniano).
2. Continúa Derrida: "Al actuar por puro deber cancelo una deuda y cierro el círculo económico de un intercambio" [...]". Traduzco: en ese intercambio, que se vincula con el "capital humano" que desarrollo a continuación, siempre me quedaba la sensación que alguien me quedaba debiendo... debiendo en afecto, debiendo en atención, debiendo en agradecimiento... Es decir, no existe acto, evento que me satisfaga porque siempre espero más... más de los demás derivado, en primer lugar de la consecuencia calculable, y en segundo lugar de lo que, a su vez, se esperaba de mí.

Balibar y Foucault coinciden, en diferentes momentos, en la idea simplista y modeladora del "capital humano" para los fines prácticos del neoliberalismo. Un discurso introyectado en muchos y también en muchas generaciones.

Balibar dice: "El individuo 'desafiliado' (o desincorporado) —por ejemplo, un joven proletario desempleado y sin perspectiva de empleo estable, ya sea de origen migrante o no— es un sujeto a quien se le dirigen permanentemente conminaciones contradictorias. Debería comportarse como un gran "emprendedor de sí mismo" siguiendo el nuevo código de valores neoliberales, de manera que exhiba una autonomía cuyas condiciones de posibilidad le son al mismo tiempo retiradas o inaccesible".

Estoy segura que mi padre creció así y eso fue lo que nos quizo transmitir a nosotros. Y no lo hubiera hecho si no hubiera experimentado en sí mismo su propio funcionamiento. Al final mi padre fue exitoso y pudo darle a sus cuatro hijos mucho más de lo los suyos le dieron a él y a sus hermanos. Incluyendo una educación privada, que en Latinoamérica, en México, alude a un estatus particular dependiendo de la institución donde estés. La mía fue en una universidad neoliberal tecnócrata donde durante cinco años me reafirmaron que debía ser la "gran emprendedora de mí misma". También lo logré en poco tiempo con la premisa de la consecuencia calculable y a costa de la borradura de otra parte de mi personalidad, específicamente mi ser-mujer.

Foucault dice lo mismo con otras palabras: "el hombre del consumo no es uno de los términos del intercambio. En cuanto consume, el hombre del consumo es un productor. ¿Y que produce? Pues bien, produce simplemente su propia satisfacción. Y el consumo debe considerarse como una actividad de empresa por la cual el individuo, precisamente sobre la base de un capital determinado del que dispone, producirá algo que va a ser su propia satisfacción".

Mi propia satisfacción, hasta hace unos meses, estaba dada por mi propia empresa, aquella que reinvertía todo sus recursos (materiales y afectivos) en su propia autoproducción intelectual. Ahora, después de meses de leer a estos autores y de contemplar el techo muchas horas, sin la auto-presión de escribir, publicar, presentar, recapitulo lo que en otros cuarenta años será la mitad de mi vida y pienso en el por-venir y disfruto la incertidumbre del cambio. Pasarán unos años más antes de que vuelva sobre el tema. Por lo pronto cierro este año sabático con muchas palabras en el tintero aún por escribir y muchos afectos por indagar.

23.5.16

#306

La ruta en imágenes:

De Nador a:




Primera parada: Cap de L’eau con vista a las Islas Chafarrinas.



Segunda parada: frontera Zouj Behal entre Algeria y Marruecos.




Tercera parada, Oujda, comer cordero halal.





Cuarta parada, Oujda mercado Fellah.



Quinta parada, Berkana-Nador




Fotografías: Roxana Rodríguez



#305

el tiempo pasa espeso en Marruecos
el calor
la distancia
los colores
los amigos
todo suma
suma a la precariedad
suma a la felicidad
Marruecos es de contrastes
es terracota
es árido
es denso
es mar
es frontera
las rutas se trazan
en el corazón
Marruecos deja huella
su gente también

#304

arre arre
cruzan los burros
la frontera entre Argelia y Marruecos
burros de contrabando
bidones con gasolina
arre arre
andan los burros
cruzan de oídas
con auriculares
en las orejas
arre arre
orejas de burro
las orejas enchufadas
a un reproductor de audio
que repite
arre arre
mientras sus dueños
esperan en las vías de Beni Drar
a que la mercancia llegue
arre arre
andan los burros
con la carga entre dos países
y el contrabando a cuestas.

10.5.16

#303

Varias veces me han preguntado porqué estudio las fronteras. Creo que ya he hecho mención a ello en alguna entrada anterior. Cada vez he contestado algo distinto. Que si mi hermana vive en California, que si somos una familia de migrantes, que si mis fronteras de la psique, que si... Las últimas veces, dado que ninguna me convencía, terminé aceptando que no tenía idea. Me gustan y disfruto las ciudades fronterizas, la convivencia que se da alrededor de éstas y, a nivel estético, la transgresión y apropiación de los muros que dividen dos paises, me resultan acciones sublimes de resistencia. Mi interlocutora no se quedó satisfecha con la respuesta, pero tampoco importó mucho. Estaba decidida a no seguir inventándome historias si no estaba convencida de la genealogía de mis intereses investigativos. No volví sobre el tema hasta hace unos días, cuando platicaba con una amiga francesa sobre la presencia de Chanel en Cuba, la pasarela que organizaron como una forma sutil de abanderamiento captilista, y su comparación con Rusia. Es decir, en la antigua URSS el capitalismo entró con McDonald's, en Cuba con Chanel. Lo mismo que en México, le dije. Me observó incrédula y me preguntó "cómo en México". Pues así, nosotros fuimos una economía cerrada de fronteras hasta mediados o finales de los años ochenta (economía mixta). No lo creía. Y yo no me acordaba. Le conté que hasta los doce o quince años toda mi ropa y todo lo que consumíamos era #hechoenmexico (usaba ropa de Suburbia y tenis Panam). Incluso teníamos nuestra propia marca de hamburguesas mexicanas, Burguer Boy.  La fayuca, nombre que le dábamos a los artículos gringos que se compraban en el mercado negro, se encontraban en Tepito. Reebok, Nike, etcétera, son marcas que nunca usé de niña ni tampoco sabía que existían. Con los viajes al extranjero me fui dando cuenta que había otro mundo fuera de nuestras fronteras, uno que disfrutaba igualmente pero que me era muy lejano hasta que me acostumbré a no compararlos. Con forme le iba platicando sentí nostalgia. Realmente disfruté la época de fronteras cerradas durante mi infancia y parte de mi adolescencia. Me gustaba saber que podía tener lo otro como una prohibición porque cada visita a Tepito se convertía en una aventura épica. Casi siempre íbamos en bola (la pandilla de la cuadra) para salir bien librados del "barrio bajo", pues corríamos el riesgo que nos robaran los ahorros de meses que llevábamos bajo el calzón para poder comprar unos tenis o una sudadera de "marca". Todo aquello se terminó con la entrada de McDonald's, la pandilla, las aventuras. Entró el capitalismo, se acabó la infancia y cumplí quince años. Era 1989 y estaba enamorada (de un chico y una chica al mismo tiempo). Solo quería dos cosas de regalo, ir a McDonald's vestida como las cantantes de moda e ir al concierto de Flans a conocer a mi alma gemela. Sigo en búsqueda de la última, no así de la genealogía de mi gusto por las fronteras.