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28.5.24

Entrenando para un 5K en alberca

Este año cumplo 50 otoños y decidí celebrarlo haciendo lo que más me gusta: nadar y escribir. Afortunadamente ya empiezan las vacaciones de verano en la universidad y el siguiente semestre tengo medio sabático, de otra manera sería casi imposible disfrutarlo, para ello necesito tiempo libre. 

El reto a vencer: nadar 5K, cinco mil metros en alberca de 50 metros en una sola sesión, y escribir cada día de entrenamiento una entrada en este blog. Evidentemente no empiezo de cero, he nadado y escrito toda mi vida, pero los últimos años he sido bastante poco constante con los entrenos y la escritura. 

Primeros pasos:

1. Tener una meta clara y realizable en el tiempo deseado, da igual si eres nuevo en la natación o no.

2. Decidir si quieres entrenarte en solitario o en grupo. Los seres humanos somos animales de manada y nos gusta hacer cosas en conjunto. Entrenar en grupo, sin duda, favorece la motivación, la competitividad, especialmente cuando cuentas con un entrenador que media y resuelve los conflictos que se pueden llegar a dar dentro del grupo, al tiempo que te reta en lo personal para mejorar tanto en técnica como en el aspecto mental.

3. Si te decantas por entrenar sola, como yo lo hice, la motivación también debe ser muy clara y quizá algo que puede ayudar consiste en comprender que la natación, a diferencia de los deportes de grupo, siempre es en solitario: sintiendo el agua, escuchando el silencio y silenciando el aburrimiento, el cansancio, incluso la frustración.

4. Decidir si quieres tener un entrenador presencial o a distancia. Yo me decidí por uno a distancia, después de entrenar con varios en presencial. Encontrar un entrenador no siempre es sencillo, por eso no tengas temor a dejarlo si no te sientes cómoda con su actitud o con los entrenamientos que te pone. Nadar debe ser un disfrute no una obligación.

5. Confiar en tu entrenador: tener buena comunicación, que esté al tanto de tus avances y, sobre todo, que no te desaliente con comentarios como "no eres suficiente buena", "tu técnica no es la mejor", "no eres dedicada", "no lo vas a lograr", "te falta entrenar", etcétera. Si te topas con un entrenador/a de este tipo, recomiendo que salgas corriendo de inmediato. 

6. Tener una rutina de entrenamiento; es decir, estar consciente de la hora y los días que vas a nadar y el equipo que vas a necesitar en cada sesión. 

7. Estar consciente que cada entrenamiento va a ser bien distinto al anterior. Algunos días sentirás que eres una mantarraya, otros una tortuga: ambos animales de mar saben sacar provecho a sus habilidades.

8. Escuchar y conocer tu cuerpo. Aunado a estos dos retos, agregaría uno más: el hecho de estar en modo perimenopáusico y lo que supone la montaña rusa hormonal que he experimentado los últimos años, un claro indicio de que mi cuerpo está cambiando drásticamente y me tengo que acostumbrar a experimentar esos cambios, en lugar de querer controlarlos.

9. Desarrollar una técnica para mitigar el soliloquio mental, sobre todo cuando nadas sola y cuando entrenas distancia. Lo que a mí me funciona es recitar un mantra budista que aprendí cuando andaba en búsqueda de mi ser. Evidentemente no lo encontré en el budismo, sino en la natación. Con cada brazada, da igual el estilo, recito un fragmento del mantra de la compasión: OM MANE PADME HUM. Compasión entendida en la tradición budista como el deseo que el otro y yo misma me libere del sufrimiento y pueda amar: amar lo que soy junto con mis diferentes modos de existencia. 

10. Compasión es lo que resume estos diez pasos, compasión con el cuerpo, con cada día de entrenamiento, con cada reto que nos pongamos en la vida, con la vida misma y con quienes quieran compartirla. Una ética y una ontología de la natación.

6.6.23

Decidir por lo que te hace sentir bien

Dejé la terapia de reemplazo hormonal (TRH) hace dos días. Lo más difícil es tomar la mejor decisión para el cuerpo trans-menstruante, no es fácil por muchos motivos. El primero y quizá más complicado es lograr la transferencia con la ginecóloga como se logra con una buena terapeuta. Confiar plenamente en la medicina es, desde mi perspectiva, un error porque no todos los cuerpos son iguales ni necesitan lo mismo, el mío, por ejemplo, es en exceso sensible a los fármacos en general. Lo comprobé nuevamente después de veinte días de estar tomando hormonas y de recurrir dos veces a mi ginecóloga para decirle que me sentía fatal. El fin de semana pasado que le volví a llamar me dijo que definitivamente los malestares eran provocados por las hormonas y que si quería podía suspender el tratamiento, que en un mes intentamos con otro, quizá un tratamiento tópico, menos fuerte, y así  hasta dar con el que me hiciera sentir bien.

Podía suspender el tratamiento; es decir, la decisión siempre va a ser mía a menos que pregunte explícitamente por una recomendación. De ahí que lo segunda complicación a la que nos enfrentamos es saber qué es lo mejor para el cuerpo trans-menstruante. Tenemos tan poca información del funcionamiento de nuestro cuerpo en general (y tan poco interés por descubrirlo, explorarlo, cuidarlo, una cuestión meramente cartesiana que me hace pensar en que si la filosofía le hubiera hecho más caso a Spinoza quizá no estaría escribiendo esto) que llegado este momento, para mí, hay dos opciones: no le hago caso porque no tengo tiempo para ello, como me dijo la trabajadora doméstica de mi hogar, o me ocupo. A mí no me queda más que la segunda opción porque tengo mucho tiempo libre para estar sintiendo y pensando en lo que le pasa a mi cuerpo trans-menstruante (tanto tiempo que hasta puedo escribir sobre ello)

¿Qué es lo que me hace sentir bien? Quizá no tomar ningún tratamiento y como muchas mujeres dejar que el cuerpo trans-menstruante haga lo suyo. Lo que hasta ahora tengo decidido es dejar que mi cuerpo trans-menstruante termine de sacar el shot de hormonas artificiales que le metí, hacer el trabajo terapéutico con mi analista, seguir escribiendo en este blog, nadar todos lo días que pueda o que el cuerpo quiera, regresar a yoga, beber todos los días una copa de vino y mucha agua, dormir la siesta y seguir contemplando al cuerpo trans-menstruante.

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Pd. ¿Por qué no se ha invertido más dinero en buscar los fármacos óptimos para hacer esta transición más llevadera? Existen cantidad de avances teconocientíficos para que las mujeres puedan tener hijos (a pesar de los cuestionamientos éticos que se le puedan realizar a muchos de estos procedimientos), pero pasada la edad reproductiva de la mujer pareciera ser que el pensamiento del régimen farmacopornográfico (recupero la categoría de Preciado) consiste en dejar a las mujeres a su suerte; finalmente ya cumplieron con su cuota de hijos para el sistema capitalista. Lo que se traduce en una estética y una economía diferenciada entre la mujer que se dice joven y la que ya no se siente joven.