17.3.08

Nada que declarar

Los días se escurren entre los dedos de mis manos esperando alguna noticia tuya, sé que no llamarás, pero no por eso puedo dejar de extrañarte en la noche cuando dormida busco tu cuerpo para cobijarme en él. Hoy fui al teatro y te extrañé más, la butaca de mi derecha estaba vacía, como aguardando tu llegada, nunca apareciste, sólo conversé contigo al final, como lo hacíamos al salir de cualquier función. Caminamos del brazo hasta el carro y te dije adiós. No tengo nada que declarar porque nuevamente empiezo a andar el camino que me dé paz para poder aprender a estar sin ti.

11.3.08

Me declaro voyeurista

Para Mayra, Juan, Felipe y Beto por enseñarme su Juárez.

Una ciudad no se conoce si no te asomas a escudriñarla de noche: el momento idóneo para entregarte a la morbidez humana y a los placeres lacerantes de la pobreza ajena. Un espectáculo meramente voyeurista de quien, con mirada ajena, irrumpe el devenir de los cholos, las maquiladoras, las prostituas, los franeleros y demás seres que a diario acuden a la dionisíaca fiesta de Avenida Juárez. Un lugar de paso para los que van y vienen a diario de uno a otro lado; un lugar de descanso para los que se instalan en una de las tantas barras a platicar con una lady que animosa les sirve trago tras trago mientras aparenta escuchar las mismas aventuras que otros cientos de deportados le han contado.

La Avenida Juárez encarna desde el medio día cualquier infierno representado en la literatura, salvo que en éste no importa si se está de por vida o, simplemente, de paso; de igual forma te regodeas en el fuego de la desesperanza externa o te consumes en el propio desasosiego. Nada que una cerveza fría y el cantante mal entonado de "Don Beto" pueda mitigar, pues mientras la música suene, los cuerpos calientes de los danzantes descansan en el brazo de quien los envuelve en un pasito duranguense.

El recorrido es exhaustivo y sería una necedad intentar allanar cada uno de los antros que existen en la Juárez, porque después de esta aventura el ánimo queda reducido, pero las imágenes permanecen en la memoria y sólo encuentran su cauce en las palabras que representan lo que se puede ver en Juárez, nada que la ficción no haya intentado reproducir, pero que nunca será suficiente para transmitir una serie de binomios emocionales que se llegan a experimentar cuando te encuentras en limbo, en la frontera que divide la cotidianidad de la morbidez humana. Una frontera efímera e inquebrantable porque sólo existe en cada uno de los que con morbo nos adentramos en este recorrido para, desde el anonimato, liberar nuestras fantasías más perversas.

6.3.08

se equivocan quienes afirman
que un centro comercial
no guarda ningún vínculo afectivo
y sólo alberga ilusiones difuminadas.

hoy recorrí cada aparador
con la sombra de tu recuerdo a cuestas.

dos años no son nada
si se comparan con la vida misma,
pero en ese tiempo se albergan
tantos sueños irrealizables
como desilusiones irreconciliables.

se equivocan quienes afirman
que un no-lugar es sólo de paso
cuando los fantasmas del ayer
deambulan en los pasillos de la memoria.

5.3.08

diez cincuentas.
estilo libre.
control de aire.
no importa cuánto
avance sin respirar;
siempre hay un punto
donde la angustia
me vence.
la angustia placentera
de fundirme con el agua.
en un segundo
te vuelve el alma al cuerpo.
no sabes cuándo
ni cómo.
sólo se instala
en el plexo,
y el corazón
avanza de nuevo.
palabras sordas,
oídos necios.

cada una actúo
con base en su intuición.

la representación fue innegable,
y, el desenlace,
una muerte anunciada.

la apuesta está en el aire
y el costo de oportunidad
se inclina por la desilusión.