28.10.15

La moral y la educación

Por dos años estuve a cargo de la coordinación del Colegio de Humanidades y Ciencias Sociales. Repito: humanidades y ciencias sociales. Hago énfasis por lo que eso significa o se supone tendría que significar para el devenir de nuestras comunidades, específicamente dado el compromiso que tiene una universidad pública con la sociedad. 
Decidí participar en un proceso de elección para asumir este encargo por motivos personales (comprobar que me había equivocado en lo que había estudiado), y dado que sentí una obligación moral de continuar con una batalla que habíamos iniciado por defender el proyecto de nuestra universidad. 
En ambos casos los resultados fueron inversamente proporcionales a lo que esperaba: soy buena administradora (no política); el proyecto es lo de menos. A algunos solo les interesa el poder por el poder.
Estos dos años, sin duda, significaron un aprendizaje y un crecimiento emocional invaluable. Muchas satisfacciones personales y colectivas; muchas desavenencias; y un replanteamiento constante de la condición humana y de mis ideales.
Uno de ellos, pensar que la educación puede cambiar al país o que el problema fundamental del país (del mundo) es la falta de educación, es falso. 
Por dos años coordiné el trabajo de más de quinientos profesores, todos licenciados, algunos con maestría, los menos con doctorado. Disciplinas diversas: filósofos, sociólogos, antropólogos, literatos, politólogos, comunicólogos, aristas, creadores, entre algunas otras áreas del conocimiento. ¿Y cuál fue mi sorpresa? La falta de congruencia y el poco compromiso con la universidad.
Activistas de a pie que marchan, escriben, hablan, desde la comodidad de su escritorio. Investigadores que solo buscan el financiamiento de sus proyectos, da igual si la idea fue suya o de un estudiante o algún colega. Docentes que solo les interesa cumplir con sus horas de clase. Egoísmo, mezquindad e hipocresía. Con eso me tope y con eso trabajé dos años.
Después de esto, obviamente dudo que el problema del mundo sea la falta de educación, o por lo menos de educación académica. El problema y la solución está en la condición humana: en aceptarla como es y en querer modificar actitudes que comprometan el devenir de la sociedad. 
Hace días que le estoy dando vueltas en la cabeza a este tema y de repente, como me ha sucedido en un par de ocasiones, encuentro en la escritura de Herta Müller la respuesta. Es un principio moral (quizá en un sentido kantiano) del que carecen los intelectuales, incluso en situaciones críticas de sobrevivencia:


"Eso no se hace", pensé varias veces durante esos dos años. Así no avanzamos. Así todo intento de querer cambiar nuestro pequeño mundo se desvanece, se vuelve inocuo y solo alimenta la mediocridad ideológica del capitalismo tardío. El engranaje de la maquinaria ahora es engrasado por quienes critican al sistema sin cuestionarse primero a ellos mismos.
Hubo otros casos, los menos, que pusieron delante de sus intereses los intereses de la comunidad y con eso avanzamos tres pasos para regresar dos y empezar de nuevo. Concluyo entonces, el problema no es la educación, es la falta de responsabilidad colectiva; discernir entre lo "que se hace" y "no se hace".

12.10.15

De tatuajes a tatuajes

Hace dos semanas me hicieron mi cuarto tatuaje, una línea recta de 16 cm de largo y 1 mm de ancho en el antebrazo. 

Visualmente se explica así:

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Límite, borde, frontera, obstrucción, separación, distancia, ruptura, rajada, rayón.

Visualmente es así:
___________________________________

De un día para otro lo decidí, sabía que quería hacerme un tatuaje más, pero no tenía claro qué. No había prisa, podía seguir imaginando qué podía ser tan potente para ponerlo en símbolo o letra. Sin embargo, un día me escribió Evelia, "ya me quiero tatuar". Llevábamos retrasando la decisión hasta que un evento fortuito, casi un milagro, que procuró durante meses de angustia, se dio. Le dije que sí solidariamente, por la felicidad y paz que sabía le había regresado a su alma tan buena noticia. El viernes, me dijo. Acepté. Ahí nos vemos a las doce.

Evelia se tatuó una frase de Heráclito en griego que se refiere al movimiento de los seres sensibles, yo una línea recta, que paradójicamente alude a la flexibilidad de los límites gracias al movimiento de los músculos y huesos (el cuerpo humano es lo más perfecto que existe).


Salimos del local contentas con nuestros tatuajes, cada una con la significación implícita del recuerdo, placer, memoria o satisfacción plasmada en el brazo.

Pasaron los días y observaba mi rayón. Algunos con gusto otros con inquietud y confusión. No estaba segura si me gustaba del todo. No le di más vueltas, ya está, pensé, me acostumbraré, y la gente seguirá pensando que es un rayón que me hice con pluma bic. Quien me conoce y sabe que lo que más me apasiona son las fronteras entenderá inmediatamente que me haya tatuado mi propia frontera.

Pasaron los días, fui a masaje-terapia y ahí me di cuenta que el significado iba más allá. Es resultado de una labor terapéutica de muchos años, de muchos especialistas y de muchas técnicas. Es el resultado de lidiar con mi personalidad obsesiva y disciplinada. Es lo que quedó de mi frontera como caparazón emocional que durante años me encargué de engrosar para evitar que nadie me hiciera daño, solo yo, y que de forma inversa, también durante años, me he encargado de adelgazarla para que pueda palpar mi corazón. 
Estoy vulnerable le dije a Ricardo, al terminar la sesión, y tengo miedo. Ahora solo queda el recuerdo de esa gran frontera que durante años construí, de esas máscaras a las que alude Octavio Paz, o de esos velos que hay que deconstruir, según Derrida. Pero queda algo, algo muy profundo que debes honrar, me contestó. 
¿Honrar? Me asusté. Sí, dijo. "Comprende la diferencia entre hacer un movimiento suave, como acercarte para oler una flor, y uno brusco, como evitar que alguien te de un golpe en la cara. Ambas son formas de reaccionar y ambas necesitan extensión y contención. Pero para ello no necesitas engrosar tus fronteras sino hacerlas flexibles, móviles, sensibles y estéticas".


Salí confundida y agobiada. Han pasado los días, la gente sigue pensando que me pinté con una pluma por descuido. Ya no intento sacarlos de su error ni explicar que es un tatuaje ni lo que significa. La frontera sigue ahí, como recuerdo, como herramienta, como amuleto. 




2.10.15

#2deOctubreNOseOlvida

Este año no marcho. Todos somos responsables. Nadie es responsable. He perdido la fe en la utopia. No me vanaglorio, es una pena. De joven pensaba en cambiar el mundo. Hoy solo espero que el mundo no me cambie a mí. No es olvido. No es memoria. Es condición humana.

Cada acto es una falta moral nombrada. Cada omisión es un responsabilidad ética sublimada.
Hace años mi papá me decía que eso era perder el tiempo, hoy está dispuesto a luchar. He escuchado cantidad de veces que es manipulación, que por esas causas no se lucha. Ya están muertos, desaparecidos, olvidados. Hay que seguir adelante.

Están las madres de mayo y su consigna, no están muertos hasta que no se presente el cuerpo, mientras tanto siguen desaparecidos. Y han ido apareciendo, a cuenta gotas, sin protagonismos. Están las madres de migrantes centroamericanos, buscan a sus hijos, desaparecidos, y han ido apareciendo. Están los padres de los normalistas, buscan a sus hijos, desaparecidos, y siguen sin aparecer.

Tenemos muchas pérdidas, muchos abusos del gobierno, muchas omisiones. Es cierto. También tenemos unas grandes carencias para ser solidarios. La pequeña burguesía académica ha cedido al sistema. De la sociedad de a pie ni hablamos. Subestimar la duda cartesiana. El error de la academia. Dudamos por orgullo. Dudamos por ignorancia. Dudamos por frustración. 

La academia se instaló en su papel opositor, sin proponer. Nos creímos el cuento del pensamiento crítico, sin proponer. Demagogia y control. Abuso y descalificación. Así se construyen nuestras universidades, con dudas, con cuestionamientos, sin avanzar, sin arriesgarse. Así educamos a los más jóvenes, así esperamos que cambien el mundo, así les legamos nuestras cobardías, añoranzas y demás inconsistencias. Y nos sorprendemos y ofendemos cuando el gobierno desaparece a los estudiantes. ¿Qué hicimos para evitarlo?

Construimos discursos, leemos a los teóricos, pedimos reconocimiento. No cedemos nada a cambio. Este año no marcho. He perdido la fe en esta academia. La que marcha arrastrando sus incongruencias y gritando consignas que la memoria le imputa a su condición política, pero no a su condición ética. No es suficiente con decir que el 2 de octubre no se olvida, porque aún así se nos olvida luchar a diario.