29.2.16

#254

Ha pasado la fiebre marroquí. La lluvia y el viento del fin de semana arremetieron con los recuerdos. Un libro, una vivencia, me remitió a lo que subyace a la experiencia. El puro placer. Me he convertido en una hedonista, voyeurista ya lo era. La combinación perfecta para un sabático. Para un trance, para hilar en fino. Insisto que estoy en crisis de los cuarenta, aunque una crisis bastante disfrutable. Hedonismo y estoicismo se han visto de frente. Una aporía a todas luces. El miedo y la inseguridad son malas consejeras, no así el estado del hedonista que se empecina en sentir, en vivenciar, en ponerle rostro a cada aspecto de la vida. Mientras el estoico se recoge para contemplar y disfrutar, disfrutarse en su fuero interno. No sé si son ontologicamente incompatibles, lo cierto es que ahora tránsito de un estado a otro con mucha facilidad y poca incertidumbre. Lo voyeurista siempre me acompaña. Ese siempre ha sido mi talón de Aquiles. Incluso en los momentos de más calma. 

21.2.16

#253

5:30 am
Llamada
Las mezquitas
Asincrónicas
Hacen eco 
De la palabra

5:30 am
Hora de levantarse
Escucho atenta
El embrujo
Sin saber lo que dice

5:30 am
Cuatro amaneceres
Similares
Hoy lo extrañaré 
Cuando despierte

O quizá extrañaré tus ojos
Diciendo lo indecible
Lo imaginado
Lo que cada una cree 
Haber escuchado
En silencio
En el silencio de una sonrisa 
Cómplice
La de las 5:30 am


Foto: Roxana Rodríguez 







#252

Salimos temprano para ir a la otra frontera, una que mide más de cuatro mil kilómetros y divide Marruecos de Argelia. Una locura. Humanamente imposible de controlar, a pesar de estar cercada en su totalidad. Una cerca que nuevamente cruza poblaciones. Solo que esta frontera no es entre Occidente-Oriente, sino entre Oriente-Oriente. Hermanados por las tradiciones, la lengua, la religión, la familia. Divididos por factores irreconciliables. El mundo árabe, conformado por 22 países, pensado para contrarrestar el bloque occidental, no logró su cometido. Se ha vuelto servil a los intereses de unos cuantos. Un recorrido largo, a ratos cansado por la carretera en construcción. Imponente por la geografía que amuralla con las montañas áridas. No ha llovido, dicen cada tanto. Hay sequía. Un recorrido intrépido porque no dudamos en subirnos a cualquier taxi. Carros antiguos, Mercedes casi todos, una estética aporetica del mundo arabe. Tonos crema, ocre, terracota. Nada brilla. Salvo la ropa de las mujeres. Las mezquitas se asoman cada tanto y cada tanto también se escucha el llamado a rezar. Paramos en un pueblo antes de llegar a la frontera. Un té por no dejar. Otro más. Menta pura. Azúcar. Una lengua rasposa que grita, parece que ofende. Cuando te acostumbras es dulce y debe ser melódica. Todos escriben, poesía. O lo intentan. Casi siempre los hombres, las mujeres apenas se hacen notar. Lo femenino es lo privado. Quizá por obligación, quizá por gusto. Llegamos a la frontera. Imperceptible. La guerra de las banderas dice quien viene a mi lado. Y es verdad. De un lado la estrella de cinco picos negra sobre fondo rojo. La de Marruecos. Del otro lado la media luna menguante y la estrella, también de cinco picos, rojas ambas, sobre el fondo verde-blanco. La de Argelia. Una malla ciclonica que divide una geografía montañosa. Gente del otro lado tomando fotos como nosotros. Viento frío. Nadie más en el camino. Seguimos andando. Carros militares de vez en cuando. De allá para acá no pasa nada, pero si cruzas para allá, los militares te disparan, nos advierten. Las referencias de la lengua son las mismas: de aquí para allá, de este lado y del otro. Es lo que tienen las fronteras. Punto diegético de las narrativas centrado en la lógica dimensional. Nada más importa. El territorio se defiende incluso desde la ubicación semántica. Seguimos el recorrido. Llegamos al mar. El otro lado del Mediterráneo. Un azul brillante-opaco, como la luna que ya se asoma. Luna semi-llena gris plata. En mi vida había visto algo igual. Tomé la cámara y salí a la playa. Ráfagas de viento frío. Corrí a tocar el agua, hice algunas fotografías. Estaba extasiada. Feliz. Aturdida. Incrédula. Embelesada. Marruecos te conmueve el espíritu. Ahora entiendo el gusto y la locura de Paul Bowles. O te atrapa o te incomoda hasta la ceguera. Así es Marruecos. Regresamos agotados. Nada que decir porque habíamos visto mucho. Más de lo que los ojos están acostumbrados. El regreso nuevamente intrépido. Otro Mercedes, otro taxista. Un bache rompió el radiador. Había oscurecido. Reímos de nervios. Seguimos andando con la libertad de la pequeñez humana. Así es Martuecos y así son sus fronteras.

Foto: Roxana Rodríguez 

Foto: Roxana Rodríguez 

Foto: Roxana Rodríguez 

20.2.16

#251

Púas
Cercas
Zanjas
Límites

Guarde su celular
No tome fotos
No use el flash
Límites

Garita
Autos
Policía
Límites

12 km de frontera
Una división artificial
Una ida sin vuelta
Un deseo censurado

Cuando te lo impiden
Cruzas
Cuando la frontera te divide
Cruzas 

De quien quiera que sea
Ese famoso ideal de bienestar 
Que intentan proteger
Es también una ficción

La frontera es occidental
Como el cuidado de los perros
No es necesario domesticar
Con púas

Se encierra quien 
Dentro queda
El resto 
Rodea la zanja 
Desde el Monte Gurugú


Foto: Roxana Rodríguez 
 

Foto: Roxana Rodríguez 


Foto: Roxana Rodríguez


Foto: Roxana Rodríguez 








#250

Ayer lo volví a intentar. Había decidido quedarme en el hotel mientras los demás trabajaban en la universidad. Ventana a la calle central, en un tercer piso. El sol calentaba por una orilla. Acomodé la mesa-tocador y lo único que me molestaba era el espejo de frente en la que de reojo me veía cada tanto. Abrí el iPad para saber qué lectura continuaba en mi investigación. Roberto Esposito. Bios. Con poco ánimo empecé, aunque fue un día productivo de lectura veloz, ubicando la genealogía, la intención, la diferencia con Derrida y su vínculo con Luhmann, lo que más me gustó fue su relación con Spinoza. Ahí me detuve por última vez. Antes ya lo había hecho un par de veces durante el día. La primera cuando entraron para hacer la habitación. Decidí estirar las piernas y caminar al malecón. Me había acostumbrado a la gente y a sus modos. El día anterior habíamos andado en grupo y era más fácil lidear con los prejuicios. El mar estaba aturdido, oscuro. Hacía viento. Poca gente paseaba. Me senté en una banca a sentir el tiempo. Su tiempo. Sin prisa y con calma. Así mi vida últimamente. De reojo ví a una mujer sentada en la cafetería del malecón. La única que existe al finalizar la rambla y sobre el mar. Una construcción antigua y carcomida por la humedad, con mesas exteriores orientadas a los cuatro puntos cardinales. Mientras me acercaba intercambiamos miradas. Era extranjera, como yo. Pedí permiso para tomar un té de menta fuera. Caminé hacia donde estaba y le dije hola. Tenía ganas de hablarle. Me ganó el color verde profundo de sus ojos, más que la curiosidad de saber qué hacía en Nador. Ciudad fronteriza y no turística. Español, le pregunté con una sonrisa. Francés, contestó también sonriendo. Uf! Inglés, pregunté con última opción. Se giró e hizo un gesto con la mano afirmando que no habría forma de dialogar y volvió la mirada al libro que tenía entre las piernas. Me senté agitada, las preguntas que quería hacerle se quedaron en mi mente y poco a poco fui reacomodando mis pensamientos y mis emociones. Francés!, nunca he querido aprender francés, ni siquiera por mi gran devoción a Derrida (seguro él lo entendería, como ahora entiendo el monolingüismo de la lengua). Contemplé el mar, la gente, el malecón. Me dio el sol en la cara y sentí calma. Silencio. No volvimos a decir nada. Solo nos acompañamos con nuestra presencia en un país donde la vida de la mujer no es pública. Me despedí con una sonrisa y regresé al hotel. Seguí leyendo a Esposito, con poco ánimo y frío. Mi cuerpo había perdido el calor del medio día.


Foto: Roxana Rodríguez 

Foto: Roxana Rodríguez

Foto: Roxana Rodríguez 

17.2.16

#249

Llego al hotel. Es temprano por el cambio horario. Una hora menos. Doy los datos de la reserva. Me dan la llave de la habitación. Subo al tercer piso y al abrirse la puerta del ascensor veo todas las puertas de las habitaciones abiertas. Las van dejando así para que se ventilen hasta que llegue alguien a ocuparlas o se haya secado el piso después de lavarlo. Alfombras por todos lados, lo mismo que espejos y ornamentos varios. Me asomo a la habitación que me asignaron y no me gusta. Bajo por un cambio. Me asignan otra pero todavía no está lista. Espero en el restaurante y como algo. Es temprano. Ponen las noticias de España, una cortesía para la única comensal. Me molesta el discurso pero no quiero parecer grosera (nuevamente). Me quedo con ganas de decirles que soy mexicana y me da igual el discurso sobre el terrorismo, incluso me empieza a disgustar lo tendencioso del mismo. El binomio terrorismo-democracia ya lo he escuchado demasiado últimamente. Prefiero irme. Hago la siesta. Una bonita costumbre en estos lados del mundo. Un calambre en la pierna me despierta. Salgo a caminar por el malecón. Me vuelvo a sentir la otra-otra-otra (otra-nacionalidad, otra-mujer, otra-sola). Nunca me había sentido tan extranjera como en este corto paseo. No solo los hombres, también las mujeres y los niños me observan con curiosidad. No sé si por mi vestimenta, por no llevar velo, por el cabello corto-cano, o por mis lentes ray-ban (de moderna). A ratos me siento incomoda, a ratos intento disfrutar el paisaje. Me quiero perder entre la gente, pero soy definitivamente la otra-otra-otra. Alguien me grita a lo lejos "hoola", volteo y me dice que me acerque. Lo hago y me empieza a interrogar. Está acompañado por una mujer que no le agrada mi presencia. Trato de cortarlo y seguir mi paseo. Insisto en que soy mexicana y no tengo papeles para trabajar en Barcelona. Sí, tengo marido e hijos. Me despido. Sigo andando, cambio el rumbo y me meto en el mercado. Es peor. Soy más evidentemente la otra-otra-otra. Yo que siempre me he considerado del montón. Prefiero volver al hotel, aunque me quedo con ganas de sentarme a tomar un té en las terrazas donde están los hombres. 

#248

Salgo temprano para ir con calma al aeropuerto y poder comer algo antes de tomar el avión. Es un vuelo corto, me consolaba. Un ritual que hago cada tanto desde que me empezaron los ataques de ansiedad. Según cuando, donde o con quien vaya acompañada, me dan más seguido o no. No es miedo al avión es un tipo de claustrofobia, falta de aire por la cercanía con la gente. Tomo el bus y en cuanto empieza a andar me doy cuenta que va a la T1, yo voy a la T2... No importa, tengo tiempo para cambiar de terminal, respiro, antes de que empiecen mis auto-reproches. Llego al aeropuerto y hago el cambio sin contratiempos. Veo la aerolínea, tengo que sellar el pase de salida, a falta de visa, y como forma de "autorización" para viajar. Mi turno, después de diez minutos; la señorita me dice que es en otra ventanilla, la que crucé al entrar y ahora es más larga por todos los que han regresado. Me formo, tengo tiempo me repito en silencio. Revisan mi pasaporte y me encamino a la sala de espera. Pasar los filtros, quitarse la ropa, volverse a vestir. Un café y un cuerno, por fin. Vuelvo a ver el reloj. Tengo tiempo, pienso. Camino por las salas, cruzo migración y llego a la sala. Espero. La gente se para de repente y se forma en la puerta 53. NADOR. Se lee en la pantalla. Me paro sin mucho ánimo. Voy a ser la última y me tocan los últimos asientos. Nos dejan parados más de veinte minutos. Por primera vez soy la otra-otra. Aunque siempre somos otros, con nosotros, ahora me percato de mi otredad en la lengua, en las formas, en la vestimenta. Respiro. No entiendo nada y tampoco me esfuerzo. Por fin nos dejan abordar. Me toca en medio. Empiezan las palpitaciones. Guardo mi mochila, al ser vuelo low-cost llevo solo lo indispensable. Intento hacer la platica a mi vecino pero no habla más que alguna variable de árabe y yo no hablo más que alguna variable de español (y otro tanto de ingles). Tengo tantas dudas de mi destino y éstas no podrán ser resultas durante el vuelo. Intercambiamos cinturón de seguridad y como una forma de ser amable me ofrece un chicle. Lo veo y dudo. No quiero chicle y tampoco quiero ser "grosera". Lo tomo. Lo meto a la boca. Inmediatamente pienso que fue un error. Ansiedad. Acaso no me han dicho que no acepte comida de desconocidos. Un chicle! De verdad! Ansiedad. La serie de pensamientos que siguieron durante diez minutos son occidentalmente incorrectos y no los voy a repetir. Estamos condicionados... Ansiedad. Entendí lo que es la autoinmunidad de Derrida. La realidad se puede representar de muchas maneras. Casi nunca es como nosotros la contamos. Mi vecino reza. Intento hacer lo mismo, me doy cuenta que no tengo a quién y tampoco me acuerdo de ninguna oración, solo de un mantra. Respiro y repito la respiración conciente hasta que llegamos a Nador. Bajo del avión sin despedirme. Me doy cuenta después de haber cruzado nuevamente migración. Estoy emocionada, he llegado a una ciudad fronteriza, a otro continente. Mi primer viaje a África.

14.2.16

#247

The Grammar of Live

Simple & ordinary
Rainbow #8 tarot card
field light road trees flowers colors
And me

Stay in live
Learn the ABC of life
Stay life
Don't mess up the live

No other language
Just the collage
Realize and figure out
Words images space silence

Job travels house partner 
money health knowledge 
love sex body mind 
Complicity Friendship Companion 

One three voices reading
Of the present
One three women voices
Of desire
One three artist working piece
Of live

Don't think
Just feel
Don't ask
Just do
Don't hesitate 
Learn by the past

The grammar of live
Without expectations 
Without simulations
Without being other
Just me and my life.












#246

Recorrí la librería 
(Dos veces)
Buscaba una distracción
(Iluminada)
Una respuesta 
A la mala pasada 
Del cambio hormonal
(Este mes no fue depresión
Ni tristeza profunda
Solo un miedo a la vida
Irracional
Como son las menstruaciones)

La primera vuelta 
Contraria a las manecillas del reloj
Sin suerte
Salí de la sección de filosofía
(Que ocupa menos espacio 
Que la de autoayuda)
Venga! 
Vamos!
Debe haber algo..
Me animaba a mí misma

Segunda vuelta
Concentración
Por apellido 
Por novedad
Por idioma
Por género
Por best seller
De reojo veía
A los afortunados
Que ya habían seleccionado
Quizá les copio
Pensaba

Seguí recorriendo
Ansiosa
(Un día antes ya había comprado
Un par de jeans
Y un helado de chocolate)
Son las hormonas
Me consolaba
Con la conciencia
De que en unos días
Mi ansiedad se vería reflejada
En mi tarjeta de crédito 
Ya la pagaré...
A crédito también
Pensaba 

Proust al frente
Siempre he querido su obra completa
En busca del tiempo perdido
A eso me dedico ahora
Murakami me lo he leído todo
Chernovil de Svetlana
No he terminado el otro
Las mujeres de la guerra
Extraño a Müller
Seguro me reconfortaría su agudeza
Un catalán en castellano
No tiene gracia
Pensaba

Tomé el del neurólogo
Qué narra sus experiencias en quirófano
Con recelo lo escogí
Soy hipocondríaca 
Lo menos que necesito
Es tener más miedo
Vamos por el segundo
Me animaba

Me paré antes de llegar a la sección
Esoterismo-religión-filosofía-psicología-autoayuda 
Una pena
Nos han reducido a lo mínimo de nuestra expresión
Vende más el monje del Ferrari
Que Derrida
(no encontré ninguno de él
Por diversión siempre lo busco
A ver si hay algo nuevo
Aunque ya esté muerto)
Empezaba a desesperar...
Uno más!
Uno que verdaderamente me distraiga
Pensaba

Anaquel de barceloneses
Venga
Algo local
De mujer
Para mujer
Rosa algo Sandra algo Diana algo
No conocía a ninguna
Por foto
Escogí a la guapa
Obvio
"Una mujer decide dejar todo y hacer un viaje.."
Me lo llevo
Aunque la portada tenga el penoso sello 
De BEST SELLER
Salí corriendo a la caja
Había conseguido dos libros 
Después de dos horas
Pagué y respiré profundo

Deboré el libro 
De Sandra algo
A ratos divertida
A ratos saltándome páginas
A ratos conmovida 
Un resbalón en mi vida literaria
Otro más 
Que me entretuvo un par de días
Hasta que por fin tuve la regla.







 





11.2.16

#245

Ayer alguien habló de la frustración
Todo el día tuve ese sentimiento.
Hay grados distintos de frustraciones,
Da igual si son más o menos,
Lo que importa es qué hagas con ello.

Ayer alguien habló de Palestina,
Resistencia
No-violencia
Datos, estadísticas, estudios comparados.
Al final siempre queda la esperanza.
El tiempo.

Ayer alguien narró una anécdota de quienes viven presos. 
Dijo:
Lo que no saben los de afuera.
Es que yo veo la luz cada que abren mi celda.
Llegará el día en que ellos verán solo la obscuridad.
La oscuridad de sus propios miedos hechos realidad.
(Palabras más, palabras menos)

Ayer alguien habló de sentir esperanza
Yo no la siento.
No por eso dejo de seguir creyendo.


#244

En el norte, 
El kilo de tortilla a dólar.
En el sur,
Aseguran la frontera.
En el centro,
La burbuja se rompe.
En el golfo,
Desaparecen periodistas.
Así la cartografía de México.



#243

Aventar los cuerpos sin vida se ha vuelto común en nuestro país. Cada día, cada tercer día, la prensa publica una nota. Ayer no fue la excepción, una imagen desgarradora circuló sin pudor en las redes sociales. Hay quienes se indignan porque aparezca la imagen de un cuerpo de mujer amarrado, torturado, pero no se indignan por el asesinato. Podemos hacernos insensibles a la violencia. Ya lo somos. Ayer vi la imagen y se me encogió el corazón. Tenemos roto el espíritu. Una periodista más que el gobierno decidió desaparecer por contravenir a sus intereses... ¿Qué pudo haber dicho? La verdad de un gobierno que todos sabemos es corrupto. No tengo respuestas, no tengo cabeza para querer entender a este pinche gobierno ni a nuestra sociedad mancillada, inherte ¿Cuántos más tienen que caer para hacer algo por nosotros mismos? Hemos perdido la razón de ser. Hemos cedido nuestra voluntad al miedo. Hemos perdido nuestra dignidad frente a lo que supuestamente nos da seguridad. ¿Y cuándo perdamos todo lo que nos hace humanos también nos mataremos entre nosotros? 
Descansa Anabel.

6.2.16

#242

De esos días que solo el sol se asoma a la cama.
De esos días de silencio y reposo.
De esos días que decir no, gracias, resulta más reparador que el sueño mismo.
De esos días que abandonar la cama no está previsto, ni si quiera para comer, quizá solo para ir al baño.
De esos días que con solo mirar al techo es ya un placer contemplativo.

#241

Barcelona se recorre caminando, da igual si es una cuadra o cuarenta minutos, lo que me toma de ir a mi casa (l'Eixampla) a la barceloneta, a la playa. Un recorrido que atraviesa culturas no sólo barrios, según por donde bajes (aquí tienen muy claro las coordenadas montaña-mar, mar -montaña) el paseo hasta la playa es polifónico. Si bajas por la rambla (de Cataluña) verás a todos los turistas. Un paseo que es mejor evitar cuando ya conoces la ciudad porque te absorbe la energía de tanta gente caminando en automático, ya sea de subida o de bajada. Y al final te topas con la estatua de Colón. El Colón que mira y señala a tierras nuevas, América, el continente. Aunque como le pusieron el maremagnum de frente, uno de estos centros comerciales en el puerto, como de esos que van poniendo las ciudades que quieren ser modernas, en realidad parece que el Colón saluda al capitalismo, otra forma de ser colonia. En cambio, si bajas por ronda san antoni y te desvías por el raval (la rambla de) el paseo cambia. Ahí nos encontramos las minorías, los migrantes, los lugareños. Quienes de alguna forma hemos renunciado al acelere de la ciudad. Hasta la topografía es distinta, árboles y sol, que en invierno se agradece, una escultura de un gato (el de Botero), y variedad de comidas. A Colón no lo podemos evitar, porque se cruza en el camino, solo que ahora lo vemos de reojo. El siguiente trayecto, el que te lleva a la playa, vuelve a ser de turistas, sobre todo en domingo. Afortunadamente las calles son anchas, y a pesar de los restaurantes montados sobre las aceras, donde puedes encontrar el mejor fideuà y arroz negro, el trayecto se hace ligero una vez que te topas con el Mediterráneo. Un azul profundo. Una playa echiza, modificada para hacerla turística. Da igual, a nadie le importa cómo se mantiene llena de arena, sino cómo pasar un buen rato. En invierno cala la humedad del frío. En verano cala la sequedad del calor... Por más obvio que parezca. Aun así, un picnic solitario o un chapuzón grupal siempre se agradece, eso sí, nunca puedes dejar tus pertenecías a la deriva porque desaparecen. Aquí se roban lo que esté a la mano con mucha facilidad, pero no por eso la gente anda con miedo, sino todo lo contrario. A la vuelta ya puedes ir parando. Lo mejor es regresar por el raval y tomar una cerveza en el Ámbar o comer un durum en alguno de los restaurantes de barrio. Con este recorrido ya se te fue todo el día. Un café o una peli y no necesitas más. Así es la vida en Barcelona, un paseo diario.

#240

Fueron días de reseca emocional. Una sentimiento desconocido. Un ego apabullado que se rehusaba a reconocer su propio fraude. Fue como un desprendimiento, un duelo, una invitación a recolocar las prioridades. Dos dias encerrada lidiando con esa fuerza interna que se negaba a aceptar la pérdida, la pérdida del yo. Algo se rompió por dentro, una coraza más, una de tantas. Al día siguiente hice yoga, sudé como nunca y dormí profundamente, todo el día y toda la noche. Un sueño pesado y profundo. Estaba enferma, enferma de ego. Un ego rencoroso. 

#239

Volví a abortar la misión tinder. Hay cosas que definitivamente no son para mí y el ligue virtual es una de esas. Repito, no hay nada como encontrar una mirada al girar la cabeza y sonreír. Quizá con un solo gesto se afirma lo indecible. Quizá con un gesto se desnuda el alma. Ahora, sin mofa de mi misma, que se me da muy bien e incluso lo disfruto, puedo reconocer ese gusto por estar sola.

2.2.16

#238

Leo con atención un libro sobre la vida de Spinoza. Un libro que me recuerda el recorrido que hice de sus casas hace algunos años (visita que no he hecho con ningún otro pensador ni escritor, quizá solo para visitar la tumba de mi abuela). Primero fuimos a la casa de La Haya, donde el morbo me llevó a fotografiar a algunas de las prostitutas del callejón de enfrente que furiosas arremetieron contra mí esa lengua en que Spiniza no quería ser traducido por temor a que lo enjuiciarán. La otra en Rinjsburg, una casa perdida en la cotidianidad social donde además de la hoja de visitantes que te hacen firmar encuentras poco o nada de objetos valiosos porque los más personales los subastaron una vez muerto y los que se exhiben son quizá una reproducción de los anteriores. Si no conociera esos lugares pensaría que la misma vida de Spinoza no es más que otra ficción. La ficción de un ser que no le sobreviven más que sus libros porque no existe una tumba ni un señuelo de la existencia de su entierro, solo la fecha de su muerte y de los muertos que junto con él compartieron la fosa común.

1.2.16

#237

pienso en mi futuro como algo tan cercano, al igual que lo hago con el pasado. no alcanzo a sentir la distancia de los años y me asusta la velocidad con la que he vivido. miro las caricaturas de la infancia o me recuerdan alguna película y no puedo creer que hayan pasado más de treinta años. hago planes para seguir viajando sin importarme lo que no tengo. no tengo una casa ni un carro ni un hijo ni un marido. tengo una familia de amigos, de hermanos, de gente cercana. veo el futuro al infinito, como cuando tenía siete, quince o treinta años. veo hacia atrás como si no hubiera crecido nunca. lo único que me delata es el cambio de mi propio cuerpo. estoy en crisis me repito a cada tanto. la crisis de los cuarenta. estoy a mitad de mi vida.

#236

pasarse por la historia de las personas. un descubrimiento. asomarse a la ventana del otro sin tocar la puerta, sin avisar de la presencia. un atrevimiento. algunas te dejaran entrar, otras simplemente te ignoraran. escribo porque no puedo hacer nada más. no es que no sepa hacer algo distinto, es que no me apetece reinventarme nuevamente.

#235

Después de cuatro días de hablar sobre fronteras, de encontrarme en un diálogo con personas encantadoras e inteligentes (algunas de ellas no tienen un empleo fijo a pesar y más allá de sus múltiples posdoctorados y proyectos comprometidos para paliar la voracidad del neoliberalismo) vuelvo al soliloquio del pensamiento: cómo construimos formas alternas de sociedad? Éstas que tenemos no dan para más. Reino Unido está negociando su "estancia" en la Unión Europea (con candados migratorios) y algunos otros gobiernos están pensando en cómo recuperar su "soberanía"... Al final, la crisis europea no es otra crisis más...