29.2.16

#254

Ha pasado la fiebre marroquí. La lluvia y el viento del fin de semana arremetieron con los recuerdos. Un libro, una vivencia, me remitió a lo que subyace a la experiencia. El puro placer. Me he convertido en una hedonista, voyeurista ya lo era. La combinación perfecta para un sabático. Para un trance, para hilar en fino. Insisto que estoy en crisis de los cuarenta, aunque una crisis bastante disfrutable. Hedonismo y estoicismo se han visto de frente. Una aporía a todas luces. El miedo y la inseguridad son malas consejeras, no así el estado del hedonista que se empecina en sentir, en vivenciar, en ponerle rostro a cada aspecto de la vida. Mientras el estoico se recoge para contemplar y disfrutar, disfrutarse en su fuero interno. No sé si son ontologicamente incompatibles, lo cierto es que ahora tránsito de un estado a otro con mucha facilidad y poca incertidumbre. Lo voyeurista siempre me acompaña. Ese siempre ha sido mi talón de Aquiles. Incluso en los momentos de más calma. 

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