30.11.07

Participación ciudadana



Aunque el título se escuche muy trillado, es importante hacer valer nuestra participación activa, como ciudadanos, en la toma de decisiones para impedir que la impunidad de nuestros gobernantes afecte a la sociedad y a la dignidad de unos cuantos e incluso que ponga en peligro nuestras vidas. A qué me refiero? Al caso Lydia Cacho. Todos los hechos que han acaecido desde que Cacho publicó su libro, Las memorias del edén, son indignantes, ya no sólo para la periodista sino para todos los mexicanos, cómo es posible que existiendo pruebas contundentes, como la grabación de una conversación, no se sancionen a los involucrados?

Recién leía uno de los encabezados sobre la resolución de la Suprema Corte de Justicia con respecto a este caso en un desplegado electrónico que decía: "¿Lydia Cacho recibió una bofetada?" Si lo tomamos con humor podemos pensar que quien escribió la nota parodia los "coscorrones" de los que hablaba el "gober precioso" en la conversación telefónica. Pero si nos ponemos un poco más serios, es una ofensa para la sociedad porque la bofetada no sólo la recibió Cacho, sino también todos los periodistas que denuncian a los gobernantes corruptos y todos los mexicanos porque somos un pueblo demasiado golpeado por tantos años de impunidad para que ahora sigan los cocolazos, eso sí, con guante blanco, pues es muy claro que la resolución de la corte es un "estate quieto" para todos los periodistas que se dan el lujo de hablar de manera negativa de alguna autoridad. Por lo tanto, lo único que nos resta como sociedad civil es pronunciarnos de manera pacífica y organizada en contra de este tipo de resoluciones, por lo que los profesores de la UACM los invitamos a participar a un pronunciamiento pacífico afuera de las instalaciones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (a un costado de Palacio Nacional, donde está la escultura del águila-serpiente que representa la fundación de México-Tenochtitlan), el miércoles 5 de diciembre de 2007 a las 10:00 horas.

28.11.07

me falla el timing


7.50 am. Me sumerjo en el agua y caliento doscientos antes de iniciar la rutina correspondiente: 8 x 200, bajando el tiempo pausadamente. Después del segundo doscientos me doy cuenta que no disminuí el tiempo sino que lo aumenté. Al tercer doscientos bajo cinco segundos pero en el cuarto subo cuatro. A la mitad del ejercicio no he logrado realizarlo correctamente por cuestión de tiempo y, como la alberca ejerce un poder de iluminación, traslado esa revelación a mi vida y concluyo que inicio cualquier proyecto con mucho ahinco, energía y velocidad, pero no considero los tiempos naturales de resolución, por lo que muchas veces he cedido ante los embrujos de la impaciencia y los guardo, sin concluir, en el cajón de los recuerdos.



Tengo un reloj para medir el tiempo en la alberca, pero cómo mido el tiempo en el día a día de cada proyecto? No es tarea sencilla, empecé la tesis de doctorado hace unos tres años, pensé, ilusamente, que podría terminarlo en dos, luego en tres, ahora sólo espero hacerlo el próximo año. Este es sólo un ejemplo de esta falta de timing en mi vida, podría mencionar muchos otros, incluso de menos importancia, como hacer una fila en el super, esperar en la sala de algún consultorio, o no desquiciarme cuando alguien llega diez minutos tarde a una cita con una justificación razonable. Qué pasa por mi cabeza para perder la cordura en el momento que mi reloj mental empieza a pasar más deprisa sus manecillas, incluso contra natura? No lo sé, ha intentado varios remedios caseros y metafísicos, espero que con la natación logre, por lo menos en el agua, darle tiempo al tiempo y no tronarme en el primer suspiro.

27.11.07

vuelve la normalidad


O por lo menos eso parece, porque seguro que para la familia de Sadrac ya nada volverá a ser como antes. Ayer era una peregrinación de gente, hoy sólo queda un moño blanco en la puerta de mis vecinos y vestigios de que hubo una gran fiesta, de esas que se hacen en los pueblos, con manteles blancos y una gran comilona en honor de Sadrac. "Es su última comida", me dijo uno de los vecinos, cuando me invitaron a comer y yo me negué en un principio porque lo último que se te antoja al ver a tanta gente rodeando el sufrimiento ajeno es echarte un pollito con mole verde, aunque es mi platillo favorito..., "por respeto a la familia, vamos a sentarnos", me dijo otro. Ante la contundencia de la oración no me quedó más remedio que sentarme junto a cincuenta o sesenta personas más a desgustar el guiso en honor de Sadrac, que, a decir verdad, estaba muy bueno, pero con el vacío que tenía en el estómago apenas y lo disfruté, cada mordida se me quedaba atorada, como el llanto en los ojos de aquéllos que ya no tienen más lágrimas para sopesar su sufrimiento. Tortillas a montón, pato pascual sabor grosella y casuelas de arroz y mole para todos los que ahí estabamos. Obviamente ninguno de los parientes de Sadrac comió, solo cigarros y llanto; atendían a su invitados quizá para distraerse, quizá para aliviar la pena. Yo los veía y sólo pensaba en qué momento se recogen, en qué momento hacen su duelo interior con tanta gente dándoles un abrazo, una palabra de aliento que no llena ni una milésima parte del desasosiego. De verdad, no entiendo esa tradición de hacerle comida a la gente en agradecimiento a su compañía, acaso no debería de ser al revez? no lo sé, supongo que es una de esas tradiciones que nos identifican como sociedad y que es muy difícil cambiar. Al terminar la comida llegó la carroza fúnebre por Sadrac para llevarlo a incinerar, antes de verlo partir hubo aplausos de despedida, llanto y, afortunadamente, algunas risas volvieron. Supongo que ahora viene la peor parte para ellos, quien sabe cuánto tiempo tenga que pasar para que por lo menos recuperen algo de esta gran pérdida. Seguramente los más chiquillos pronto volveran a salir a jugar futbol, los demás seguiremos ahí, le daremos vuelta a la página y en poco tiempo se borrará de nuestra mente su rostro.

los seres humanos somos tan vulnerables...


Después de pasar un fin de semana de festejos regreso a casa para descansar y poder pasar varias horas pompi al día siguiente con la tesis de doctorado que me tiene bastante alterada de mis nervios, pero cuál fue mi sorpresa? Un vecino, chavo, que siempre estaba con su palomilla en el callejón donde vivo, se había suicidado. Entrar en detalles sería morbo. El desasosiego que ahora siento se debe a la zozobra de todos, estabamos pasmados, no sabíamos qué hacer y el callejón se había transformado: pasó de ser un lugur lleno de risas, de chiquillos jugando, a una peregrinación de gente entristecida, muda. El silencio acallaba cualquier supiro e intento de llanto.
En realidad lamento el suceso porque yo también pasé gran parte de mi infancia jugando en la calle como esos chiquillos, y quizá la imagen de verlos reir todo el tiempo fue lo que me trajo a vivir aquí. Sadrac era muy buen jugador de futbol, no pasaba de los diecisiete, fue el primer nieto de varios y todos los que ayer estabamos realmente lamentamos este suceso. Descansa en paz que sólo tú sabes qué tan grande era el pesar para no querer continuar viviendo.
Obviamente hoy no puedo concentrarme, ya llevo una hora pompi tratando de poner en orden mis ideas para seguir redactando, pero solamente se me viene a la mente la cara de Sadrac, la gente iendo y viniendo con comida y sillas, a ratos sentada, a ratos parada, con frío, con hambre, llorando y esperando a que llegar el féretro. _Yo no aguanté más, me venció el cansancio, Rocío me despertó en la madrugada para avisarme que ya estaban aquí pero ya no quisimos bajar. Es uno de esos momentos donde la privacidad de una familia no se puede irrumpir porque ninguna palabra de aliento puede aliviar el dolor de una madre, de una abuela, de un tío, de un hermano... La vida sigue, nos dijo su primo cuando le dimos el pesame. Ciertamente es verdad, pero no puedo dejar de pensar que tan sólo unas horas antes festejaba el cumpleaños de un ser querido y ahora, a pesar de la distancia que me sepera de Sadrac y su familia, me siento tan vulnerable que mi cabeza no para de pensar lo infeliz que he sido por querer ser feliz, cuando en realidad sólo se trata de estar, de fluir, de no luchar contra la corriente, porque auqnue nos burlemos de la muerte, cuando te toca, te coca y cuando pensamos que no, también. No hay escapatoria y, paradojicamente, es lo único seguro que tenemos.
Callejón Clementeco,
26 de noviembre de 2007.