20.10.10

Punta Mita: frontera pública, frontera prohibida

La ignorancia es paz.
El fin de semana estuve en la Rivera Nayarit. Más allá de sorprenderme la belleza natural y la cantidad de recursos que tenemos en el país, cosa que ya es de todos conocida, me sorprendió llegar a Punta Mita: un paraíso terrenal privatizado desde hace más de una década. Es decir, playas federales "compradas" por extranjeros e "inversionistas" mexicanos al gobierno federal durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.
Enfatizo la importancia de la "compra" porque al platicar con los lugareños, ellos, después de vivir diez años a las afueras de Punta Mita, el hotel, sólo se limitan a decir que "los obligaron a vender y a salir amistosamente de esas tierras" que eran de sus familias para que los nuevos dueños pudieran privatizar, bordear y franquear un extenso territorio de tierras vírgenes y playas descomunales para construir el Four Seasons Resort. Un hotel de gran turismo donde las tarifas van desde los 575 a los 725 dólares en paquetes familiares y de 2,527 a 3,790 dólares en residencias privadas. Es decir, el costo de la noche en una tarifa familiar es más del salario mínimo de un mexicano, mientras que la noche en una residencia privada es más de lo que un mexicano gana en seis meses de trabajo.
Lo más impresionante de todo es que está prohibido el paso al turismo local, nacional o internacional que no se hospede en dicho hotel. Los dueños de la cadena hotelera, supongo que coaludidos con las autoridades locales y federales, cercaron el territorio que comprendía Punta de Mita y sólo dejaron una entrada con pluma donde se impide el paso a cualquier persona que desee entrar. Considero que para los que vivimos en la Ciudad de México o en otras ciudades del país esta situación no nos debería de sorprender porque "privatizar" las calles, las colonias, los fraccionamientos es una costrumbre que se lleva a cabo desde los años ochenta con la intención de resguardar a los habitantes de los criminales. Supongo que los dueños de este hotel pensaron lo mismo, salvo que deseaban salvaguardar a la clientela de su hotel del turismo con bajo perfil económico porque, como lo dice en la página de internet, éste es un lugar pensado y diseñado para ofrecer privacidad a sus clientes:
"Bienvenido a Four Seasons Resort Punta Mita, México. Un lujoso refugio en un istmo privado bordeado por kilómetros de arenas blancas y un océano color turquesa. A 42 kilómetros (26 millas) del aeropuerto de Puerto Vallarta. Exclusivas casitas mexicanas, muchas con piscinas privadas y espectaculares vistas al mar. Campo de golf profesional diseñado por Jack Nicklaus, con un green en una isla donde se juega a orillas de las olas. Cene frente al mar. Un original spa diseñado para su revitalización." Fuente: http://www.fourseasons.com/es/puntamita/
Después de darle la vuelta a la glorieta que se encuentra justo enfrente de la entrada de pluma del hotel me quedé impávida porque me asaltaron una serie de cuestionamientos que no han dejado de revolotear en mi mente: ¿Por qué los lugareños no defendieron sus tierras?, ¿por qué los mexicanos no hacemos nada para impedir este tipo de situaciones? , ¿por qué permitimos que a cambio de una suma de dinero nos compren y prevalezca la enajenación individual?, ¿existirán otros puntos turísticos desconocidos que estén proximos a privatizarse?, ¿cómo estaría el lugar si se hubiera quedado en manos de los lugareños?, ¿es justificación decir que por lo menos la privatización de estas tierras genera y da trabajo a los lugareños?
No tengo respuesta para ninguna de estas preguntas, pero me parece que los lugares públicos, cualquiera que estos sean, no deberían de privatizarse y mucho menos con la intención de enfatizar las desigualdades sociales, económicas, culturales o raciales. Bastante tenemos con las fronteras geopolíticas como para repetir dichos modelos de exclusión al interior del país y en sectores tan vulnerables como el turismo.

1.10.10

alguien que me responda

Hablar de solidaridad es prácticamente imposible, ¿será por eso que el país no avanza?
Cuánta razón tenía quien me dijo que la sociedad mexicana es como una cubeta llena de cangrejos.
¿Existirá el manual del corporativismo priista o será puro sentido común?
¿El bien común se refiere al bien de uno mismo o al bien de velar por los intereses de la comunidad?
Si Adam Smith viviera en el siglo XXI seguiría pensando lo mismo sobre el valor de uso y valor de cambio.
La Ilustración de verdad implicó un cambio en la concepción y aplicación de los universales.

La ambición no tiene límites pero la ignorancia es infinita.

A qué viene todo esto, a que sigo sin dar crédito de la única reunión del sindicato a la que he ido. El martes pasado nos convocaron a asistir a una importante reunión donde se hablaría del aumento salarial, a tres meses de terminar el año. Aumento que debió de haberse dado desde el primer trimestre, pero que por cuestiones internas del sindicato, por el cambio de rector-a, y por la falta de decisión no se ha podido ejercer. En fin, a pesar de que no estoy sindicalizada fui a darme una vuelta y para mi sorpresa aquello parecía un circo romano.
Llegamos casi al final de la discusión, pero lo poco que alcancé a ver me quitó la venda de los ojos: No hay futuro para este país mientras no seamos solidarios los unos con los otros y mientras no nos unamos como sociedad para protestar y exigir nuestro derechos ciudadanos. No hay futuro para este país mientras nuestros políticos sigan con el manual maquiavélico de dividir al pueblo bajo promesas efímeras de una mejor calidad de vida mal entendida. No hay futuro para este país mientras los intereses de unos se contrapongan con los intereses de los otros. No hay futuro para este país mientras que no aprendamos a dialogar, escuchar y respetar al otro. No hay futuro para este país mientras no exista un proyecto de nación incluyente.
Ahora bien, por qué digo que me quité la venda de los ojos, porque precisamente unos cinco días antes me pasó algo que nunca había experimentado. Iba camino a la escuela, escuchando la radio, y de pronto sentí una angustia provocada porque en veinte minutos de trayectoria sólo había escuchado tragedias e injusticias de cualquier tipo, desde asesinatos hasta actos de corrupción graves que habían pasado de largo, como es costumbre en nuestro país. Fue tal mi angustia que me dieron unas ganas horribles de vomitar, de parar el carro, de gritarle a la gente que hiciera algo, y lo único que pude hacer fue cambiar de estación. Al llegar a la escuela me sentí obligada a trabajar en un texto, que no es éste, que diera cuenta de todas las injusticias. Obviamente ese texto nunca lo hice porque no tuve la fuerza para redactarlo.
A la universidad llegué agotada, harta de la dinámica seudouniversitaria, de la vorágine seudoacadémica, del agandalle seudointelectual y de la pasividad seudoestudiantil. El fin de semana caí en la cama. Y hasta ahora reparo en algo: el bien común es un ideal, la opción es seguir de frente con el camino que cada quien ha trazado. No por eso seremos mejores o peores personas. Simple y sencillamente no están dadas las condiciones para empoderarnos como sociedad y no lo estarán mientras no encontremos otros caminos para plantear la necesidad de conciencia social. Caminos que hoy por hoy desconozco. Si a alguien se le ocurre alguno que me lo comunique para entrarle al quite.