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26.7.23

¡Vámonos a volar junto con el pajarito azul!

El blog y las redes sociales fueron un parteaguas en mi vida. De ser una muchacha tímida, callada, reprimida y con mucha facilidad para la escritura, encontré en los blogs y las redes sociales la salida a mi anonimato e invisibilidad (anomia, nombrada clínicamente por mi terapeuta). Empecé a escribir desde muy joven, ya lo he comentado en este mismo espacio, desde los siete años en los yesos que cada tanto necesitaba porque me encantaba andar en la calle jugando con mis "camaradas" de la cuadra. Así que pasaba algunos meses encerrada con poca actividad y sin poder ver la TV porque teníamos horarios establecidos para ello. Después, en la adolescencia, cuando mis camaradas se hicieron "hombres" y cambiaron la amistad por relaciones de pareja, empecé a escribir sobre la soledad, el devenir, las relaciones que a mí no me interesaba tener: no me interesaba reproducir la heteronormatividad sexo genérica en mis relaciones de amistad, yo quería seguir jugando a que el mundo nos pertenecía. La escritura y la lectura se convirtieron en el único escaparate para una infinidad de dudas existenciales que nadie podía resolverme. Seguí escribiendo conforme fui creciendo, encontrando mi propia voz, mi propio estilo. De un dia para otro me sentí lista para dejar los cuadernos y lanzarme a la escritura en blog que se puso muy de moda a principios de este siglo. La rebeldía de la autopublicación digital pretendió irrumpir, evidenciar, transgredir el establishment literario de las editoriales que no eran tan grandes ni monopólicas como ahora. Fuimos varias las que nos subimos a la ola de la era digital para dar a conocer nuestro trabajo, pero nadie nos dijo que con los años iba a ser un trabajo extra y sin paga porque lo digital también se viralizó, se corrompió y se volvió un negocio con alcances inimaginables hace veinte años. Escribía por el mero placer de escribir como ahora. Lo que cambió es que esa chamba extra de visibilizar mi escritura que trajo consigo las redes sociales consistió en un desgaste inaudito y una inhibición de la creatividad, empecé a escribir para la gente, para ganar likes y seguidores y dejé de escribir para mí. Con el reciente anuncio de Elon Musk de modificar el logotipo de Twitter, un pájaro azul hermoso (uno de los logos más creativos en lo que va del siglo, junto con el de Kindle) por una espantosa X (y eso que mi nombre también es de x), decidí dejar Twitter. Ya tenía tiempo incómoda con su devenir, incluso con el de los blogs que también se los comió el mercado, el MKT digital, el tecnocapitalismo, perdiendo toda su esencia aurática de rebeldía. Llevaba meses pensando qué futuro le esperaba a una de mis redes favoritas  cuando Musk anunció que Twitter, como en su momento lo hizo Zuckerberg con Meta, se convertiría en un sistema financiero global. ¡Vámonos a volar!, pensé inmediatamente. Y aquí estoy, regresé a los clásicos, al gusto por la escritura en primera persona, a escribir para mí y para quien quiera leerme sin prisa y con calma. No voy a cerrar mi cuenta de Twitter porque quiero conservar mi nombre de usuario @roxrodri con su x incluída, solo voy a dejar de usarla tanto como una fuente de investigación como un escaparate de mi trabajo intelectual. Regreso a los blogs con esa idea inicial que tuve cuando empecé a utilizarlos: llevar un diario de campo, sistematizar las fichas bibliográficas, redactar proyectos de investigación, darle una salida a las verborreas mentales, escribir mis clases y seminarios, y publicar textos cortos de divulgación e investigación. Sigo convencida que el blog, a diferencia del giro reciente en las redes sociales, es la vía más democrática de compartir y generar conocimiento.


19.5.22

¿Saber perder?

Aquello que nunca nos dicen, o por lo menos no a mí, desde muy temprana edad, es que vamos a perder salud, colegas, amigos, trabajos, proyectos, amores, deseos, esperanzas, fe(s), dinero, competencias, hermanos(as), padres, madres, estabilidad, bienestar, agua, aire, tierra y un largo etcétera a lo largo de nuestra vida. Ayer me tocó perder algo de todo esto y quizá más, como me ha pasado en otros momentos. Afortunadamente con los años y quizá también con las muertes de tus seres cercanos nunca lo he vuelto a sentir como las primeras veces porque perder es no perderte en ti misma y no juzgar sino reconocer que perdiste.

Ayer pude poner en palabras muchas situaciones que se volvieron una constante en mi relación con los hombres desde que soy adolescente. Ayer puede observar cada una de esas relaciones en retrospectiva y todas comparten el común denominador de cuando terminas una relación de pareja: "por un detalle" que colmó el vaso de agua. Ayer pensé nuevamente ¿en qué me equivoqué?, ¿qué hice mal?, ¿por qué la ruptura fue tan desastrosa, como han sido las anteriores? Me cuesta y siempre me ha costado trabajo entender ¿qué se pierde? ¿El cotidiano, la rutina quizá, la compañía, el pertenecer, el afecto, el compartir, las historias, las experiencias? En todo caso se transforman. Nos perdemos en lo que ya no es. Ayer entendí que en cada una de esas relaciones pretendía sustituir la relación de amigos de la infancia que tuve con mi hermano. Y todas ellas terminaron como terminó la relación con mi hermano. 

Saber perder (más que ganar) es quizá la máxima del estar en el mundo. Desde niña me expuse a situaciones de competencia: la gimnasia, la natación, las carreras callejeras en la bici, carreterita en la banqueta, el tenis, el futbol, el basquetbol, en la escuela, en la casa, en la academia, en puestos de representación universitaria, en las relaciones afectivas en general, en la muerte. De todas estas situaciones aprendí que a veces se gana y otras se pierde. Y que es mejor perder con responsabilidad. Ayer me equivoqué. Reaccioné erróneamente ante una situación particular y perdí. Perdí el piso, perdí el compromiso conmigo misma, perdí de vista aquello que estoy trabajando: la ética.

Los hombres han sido en muchas etapas de mi vida mis mejores amigos, incluso diría que mi gran debilidad o mi guilty pleasure son las relaciones con los hombres. Emocional y sexualmente disfruto el encuentro, la compañía, la relación con las mujeres ¿una contradicción? No, un estar en el mundo sin etiquetas, en eso siempre he sido congruente. Lo que ahora aprendo con esta pérdida y agradezco el desencuentro de ayer es que no quiero volverme a relacionar así con los hombres a quienes considero mis amigos entrañables. Si vuelvo a perder algo, que no sea el respeto, el respeto a mi mísma.

Estadio Olimpico Atenas 2016 (en un ejercicio terapéutico del saber perder)


6.5.20

Observando el encierro_noche de chicos

Tengo más reuniones por zoom con mis amigos y mi familia que cuando no estoy en encierrro. Hablo más por teléfono en el día a día que nunca antes en mi vida. Lo había evitado y ahora le empiezo a tomar cariño, ya casi que quiero tener una línea fija en mi casa y no depender solo de la telefonía móvil. Hoy no fue la excepción. Una charla de migración y salud por la mañana, hablar con las solovinas al medio día y quedar con mis amigos de la universidad por la noche. Más de veinte años de conocernos, empezábamos nuestros veintes cuando cuatro de nosotros nos encontramos en la universidad y el quinto llegó para quedarse. Con ellos salí del closet, conocí los antros, algunas drogas, la vida nocturna en extenso y en intenso. No nos conformábamos con los antros que a finales de los noventa del siglo pasado existían y eran bastante buenos. La planta baja, el penélope, la bola, el numerito, el colmillo, el pride y varios más. Había épocas que salíamos de martes a domingo sin parar. El dos por uno, llegar antes de las diez para no pagar cover y salir al amanecer. También organizábamos fiestas de colores y cobrábamos a veces, otras nada más para sacar los gastos. Con algunos me fui de viaje, incluso ahora, con otros viví en temporadas. Nos hemos dejado de hablar. Hemos estado cerca en los momentos difíciles. Nos hemos hecho mayores juntos. Ninguno se dedica a lo que estudió. Nos hemos juntado, casado, separado, vuelto a juntar. Seguimos creyendo en el amor y en la amistad. Hoy nos encontramos por zoom, nos pusimos al día de nuestro encierro, de nuestros proyectos, las recetas de cocina las comparten por mensaje, yo no cocino con tanta dedicación como ellos. Hablamos de nuestras mascotas, de sus parejas. De si nos casaríamos o volverían a casar. Nos despedimos. En este encierro me siento más cerca, pendiente y contenida de/por mis afectos que en la supuesta normalidad. 

https://drive.google.com/uc?export=view&id=1GEkFK7cpcf0PtxVawhic9Y84d2P2kPaj