Aquello que nunca nos dicen, o por lo menos no a mí, desde muy temprana edad, es que vamos a perder salud, colegas, amigos, trabajos, proyectos, amores, deseos, esperanzas, fe(s), dinero, competencias, hermanos(as), padres, madres, estabilidad, bienestar, agua, aire, tierra y un largo etcétera a lo largo de nuestra vida. Ayer me tocó perder algo de todo esto y quizá más, como me ha pasado en otros momentos. Afortunadamente con los años y quizá también con las muertes de tus seres cercanos nunca lo he vuelto a sentir como las primeras veces porque perder es no perderte en ti misma y no juzgar sino reconocer que perdiste.
Ayer pude poner en palabras muchas situaciones que se volvieron una constante en mi relación con los hombres desde que soy adolescente. Ayer puede observar cada una de esas relaciones en retrospectiva y todas comparten el común denominador de cuando terminas una relación de pareja: "por un detalle" que colmó el vaso de agua. Ayer pensé nuevamente ¿en qué me equivoqué?, ¿qué hice mal?, ¿por qué la ruptura fue tan desastrosa, como han sido las anteriores? Me cuesta y siempre me ha costado trabajo entender ¿qué se pierde? ¿El cotidiano, la rutina quizá, la compañía, el pertenecer, el afecto, el compartir, las historias, las experiencias? En todo caso se transforman. Nos perdemos en lo que ya no es. Ayer entendí que en cada una de esas relaciones pretendía sustituir la relación de amigos de la infancia que tuve con mi hermano. Y todas ellas terminaron como terminó la relación con mi hermano.
Saber perder (más que ganar) es quizá la máxima del estar en el mundo. Desde niña me expuse a situaciones de competencia: la gimnasia, la natación, las carreras callejeras en la bici, carreterita en la banqueta, el tenis, el futbol, el basquetbol, en la escuela, en la casa, en la academia, en puestos de representación universitaria, en las relaciones afectivas en general, en la muerte. De todas estas situaciones aprendí que a veces se gana y otras se pierde. Y que es mejor perder con responsabilidad. Ayer me equivoqué. Reaccioné erróneamente ante una situación particular y perdí. Perdí el piso, perdí el compromiso conmigo misma, perdí de vista aquello que estoy trabajando: la ética.
Los hombres han sido en muchas etapas de mi vida mis mejores amigos, incluso diría que mi gran debilidad o mi guilty pleasure son las relaciones con los hombres. Emocional y sexualmente disfruto el encuentro, la compañía, la relación con las mujeres ¿una contradicción? No, un estar en el mundo sin etiquetas, en eso siempre he sido congruente. Lo que ahora aprendo con esta pérdida y agradezco el desencuentro de ayer es que no quiero volverme a relacionar así con los hombres a quienes considero mis amigos entrañables. Si vuelvo a perder algo, que no sea el respeto, el respeto a mi mísma.
Estadio Olimpico Atenas 2016 (en un ejercicio terapéutico del saber perder) |
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