14.4.14

Primavera

Es extraño cuando empieza a hacer calor en el df, la gente no sabe vestir, la gente no sabe estar en la calle. Debe ser el asfalto que hace más caliente el ambiente, o quizá la inseguridad para vestir ligera y andar ligera también. Hoy llovió. La gente se viste igual si es verano que si es invierno. En días como hoy quisiera no vivir aquí. Berlín se ha vuelto mi ciudad favorita, más por sus lagos, sus parques, sus cafés en la calle, que por el eufemismo de una ciudad europea. Acá todo es un centro comercial, una plaza, un súper mercado o una tienda departamental. En días como hoy, cuando el calor quema en las casas y el aire fresco sólo se empieza a sentir al caer la tarde quisiera tener una café o un bar al aire libre en la esquina de mi casa en donde pueda ver pasar a la gente o leer un libro o no hacer nada. En días como hoy pienso porqué no nos enseñaron a andar ligeros.

13.4.14

Star-sucks

Dar vueltas en la cama hasta decidir salir de ella. Es domingo, pensaba. Empiezan las vacaciones, un día más sin nadar... No pasa nada. Estoy deprimida me convencía y me arremolinaba en el edredón como si fuera una cadena de acero que con cada vuelta me sujetaba efímera a mi tristeza. Saqué una pierna y en el intento me vi la celulitis... No puede ser. Ahora estoy gorda y deprimida, pensé. Desenredé mi cuerpo y salí en un brinco. Me vi la panza. Estoy gorda, respetí. Me puse el bañador, hice la maleta y salí de casa desganada y malhumorada. Además de deprimida, triste...estaba gorda.
Me tiré a la piscina como una gelatina amorfa y empecé a nadar sin ritmo, sin aire y con hambre. La mente me estaba traicionando, no quería seguir nadando. Me paré un momento. Es domingo pensé. Estoy de vacaciones y tengo hambre. Salí con esfuerzos del agua, me sentía aún más gorda, ahora por no terminar la rutina. Entré al sauna, me recosté. Estoy sola, pensé.
Apurada me vestí. Tenía hambre. El restaurante no me gusta, pero hay un Starbucks en frente. Patético. Domingo de vacaciones y desayunando en un Starbucks. El hambre pudo más y devoré mi panini clásico. Al voltear la mirada para tomar el te helado me sentí aún más patética: "bonito día 🌞" había escrito la cajera. Es domingo, estoy deprimida, triste, gorda y sola.

12.4.14

Inseguridad?

Alguien entró a mi departamento. Pensé que era Mariela, seguí leyendo. Espere un saludó lejano. Escuché que abría gabetas y esperé. Pasaron algunos minutos y oí la voz de un hombre. Me levanté de prisa de la cama con el libro en mano. Vi un muchacho con mi cafetera en su mano. Le pregunté qué hacía ahí. Me dijo que venía por la cafetera.
 -Quién eres tú?, volví a preguntar. 
- Me envió coco, contestó.
- Quién es Coco?, pregunté.
- El que vive en el siete, me dijo.
- Pues aquí no es, contesté ya malhumorada.

El joven se disculpó y salió apenado de la casa. Volví con mi libro en mano a la cama. 
Cuando se fue sentí alivio. Nunca imaginé que fuera un ladrón. Y si así hubiera sido mi única arma hubiera sido un libro.

el filósofo, el ego, la compasión

I El filósofo

Érase un hombre sabio que dedicó gran parte de su vida a estudiar la tradición filosófica, a transcribirla, a explicarla. Una vez que cedió a los embrujos de los grandes pensadores se dedicó a buscar la filosofía en su propia tierra. Viajó por los rincones de las filosofías prehispánicas, por las filosofías antiguas, por las filosofías silenciadas por Occidente. Una vez que sació sus ojos con las enseñanzas de los otros sabios escribió sus postulados. Se hizo famoso, se hizo maestro de muchos, se hizo sabio, pero pecó de ingenuo. Pensó que con el conocimiento abstracto se puede abrazar a la humanidad, Se equivocó. Al final de sus días decidió abrazar la humanidad trabajando para ella. Se deprimió. Ninguna de sus teorías  explica la dinámica de quienes están atrás del poder. El hombre sabio cuestionó sistemas, estructuras, formas de pensamiento, pero se le olvidó cuestionar al ser humano que las pone en práctica. Lo dejaron solo y en la soledad se dio cuenta que estaba equivocado.

II El ego

Quienes están detrás (y atrás) del poder esperan pacientes a tener una oportunidad. Una vez instalados son insaciables, crueles, cínicos. El fin justifica los medios, dirían algunos, aunque el costo sea demasiado alto. Un costo que evidentemente ellos no asumen pero afecta en lo más sensible a quienes de lo lejos o de cerca lo perciben. El ego es el gran traidor de la sabiduría. Ego en masculino, sabiduría en femenino. Ego de Occidente, sabiduría de la madre tierra. El ego nos hace levantarnos un día por un aplauso, por un reconocimiento, por un deseo, pero también nos tira por años en la más profunda vacuidad. El ego es un espejismo en el desierto de la trastocada mezquindad humana.

III La compasión

La cicuta del hombre sabio fue el ego de sus estudiantes. Como Sócrates prefirió el juicio en lengua extranjera, prefirió el silencio y el aislamiento. El hombre sabio muere de tristeza por la traición de quienes no pudieron controlar su ego y asume con compasión su inmadurez espiritual. El costo no será para él sino para quienes se quedan con la idea de triunfo (o fracaso). El hombre sabio es sabio porque puede tomar distancia del ego de sus ahora detractores, pero le aflige no tener tiempo para reescribir sus postulados, para poner en el centro de la discusión al ser humano y no a los sistemas ni a las estructuras. Sabe que se equivocó en sus hipótesis que se hicieron tesis, pero también sabe que a días de su despedida la compasión es para con él mismo, quizá habrá tiempo de escribir algo más antes del gran final. Una idea, una hipótesis, una tesis que evidencie la debilidad humana, debilidad con la que a diario convivimos.