25.12.09

hoy decidí dejar ir a Libertad,
no es una despedida y mucho menos una muerte prematura,
es una decisión de vida.

23.12.09

Mi primera experiencia en aguas abiertas: El Guadalupano 2009.


 Para el coach y su familia.

Llevo más de tres años nadadando en el equipo de másters del club (mayores de edad, los que dejamos de ser adolescentes en adelante). Empecé por la necesidad de sacudirme el estrés y por cambiar la dinámica de rutinas inconclusas (ir al gimnasio, salir a correr, pasear al perro...) que no me permitián fluir en armonía con mi propio centro. Así que un día, saliendo del gimansio, mientras esperaba a mi madre para desayunar, me detuve frente a la alberca a observar a un grupo grande y variado de gente nadando en conjunto. Alcanzaba a ver como brazada con brazada las cabezas de silicona se asomaban a tomar aire, como los cuerpos robustos, pero no marcados, giraban al llegar a la orilla en una vuelta de campana para salir de flecha, sin perder el ritmo, a respirar y continuar moviendo los brazos y las piernas al unísono. Fue tan esclarecedora la imagen de lo que debía hacer que al día siguiente, sin dudarlo, me puse un traje de baño, me presenté en la alberca y hablé con el instructor. Me hizo una "prueba" de estilo y me dejó nadando quinientos metros que me resultaron agotadores. Al final me dijo que podía regresar la siguiente clase.
En un principio, el estilo no me preocupaba, después de nadar varios años durante mi infancia-adolescencia pensé que sólo sería cosa de memoria, de que el cuerpo se acordara de los movimientos. Lo que sí me contrarió fue la condición, sólo nadé quinientos metros y no podía más, pensé que sería un asunto de práctica y decidí no darle importancia.
Al poco tiempo de empezar a nadar en el equipo me enteré de la existencia de varias compentencias a las que iban en grupo. Nada que ver con las compentencias a las que estaba acostumbrada (las de velocidad, en alberca y de estilos). Estas eran competencias en aguas abiertas: competencias en río, laguna o mar, distancias largas, donde el único contrincante es uno mismo. Me dijeron de una que era en las Estacas, un lugar pérdido para mí, por lo que no le dí mucha importancia, pues definitivamente no estaba lista para ir. La competencia consistía en nadar un kilómetro en contra de la corriente; todavía estaba lejos de lograrlo. Un par de meses después vino el Guadalupano (4,200 km en mar). Evidentemente tampoco estaba lista para hacerlo, así que hice caso omiso. Esta competencia es la que cierra el año de entrenamiento, por lo que me fui de vacaciones y no regresé hasta enero, cuando volví ya había perdido toda la condición y tuve que empezar con mis quinietos metros.
Así pasó casi un año, hasta que finalmente el año pasado decidí hacer la de las Estacas, fue un experiencia inolvidable y la repetí unos meses después. Llegó diciembre y el Gadudalupano. Me negué rotundamente escudándome en que había sido un año pesado pues había terminado el doctorado y con tanto estrés de la tesis y del examen estaba exhausta, pero le prometí a mis compañeras que en el 2009 sí lo haría.
Empecé el año con el Guadalpano en mente, al poco tiempo se me olvidó y sólo me acordaba a ratos, llegó la primera competencia de las Estacas y la nadé; a la segunda, que es en octubre, ya no asisití. Empezaba mi intento de boicot. Seguí entrenando con el Guadalupano en mente, llegó el momento de inscribirme, pagué lo necesario, y, desde ese día hasta una noche antes de la competencia, me vinieron a la mente una serie de pensamientos fatalistas que me generaron mucho estrés. Al final, no me quedó más que convencerme de que tenía la condición para nadarlo, lo único que me podría detener era mi propia mente.
Un día antes de la competencia hicimos la ruta en barco, nos metimos a nadar cerca de una de las bahías para sentir el agua, para que el coach observara nuestra reacción y, lo más importante, para darnos seguridad. No quise pensar en el abismo del mar, en la profundidad del vació y mucho menos en la distancia a recorrer, me concentré en las olas, en el agua salada y en las aguas malas o pulgas de mar, daba igual, esos eran los elementos con los que tenía que lidiar a la mañana siguiente. Me subí al barco y decidí que estaba lista para hacer la ruta y terminarla en hora y media. El día se me hizo eterno, traté de no pensar en la competencia, intenté dormir temprano pero estaba demasiado ansionsa y no podía conciliar el sueño. Dormí poco y me leventé antes de la hora. Al llegar a Caleta, a la orilla de salida, me concentré en no pensar, vi el mar maltrecho de Acapulco, las lanchas que debía sortear antes de abandonar la primera bahía y esperé a que llegaran mis compañeras de ruta.
Poco a poco fue llegando la gente, y se fue llendando la orilla de nadadores de todas las tallas, de todas las edades, de todas las clases. Algunos no terminarían la ruta y otros tantos la haría por mera devoción. Ninguno de las dos situaciones era mi caso. Lo que me movió a hacerla, quizá como a algunos otros, fue la necesidad de dar un paso más, de vencer un reto nuevo, de experimentar miedos diferentes y de no quedarme atrás; casi todos en el equipo ya la han hecho varias veces e incluso han nadado otras de más distancia. Así que si deseaba seguir adelante tenía que superar esta prueba.
Una vez en la orilla, embadurrada de vaselina para que las aguas malas resbalaran con cualquier contancto directo con mi cuerpo, esperé estoica la salida. No sonreía, no hablaba, no veía el mar. Afinamos algunos detalles de la ruta, vimos por dónde debíamos pasar y nos concentramos en no perdernos de vista. Retrasaron la salida media hora, media hora en la que sentía que me hacía del baño, no sentía la piernas, me sudaba la cabeza al traer la gorra puesta, me empezaba a dar hambre y quería salir corriendo. Finalmente dieron el aviso de incio, no sin antes informarmos que habían decido aumentar el recorrido a cinco kilómetros. Por un segundo pensé que no lo lograría, pero no me detuve mucho en eso porque ya me estaba metiendo en el mar.
Empezamos a nadar las cuatro en horizontal. Estela me había dicho que la primera vez que ella lo hizo tuvo tiempo para pensar en sus padres, en su vida, en un tema en particular; yo llevaba días pensando en qué pensar con tanto tiempo que estaría ahí, adentro del mar. No me decidía si por la paz mundial o por mis mundanos problemas, ya lo haría cuando estuviera ahí. Seguimos nadando, sorteando a los competidores rezagados que se iban quedando atrás y cuidándonos de los que avanzaban más rápido para que no nos pegaran. Intentaba ver de frente para seguir la ruta, pero no veía nada, tenía el sol de frente y los gogles se empezan a empeñar, lo único que veía era la gorra de Estela, así que decidí no perderla de vista ni perder a Karla que venía del lado izquiero, eramos un equipo y como tal teníamos que funcionar.
Rodeamos las bahías, salimos a la piedra de elefante, ya habíamos nadado casi dos kilómetros y no sentía ni el tiempo ni la distancia. Iba tan ocupada en seguir la ruta que evidentemente no me había dado tiempo de pensar en nada más que no fuera la gorra de Estela. Llegamos a la parte más ancha del mar, nos empezamos a desperdigar, era casi imposible seguir juntas, pero ya podía ver más allá, ya podía ver a lo lejos las bollas, y un poco de tierra. Las lanchas y los cayaks de los familiares de algunos nadadores nos echaban porras y nos marcaban la ruta. El movimiento del mar era taciturno, sólo tenía que nadar al ritmo del agua, dejarme llevar por la corriente y levantar la cabeza de vez en vez para no abrirme mucho.
Llegó el momento de pensar en aquello que había pensado pensar pero preferí concentrarme en la brazada, en estirar, en avanzar, veía cada vez más cerca la orilla, me sentía entera, ya había pasado la angustia de perder de vista a mis compañeras, así que me concentré en nadar más rápido. Me acordaba del coach, de sus recomendaciones, de sus entrenamientos. Pasé la última bolla y me encaminé a la meta. Llegué a la orilla. Cuando observé que podía caminar me paré en seco, me quité la gorra y los gogles, y crucé la meta. Al llegar me sentí un tanto desoncertada, toda la angustia de meses había acabado muy rápido, sentí que no me  había dado tiempo de nada, ni siquiera de saborear el triunfo. Busqué una cara conocida y vi a Estela enfrente de mí, atrás a Marce y después a Karla, llegamos con segundos de diferencia. Nos abrazamos, tomamos agua, nos pusieron nuestra medalla y nos dieron una naranja que me supo a gloria. Nos encontramos todos  los que habíamos competido bajo la sombra de una palapa, nos tomamos la foto del recuerdo y cada quien para su casa.
Han pasado varios días de esto y cada vez que lo cuento me siento más satisfecha de haberlo hecho. En verdad es una experiencia enriquecedora en lo personal, mística por el contancto con el mar, y metafísica por saberme tan vulnerable en medio de la nada. Es una de esas pocas veces donde me he dejado llevar, sabiendo que lo único que puedo controlar es que mi mente no me traicione y me impida llegar a la meta. A partir de ahora me declaro nadadora de aguas abiertas, ya tengo programadas las rutas anuales, ninguna será como la primera, pero en todas me confrontaré nuevamente.

9.12.09

De regreso a la ciudad

Regreso a la ciudad, después de un viaje express a Monterrey, con pensamientos removidos en lo general y en lo particular; es decir, en lo general me doy cuenta que la ignorancia de la gente (y me incluyo) es inconmensurable en prácticamente todos los ámbitos. En lo particular me doy cuenta que las prácticas cotidianas se resuelven con amor, compromiso y entrega. Para hablar de lo general no tengo palabras, de hecho todavía estoy absorta de lo que he vivido, de lo que he visto, y de lo que se puede comprender de las carencias y necesidades de la gente, tanto de los que pareciera ser tienen la vida "asegurada" en lo material, como de los que no tienen "nada". Para hablar de lo particular sólo es necesario darle rienda suelta a los sentimientos y dejar que el tiempo apasigüe las aguas.

26.10.09

Resistencia pacífica al aumento de impuestos

Hola a tod@s, les propongo lo siguiente para que los diputados y senadores nos hagan caso como ciudadanos. Está claro que las marchas y las protestas frontales no sirven para hacernos escuchar:

1. Hagamos boicot a los empresarios, al final ellos no pagarán más impuestos y, desafortunadamente, a ellos sí les hacen caso.
2. Dejemos de consumir lo que no sea indispensable para nuestra vida diaria: celular, internet, cable.
3. Dejemos de ir a los supermercados, regresemos a las tiendas de abarrotes y al tianguis.
4. Dejemos de comprar pan de caja (mejor conocido como bimbo), comida rápida, refrescos... lo que se les ocurra.

Ojo: no es una medida en contra del sistema económico, entiendo que debemos generar más ingresos, es una medida para que nuestros diputados nos hagan caso, tomen en cuenta nuestras solicitudes y nos entreguen cuentas claras del dinero que supuestamente van a "ahorrarse" con la desaparición de Luz y Fuerza; con el dinero que van a recabar con los impuestos.

Antes de pensar en subir impuestos (no estoy en contra de ello) solicito que:

1. Eficienticen la administración pública.
2. Revisen y disminuyan los salarios (incluídas prestaciones) de los diputados, senadores y consejeros del IFE.
3. Dejen de privilegiar a los empresarios para que puedan evadirse fiscalmente.
4. Disminuyan la partida electorera a los partidos políticos.
5. Disminuyan el número de senadores y diputados, no entiendo para qué necesitamos a 500 si las decisiones las toman una docena de ellos.

Con el dinero recabado:

1. Invertir en investigación, innovación y desarrollo tecnológico, social y humano.
2. Invertir en infraestructura turística.
3. Invertir en educación.
4. Invertir en salud y nutrición.
5. Invertir en seguridad pública.

Si estás de acuerdo, por favor reenvía a tus conocidos para empezar a presionar a nuestros diputados y senadores.

9.10.09

in trsansus paranoico

Hace una seaman nos robaron la casa, se llevaron las pantallas planas tan de moda últimamente (una que apenas empiezo a pagar, ya saben que lo mío son las cómodas mensualidades, parte de la tradición familiar); las computadoras; las joyas de Cata (junto con sus recuerdos); y la seguridad de sabernos resguardadas en nuestro hogar. Han sido momentos de angustia, de estrés y de paranoia, aunado a la deseperanza e impotencia de sabernos completamente desprotegidas por las instituciones de este país y por nuestro propios vecinos.
Me queda claro que cuando una es la víctima todos los demás son sospechosos, no por eso deberíamos empezar una cacería de brujas, pero desafortunadamente es imposible sentirnos vulnerables, sobre todo cuando los demás te señalan por intentar hacer cambios en el edificio (como cambiar la chapa de la entrada principal) o tratar de averiguar si alguien vio algo. Desafortunadamente (ya verán por qué) en este caso sí hubo un testigo(a) ocular, pero cuál fue nuestra sorpresa, que nadie quiere atestiguar por temor a represalias, eso sí, no dejan de mirarnos como si nosotras fueramos, al mismo tiempo, víctimas y victimarias.
Es muy curiosa nuestra actitud cuando estamos del otro lado, cuando no te ha pasado nada, cuando no han entrado a tu casa, cuando no te bañas pensando que posiblemente alguién pueda sorprenderte desnuda y mojada, cuando cualquier ruido te despierta en la noche, cuando llegas a tu casa y lo primero que haces es cerrar con llave (dentro de) para sentirte segura... Hace un mes yo estaba de ese lado, hace un mes robaron a la vecina de abajo, y, cuál fue mi reacción, sólo me limité a decir: "pobre, ya sabes, lo que necesites. Buenas noches".
Ahora me río, todos somos iguales, no queremos tener problemas y no somos solidarios. Ahora soy un número más de las estadísticas y ahora también puedo decir: "ya sé lo que se siente, no te preocupes, no vendrán nuevamente a la casa, ya no tenemos nada de valor"... Son palabras completamente absurdas para una situación que se ha vuelto tan natural y cotidiana, tanto que también nos atrevemos a decir: "qué bueno que no estaba en casa, si no quién sabe qué hubiera pasado" (sic).
En fin, ahora vivimos en un bunker (de papel), cambiamos chapas, pusimos una tercera, la cochera tiene dos candados para que no se lleven el carro (que sigo pagando), al salir nos tardamos cinco minutos en cerrar, lo mismo pasa al llegar... Nos asomamos a la calle esperando ver al sospechoso, confundimos a un motocicleta repartidor de periódico con el supuesto delicuente, cualquiera que se estacione a la sombra frente a nuestra casa nos está vigilando... No tenemos cabeza para más. Estamos exahaustas de tanta paranoia. Supongo que en unas semanas esta situación cambiará, de lo que no estoy tan segura es de que cambie nuestra forma de reaccionar a los problemas, ajenos y propios.

22.8.09

El viaje de la primeras veces


Aunque todo viaje implica siempre nuevas aventuras, ya sea por el lugar que vistas, el lugar en que te hospedas o las personas que te acompañan, este viaje en realidad fue único en su género porque por primera vez manejé sola en carretera, sin saber la ruta ni el tiempo que me tomaría llegar a Guanajuato (evidentemente hice más del esperado porque pasando Celaya tomé la federal en lugar de la autopista).
Cata me esperaba allá, ya había terminado de grabar y tendríamos tiempo para vacacionar juntas mientras terminaba el festival, así que sin pensarlo (de otra forma no lo hubiera hecho) cargué gasolina, conecté el ipod, compré agua y algo de comida, y atrevesé la ciudad. Ya en la carretera sentí cierta complacencia por haber burlado a mi mente racional y porque por primera vez fui a alcanzar a mi pareja (por el mero placer de estar con ella). No me importó que la carretera (la federal, me enteré llegando a mi destino) estuviera parchada y angosta; al contrario, me pareció extraño que estuviera tan abandona y, sobre todo, que nuestro expresidente no hubiera hecho una autopista cuando estuvo en el poder siendo él guanajuatense. Eso sí, el paisaje me pareció hermoso. Nada mejor como salir de la ciudad para sentir que estás de vacaciones, aunque sólo sea un fin de semana.
Llegando a mi destino tenía que pedir la llave del cuarto porque Cata estaba en una comida. Muy obediente me acerqué al mostrador de la recepción y, después de ensayar lo que tenía que decir (debía mentir sobre mi personalidad y hacerme pasar por ella), la señorita me preguntó: "¿es usted Catalina López?". A lo que yo contesté: "No, sólo voy a dejar la ropa"... Ups! me dije a mi misma, prueba no superada. Rápidamente le escribí a Cata para que me auxiliara mientras el guardia del hotel me escoltaba al cuarto para "dejar la ropa". Afortunadamente todo estaba previsto para que yo llegara, así que con sólo una llamada se aclaró la situación.
Ya instalada en el hotel, después de bañarme en tina y descansar un rato, por fin nos encontramos. Hasta ese momento me di cuenta que no sabía a qué había ido, pero ya no había vuelta atrás, así que hice acopio de todo mi buen humor, mi paciencia y mis ganas de pasarla bien porque finalmente iba como su dama de compañía. Así que, por primera vez me insatlé en una faceta que no conocía de mí: desprendida, liberada, segura y deshinibida. Esa noche cenamos con sus compañeros de trabajo en un lugar reservado para homenajear a Peter Greenaway (mi director de cine favorito por más de diez años), quien era, junto con su país, el invitado de honor del festival.
Sin saberlo, de pronto me vi rodeada de puros actores, algunos conocidos, otros no. Sin saberlo me enfrasqué en una rutina que duró tres días: de comida a cena, de cena a antro o viendo películas y cortos. Fueron tres días gratificantes por el hecho de compartir con Cata la experiencia de su trabajo y su profesionalismo; por darme la oportunidad de fluir, de "aventurarme" y de vencer mis propios prejuicios e inseguridades al grado que en una de esas comidas, donde la homenajeada era Carmen Aristegui, mi conductora favorita, hice acopio de mis fuerzas y me acerqué a saludarla y a rendirle pleitesía. Son pocas las personas a las que admiro, uno ya está muerto, la otra la tenía enfrente, así que después de dudarlo un poco, de sentir nervios infantiles como cuando estás frente a la maestra/o que te gusta, pedí que me tomaran una foto con ella (el autógrafo me pareció un exceso).
Por primera vez viajé sin ninguna expectativa, sólo por las ganas de hacerlo, por las ganas de estar con Cata.

25.7.09

Vacaciones en familia

Hace algunos meses escribí que ya no quería viajar sola, sino acompañada de gente que como yo disfrutara de una puesta de sol, de un buen café matutino, de un cena tranquila. Evidentemente esto no es posible cuando se viaja en familia, y menos a un club acuático, donde el resto de los vacacionistas también son familias con hijos, pocos o muchos, da igual. En estos seis días de "reposo" mi mente neurótica sólo pensaba en cómo se iban multiplicando el número de niños, adolescentes y adultos a mi alrededor, sin contar a mis cuatro sobrinos (que van desde los cinco hasta los veintiún años), mi hermana mayor y a mis papás.
Ahora que ya estoy en casa nuevamente, con mis cuatro gatos, y después de dormir por más de doce horas, cosa que no había podido hacer desde hace una semana, mi mente está más relajada y puedo ser más honesta conmigo y con la gente que me quiere: Verdaderamente disfruté de su compañía en estos días, a pesar de que no es el ritmo de vida al que estoy acostumbrada, me complace saber que pertenezco a un "clan" que, independientemente, de lo cercanos que estemos, podemos compartir una cena tumultuosa en un lugar ruidoso. A final de cuentas cada uno de los ahí presentes tenía una razón de por qué querer estar, para mí fue el placer de ver felices a mi sobrinos, de jugar con ellos en el agua, de comer juntos y de conocernos mutuamente.

24.7.09

Autobiografía V

La gata de Gloria tiró el vino sobre el libro de Pamuk. Fue un augurio para no terminar de leerlo, tanta descripción me tenía cansada, empezaba a leer sin atención y estaba empeñada en terminarlo. Gracias bobina por abrirme los ojos: me falta mucho por leer, mucho por escribir y mucho por vivir para poder hacer mi autobiografía. Prefiero dejar este ejercicio para un futuro y continuar escribiendo sobre mi día a día... Supongo que es una forma de ir escribiendo el pasado.

30.6.09

Autobiografía IV

Estoy leyendo un libro de Orhan Pamuk, titulado Estambul. Ciudad y recuerdos, donde el escritor narra sus vivencias infantiles, o por lo menos hasta donde voy. Podría decir que es un texto autobiográfico de un autor que no es de mis favoritos, pero que tiene un estilo impecable: trazos delicados e imágenes realistas (aunque los recuerdos son demasiado descriptivos para mi gusto); de una ciudad que me encantaría conocer, y de un género literario que estoy descubriendo.
Adentrarme en la mente de ese pequeño personaje me ha servido de inspiración para copiar un estilo, hasta que pueda encontrar uno propio (siempre he creído que para escribir debes leer mucho y redactar más; debes copiar, como hacen los pintores, o repetir una pieza, como hacen los músicos), hasta que la pluma se suelte, la hoja en blanco no de miedo y las ideas fluyan.
Puedo asegurar que esta es una de las primeras veces que conscientemente abro la puerta a los recuerdos de mi infancia: empiezo de la más sencillo, con los deportes en los que era buena, con las cosas que dejé de hacer y todavía me arrepiento (tocar el piando), o con los idiomas que espero algún día aprender (por lo menos quisiera poder leer en alemán); sigo con los lugares que he visitado, en los que he vivido; con las parejas, los amantes, los amores imposibles o los amigos que he tenido, que tengo y que tendré, más una infinidad de situaciones que todavía no alcanzo a aterrizar. A pesar de que ahora mismo me parece una labor titánica, el estado en el que me encuentro me provoca un gran placer, me hace moverme a mi escritorio, sin importar la hora o el día, para escribir. Escribir sin parar con el fin de evitar que una idea se me escape, que un recuerdo se pierda, que una palabra se olvide o que un gesto se borre.
En pocas palabras, el libro de Pamuk ha abierto mi caja de Pandora: sueño despierta con mis propios sueños, me invento mi propia historia, y construyo otra tan lejana de lo que es ahora que me hace pensar que una autobiografía, cualquiera que ésta sea, dista mucho de la realidad, por lo menos de la realidad de quien la escribe.

27.6.09

Autobiografía III

Si la memoria le falla, recurra a las historias familiares: desde ahora en cada reunión familiar intentaré que hablen de mi niñez, aunque no puedo pedir mucho porque mis papás son tan elocuentes como yo. Confío en que mi hermana Ana Laura, la mayor de los cuatro, quien me lleva nueve años, y quien más se acuerda de nuestra infancia o, por lo menos, se la inventa... de ahí mi frustración con la elocuencia, ella lo es en exceso. No es fácil crecer con alguien así, sobre todo cuando quieres ser escritora (aunque sea de ensayo literario), porque siempre tiene una historia mejor que la mía o por lo menos la cuenta con más sabor.
Recuerdo que cuando niños, íbamos muy seguido a la casa de campo que tienen mis papás cerca del Popocatépetl, y Ana Laura cada mañana nos levantaba para llevarnos de escursión. Evidentemente no escalabamos ninguno de los dos volcanes; es más, no caminabamos más de 10 km de la casa, pero sí nos llevaba a las casas abandonadas donde nos contaba historias de seres fantásticos, de brujas y gatos muertos, de enanos que vivían en casa de árbol. Pasaba más del medio día y regresabamos a casa hambrientos y con ganas de seguir soñando con el próximo viaje. Ninguno de ellos fue igual al anterior, siempre había cosas nuevas por descubrir en ese inmenso mundo de la mente de mi hermana. Hasta la fecha me sigue pareceindo extraordinariamente fantasiosa y envidiable.

Autobiografía II

Salió una convocatoria para un concurso de escritura autobiográfica, desde entonces no dejo de pensar cómo empezar a contar mi historia. No quiero iniciar con un cuento de hadas: "Erase un 19 de octubre de 1974 cuando nació una cachetona niña en un hospital de la ciudad de México..." Es más, no sé si quiero que la historia sea cronológica, prefiero jugar con los géneros literarios y con las fronteras textuales; tampoco quiero que parezca una prueba psicológica de esas que te ponen a hacer cuando vas a pedir trabajo: "Escriba su autobiografía", en dos hojas en blanco que, dependiendo del día, te alcanzan o te sobran, con la intención de analizar tu escritura y descartar que puedes llegar a ser un criminal en serie, un ladrón, o un irresponsable... como si de verdad la grafología funcionara al 100 % en todos los casos.

Autobiografía

Este no es un intento absurdo de escribir mi autobiografía, simplemente es la necedad de poner en práctica un ejercicio autorreflexivo de lo complicado que me resulta escribir sobre mi pasado debido a la falta de memoria y, principalmente, de creatividad. Siempre he creído que soy demasiado teórica para poder escribir ficción y por eso practico con estos intentos de semi-ficción autobiográfica.
Envidio considerablemente a la gente que sabe contar una historia elocuentemente, a la gente que se mueve armónicamente y, sobre todo, a los corredores que veo flotando en la arcilla cada mañana que me levanto, con mi pesado cuerpo (no porque sea gorda, sino porque soy arrítmica), a trotar en los Viveros. De hecho, este blog se llama "La gallina patuleca" en honor a la forma en como camino (ya se lo podrán imaginar). En fin, a pesar de mis carencias, casi siempre me rodeo de gente creativa y elocuente que me reconfortan, algo les he de aprender.



27.5.09

8x200

Pido a mis compañeras que salgan primero e inicio respirando cada tres brazadas para no quemarme en el primer 200. Logro terminar los cuatro primeros a buen paso y con la exigencia de disminuir el tiempo. Me toca ir al frente, llevar el grupo. No lo disfruto: no siento los brazos, las piernas me duelen y me falta el aire; empiezo a respirar cada dos, me duele el cuello, tenso el cuerpo y, en vez de bajar el tiempo, lo subo tres segundos. Intento recuperarme en el minuto de descanso para terminar el ejercicio, pero ya estoy desconcentrada. Me ha vuelto a ganar la mente, me siento cansada, perdida y sin ganas de seguir, sólo concluyo para no quedarme atrás, pero con otros tres segundos arriba. Al final, terminé con el mismo tiempo con el que inicié. Ya no es el timing el que me está fallando sino la complacencia: si me siento cansada bajo el ritmo; si me rebasan me irrito; si me tenso dejo de fluir. No me queda más que seguir estirando la liga hasta que reviente. A ver quién gana.

26.5.09

Vida en pareja

Negociar el espacio, el silencio y el tiempo es parte del cotidiano;
inventar historias para nuestro alter ego es mejor que la terapia gestalt;
reírnos de nuestros defectos nos ahorra el psicoanálisis;
nadar todas la mañanas nos mantiene relajadas;
jugar a la casita nos deja fuera del convencionalismo social;
dividir las actividades del hogar nos hace interdependientes;
criar cuatro gatos nos genera esperanza;
realizar nuestros proyectos nos provee seguridad;
dormir abrazadas nos da paz;
y ser cómplices nos mantiene juntas.
Así es la vida en pareja.

Tiempo libre

Llevo un par de semanas en la inercia de la inactividad intelectual que me tiene sorprendida porque siempre estoy elucubrando actividades para mantener mi cerebro ocupado. He de reconocer que esta es la primera vez que me reconforta dicha situación: no tengo dolor y no siento "culpa" ni "remordimiento" por no hacer, literalmente, NADA. Mi mente está distraída con banalidades: el programa de chismes de las seis, la camioneta que añoro comprarme y la competencia de las estacas. En estos momentos soy una completa autómata: me levanto a nadar, voy a la universidad, doy asesorías, espero que llegue la hora de comer, tomo café, veo la tele, ceno y me duermo hasta el día siguiente donde la rutina es exactamente la misma... Los budistas dirían que estoy empleando mal la teoría porque casi toda la vida nos la pasamos en stand by, el asunto es que por primera vez en mi vida soy consciente de lo maravilloso que es desprenderme de la presión de tener que producir, estudiar, investigar, trabajar. Claro que es abominable el pensamiento de "superación" y "éxito" que me ha forjado por más de 30 años, pero sería peor llegar a los 60 con la misma actitud. El asunto de todo esto, que es realmente el motivo de este texto, es que no puedo más, dos semanas son demasiadas para mí, ya no sé qué hacer con el tiempo libre; lo único que se me ocurre es decodificarlo, quitarle la etiqueta de "libre" y tomarlo como parte del cotidiano, donde no sólo los "afortunados" podemos hacer valer un derecho restringido en la sociedad contemporánea.

1.5.09

Recuento de los hechos

Las contradicciones de la epidemia:

1. Los gobiernos de Estados Unidos y México fueron avisados desde el 30 de marzo de la "gripe humana" (influenza porcina) por VERATEC Corporation (www.veratec.com).
2. La "gripe humana" es menos mortal que una gripe normal... ¿cuántos han sido los muertos confirmados en la ciudad de México, 7 o 22?

¿Quién gana con la epidemia?

1. El gobierno de Felipe Calderón.
2. La legalización de la marihuana.
3. Las farmaceuticas.
4. Los laboratorios internacionales.

A manera de conclusión:

1. Somos un pueblo vulnerable y mutable debido a la ignorancia.
2. Es necesaria una reforma educativa, de investigación y desarrollo en ciencia y tecnología.
3. Es necesaria una reforma para los medios de comunicación, especialmente la televisión... está claro que nuestros informadores son unos manipuladores de masas.
4. La solidaridad de la que presumimos cuando existe algún tipo de eventualidad natural (sismo del 85) o alguna enfermedad (gripe humana) es una falacia...ojalá fuéramos solidarios también en el cotidiano y no una "cubeta de cangrejos" donde el que sobresale es mal visto.

¿Cuál es la intención de generar pánico en la sociedad?

1. Hacer un estudio de comportamiento social para ver cómo respondemos a ciertas situaciones... es más barato que hacer grupos focalizados. Sólo falta resolver el motivo.

Finalmente, como bien dijo Maquiavelo: divide y vencerás...

27.4.09

The Shock Doctrine

Un documental sobre pandemias...no está demás tener otra visión.

la influencia de la influenza

He de confesar que el miedo de contagiarme de influenza me rebasó desde el día que me enteré del brote epidémico que ya había arrojado un número significativo de muertos en un rango de tiempo relativamente corto. Miedo que seguramente es parte de la histeria colectiva que se vive en estos días donde la ciudad prácticamente está en una calma sobrecogedora que me recuerda un tanto a la película de Visconti (basada en el libro de T. Mann) si no fuera porque las personas, las pocas que se atreven a salir, andan con tapabocas; lo que se traduce en una imagen un tanto posmoderna que me remite a las películas de ciencia ficción que narran el fin de la humanidad... Entiendo que mi analogía de lo que hoy se vive es un tanto absurda y alarmista pero no fue sino hasta hoy que pude detener mis pensamientos hiponcondriácos y ver la realidad desde otra perspectiva: ¿cuál es el trasfondo de esta situación a nivel político, social y de salud? ¿Por qué desde que tengo uso de razón el gobierno no había suspendido las actividades, no sólo escolares, sino culturales y deportivas para evitar el contagio masivo de un virus que supuestamente estaba controlado?
Para contestar estas preguntas sólo se me ocurre que (1) el gobierno está tratando de desviar la atención de una situación en particular (sólo por mencionar un ejemplo, el más obvio: el próximo viernes es el día del trabajo y el desempleo va en caída perpetua... evidentemente no se podrán realizar marchas ese día); (2) la "eficacia" con la que el gobierno federal y local han respondido a esta emergencia se traduce en más votos para algún partido en particular en las próximas elecciones, o a la falta de instituciones de salubridad que puedan responder a este tipo de eventualidades; (3) El número de muertos por la influenza es infinitamente menor a la suma del número de asesinatos en la frontera, al número de mujeres asesinadas en Juárez, y al número de periodistas asesinados en lo que va del año, ¿por qué el gobierno no responde de igual forma ante estas muertes? (4) ¿Cuántas enfermedades "erradicadas", como el sarampión y/o la tuberculosis están latentes actualmente y pueden convertirse en epidemia? (5) No es una norma, pero ¿por qué el mayor número de muertos son los que menos recursos tienen? (6) ¿Qué influencia tienen los medios de comunicación en la sociedad tanto para generar miedo en la población como para colaborar con la Secretaría de Salud e informar adecuadamente de la situación en la que nos encontramos?
Lo cierto es que puedo seguir con una larga y abrumadora lista de hipótesis y de preguntas que no tengan respuesta en el corto plazo, lo que sí me queda claro es que este problema desata, nuevamente, la falta de voluntad política para resolver los problemas necesarios, y no "urgentes", del país como es la inversión en educación, investigación y desarrollo de ciencia y tecnología (no es posible que los laboratorios mexicanos no hayan dado con el virus, sino que hayan sido Canadá y Estados Unidos quienes confirmaron el brote epidémico antes que nosotros); así como dos problemas latentes desde hace muchos años: la falta de seguridad social y de servicios de salud que satisfagan las necesidades básicas (por algo debemos empezar) de toda la población.
Espero que este brote epidémico abra la puerta a nuevas formas de resolver los problemas (de salud en particular y de educación en general) que azotan al país, y no se quede en el recuerdo de una histeria colectiva infundida por los medios de comunicación.

21.4.09

modernidad incompleta...cuánta razón tenía Habermas

Me río de los enconos, las triquiñuelas y las barbaries que se escuchan en este país. No es posible que la nota del día (de ayer) haya sido la captura de un (algún, da igual) narco en un bautizo, el mismo que se manifestó en contra de la permanencia de los militares en Michoacán, o que le den la nota del día (de hoy) al obispo de Durango, quien, sin nigún tipo de inflección en sus palabras, dice concer (vox populi) el paradero de otro narco, supuestame uno de los más buscados por el gobierno federal... Me detengo un momento y apelo a la lógica de la información: ¿si dicho obispo sabe dónde está el narco, acaso el gobierno no lo sabe? Perdonen el tono de mi pregunta, pero no salgo del asombro; tal parece que me han (nos han) vuelto a dar atole con el dedo después de escuchar tan bellos discursos de Calderón y Obama que indicaban (o quizá interpreté mal sus palabras) que la lucha contra el narco [sic] ahora sí iba en serio. Eso sin mencionar la reaparición de nuestro culto y bien informado expresidnete de la República: el señor de la botas, quién a sabiendas de lo que dice el Vaticano de su persona, se atreve a tachar de "locos" a los diputados; mientras éstos, ni tardos ni perezosos, le reviran con otro tipo de calificativos similares. No cabe duda que el 2009, como cualquier año electoral, se ha vuleto una berbena popular donde el que se mueve -o se queda callado- no sale en la foto. Tal pareciera que el destino de nuestro país sigue siendo la pertencia a esa modernidad incompleta (según Habermas) que los surrealistas abandonaron hace muchos años, no así nuestros goberantes, a quienes tal parece no les ha quedado claro que vamos retrazados en el brinco hacia la posmodernidad (por lo menos cuando se habla de un estado de derecho y democracia), para lo cual es necesario deshacernos de nuestras lógicas de pensamiento y conformar nuevos fundamentos donde el ser participe como sujeto histórico social; es decir, donde cada quien se haga responsable de sus acciones, no como individuos, sino como colectivo.

20.3.09

Ahora quiero viajar acompañada

Para Cata

Hay dos situaciones que disfruto enormemente por el simple hecho de saberme lejos de mi rutina: estar de vacaciones y viajar, no importa a dónde, pero sí con quién. De niña viajaba "en familia" gracias a que mis papás tuvieron a bien llevarnos a conocer gran parte de la República, de sur a norte, pasando por el centro: playas, montañas, más playas, desierto, ciudades coloniales, entre otros lugares hermosos que mi memoria no alcanza a recordar en su totalidad. Cada verano era un destino nuevo, algunas veces en carro, otras en avión, daba igual, el punto medular era salir de viaje juntos y pasar dos semanas jugando, comiendo y tomando el sol sin ningún tipo de preocupación.
Después vinieron las vacaciones en la playa con mis amigos de la prepa, ya fuera Guerrero o Oaxaca. Viajes de poco presupuesto —en una ocasión llegamos a dormir hasta ocho personas en una casa de campaña— en lugares paradísiacos donde nos limitabamos a descansar, comer y beber. Fue una época de grandes descubrimientos, de quererle ganar tiempo a la experiencia y de disfrutar con insolencia el paso de los días.
Con la mayoría de edad empecé mis viajes sola, primero un curso de verano en Londres, supuestamente para practicar mi inglés. Muchos años después decidí cambiar de residencia e irme a vivir a Barcelona, también para estudiar, aunque esta vez sí me apliqué. Al año regresé a México. Desde entonces he ido y venido, las vacaciones ya no son vacaciones, sino viajes académicos, ya fuera para revisar la tesis, para hacer investigación de campo o para asistir a congresos. He pasado de la vacación familiar a lo que se conoce vulgarmente, y mal empleado, por "turismo académico".
No había reparado en ello hasta ahora que viajé a un congreso en Morelia acompañada por mi pareja y dos amigas. Una de ellas consternada se preguntaba por qué no caminaba, conocía los museos, las iglesias o me subía al turibus; mientras lo único que yo quería era sentarme en los portales a observar a la gente, la catedral, los carros, las avenidas; lo único que quería era estar, descansar sin la premura de conocer los lugares de culto o de cultura. Con lo que tenía de frente era suficiente. Sin embargo, su preocupación era real porque no todos viajamos de la misma forma.
Afortunadamente me quedan muchos viajes académicos por hacer, la profesión los demana, sólo que ahora ya no quiero viajar sola, sino acompañada. Ahora deseo compartir lo que veo, lo que siento, lo que huelo, no importa desde donde, pero sí con quién: con una persona que, como yo, disfrute un paseo corto, una conversación lúdica, un silencio interminable, un café matutino, una cerveza al medio día y una cena típica.

21.1.09

Obama: la representación del poder blanco

Después de varios días de descanso retomo el blog con un asunto meramente político que he trabajado durante varios días, podría decir que desde el momento en el que Obama ganó las elecciones. He de reconocer que primero me dio gusto, después dudé de mi euforia. Actualmente considero que nos están dando atole con el dedo, por mencionar, de la manera más popular que conozco, el hecho de que un negro sigue siendo negro, aunque sea presidente del imperio; situación que no cambia ni la discriminación ni el racismo ni la xenofobia que ha permeado la convivencia entre culturas, personas, razas y etnias disímiles a lo largo de la historia de la humanidad. De tal suerte, vaticino —y acepto apuestas— que los primeros cuatro años de gobierno del presidente Obama servirán para pagar favores –como sucedió con Fox—; es decir, para poner en puestos de poder a todas aquellas personas que cedieron sus lugares (prestigio, trayectoria, popularidad), como Hillary Clinton, para que él ganara las elecciones; así como para revertir la pérdida de influencia ideológica estadounidense, a nivel mundial, después de librar, por varias décadas, un batalla sin fundamento contra el terrorismo. En este sentido, la figura de Obama se erige como el ave Fénix, pero su actuación como líder se verá restringida a una simple representación del poder porque no tendrá la facultad de hacer cambios, como quedó demostrado en el discurso de toma de posesión, donde tanta cautela en sus palabras sólo refleja la ausencia de una postura política particular que realmente se incline por generar cambios estructurales, sistemáticos e institucionales en el país vecino que beneficien no sólo a sus ciudadanos, sino también las relaciones con los otros.
Ahora bien, más que sorprenderme la euforia de los estadounidenses —es incluso de esperarse cuando existe un vacío de líderes en el mundo y después de una debacle económica— me indigna que la euforia de un pueblo desmerezca la memoria de otros, como sucede en nuestra sociedad, donde hechos similares pasan desapercibidos. El ejemplo más reciente es la llegada de Fox al poder, después de setenta años del PRI en el gobierno, que marcó una ruptura política con una elite social, pero no arrojó mejoras significativas en la calidad de vida de la mayoría. Un ejemplo previo es el mandato de Benito Juárez en el siglo XIX, época de gran inestabilidad social, y fuertemente influenciada por ideologías extranjeras, que limitaban la actuación de los indígenas a seres de segunda clase —circunstancia que desafortunadamente no ha cambiado en la actualidad. Aunque esta situación es la menos importante si consideramos que la mayor parte de los mexicanos no tienen memoria y son fuertemente influenciables por los medios de comunicación; en este sentido, lo verdaderamente grave es que participemos en la fiesta de un país que nos ha dominado por siglos sólo por el simple hecho de que un negro llegue al poder.
Mi posición, como se puede observar, es pesimista en su totalidad, pero eso no me limita a creer que después de estos primeros cuatro años de gobierno, después de que le hayan cobrado con intereses todo el dinero invertido en la campaña, Obama sea tan perseverante como para reelegirse y genere los cambios sustanciales que no sólo espera, también le demanda, la sociedad mundial, en beneficio de la humanidad en general.