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14.1.16

#223

Ahora que he decidido despabilar y salir a convivir con la gente, me duele explicarles México. Intento hacerlo lo menos lastimoso posible pero al final tanta realidad es abrumadora: la corrupción, el narcotráfico, la ausencia de un estado derecho, la ausencia de una base social cohesionada que vele por los derechos de la comunidad, la ausencia de partidos políticos que defiendan un proyecto social y público, la violencia introyectada en mi propia experiencia a pesar de mi posición medianamente acomodada en una sociedad desigual. Todo ello se me cruza al momento de explicar México, al final no puedo evitar sentir el sabor amargo de la vuelta. Aunque insista en vivir al día.

5.1.16

#215

Mientras me bañaba, después de hacer la clase de yoga, esto es importante mencionarlo porque ahí se van fraguando muchos de mis pensamientos inconscientes que le dan rienda suelta a mis deseos, contrario a lo que supongo debe hacer el yoga, es decir, dejar de desear... En fin, mientras me bañaba pude visualizar mi futuro: ser "fichada" por una universidad cualquiera o un organismo internacional cualquiera (entiéndase fichada como fichaje de un futbolista, por ejemplo) con un contrato determinado y un sueldo asegurado por n cantidad de años para investigar, viajar, dirigir tesis, dictaminar libros, publicar, dar conferencias y todo lo demás que hace normalmente un académico, pero sin tener que estar anclada físicamente a una ciudad. Una idea estupenda, pensaba, mientras me imaginaba viajando por el mundo con todos los gastos pagados, lo que a su vez me permitiría tener tiempo para reflexionar y contemplar, hacer tertulias filosóficas y creativas con mis amigos más cercanos, intercambiar experiencias estéticas al cruzar fronteras... Salí de la regadera, me sequé, abrí los ojos y pensé, pero si es un deja vù, es justamente lo que he hecho los últimos diez años de mi vida... ¿Qué más se les puede pedir a los #reyesmagos?!!! Mmmm... Una reina!



23.12.15

días de fiesta

Si en México me sentía cada vez más fuera de lugar con las fiestas decembrinas de la tradición judeocristiana, ahora que estoy en Barcelona no las siento. La familia, especialmente mis papás, son el último eslabón del anclaje a eso que no entiendo porqué se debe celebrar, y ahora que no estoy cerca de ellos, pues no me siento en la obligación de celebrar nada. De hecho me gusta no tener que pensar en ello. Demasiado pensar y poco sentir, dice mi terapeuta. Pero no es porque sea una mujer no creyente, sino porque creo en muchas cosas y creo que se debe venerar todo lo que nos hace estar vivos, incluyéndonos a nosotros mismos porque transitar por este camino tiene lo suyo, y no es una afronta sencilla. En fin, desde que llegué hace unos días he huido de las zonas comerciales, aunque con la crisis en España, los comercios todavía no se reponen del todo y es un poco más notoria la necesidad que tienen de vender en estas fechas. Hoy, por ejemplo, recibí una tercera llamada del centro de yoga, al que me asome a preguntar por su tarifas, de la vuelta de la casa donde me estoy quedando para decirme que aproveche las ofertas de diciembre. Eso hace unos años hubiera sido impensable en la ciudad del "tú mismo". Cuando por primera vez me dijeron "tu misma", como respuesta a una pregunta cualquiera como "no volvemos a ver pronto", entendí que aquí se iba a lo suyo, o a lo propio. Ayer (otro ejemplo) caminando por el Born, uno de los barrios más fancy, hasta hace algunos años, nos "invitaban" a entrar a los bares semi vacíos. En otra época, si hubiéramos querido beber algo, tendríamos que haber esperado para entrar a alguno de esos sitios. Supongo que las fiestas cambian año con año, según el ánimo de la gente. Lo que me queda claro es que estos días de fiesta responden, con intenciones fidedignas en muchos casos, a la economía mundial. Esperamos diciembre para cobrar el aguinaldo, para comprar regalos, hacer regalos y recibir regalos. No existe nada menos artificial que esto. Por eso propongo que estos días sean de guardar y si no se puede, pues pensar que son días de juntar, juntar alegrías y no esperanzas.