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19.10.24

Qué decir de cuando se llega a los 50 años

Hoy cumplo 50 años y aunque no lo creí en su momento, los 50 son los nuevos 30. Si hace 20 años no pensaba en llegar a esta edad, ahora tampoco pienso en que el pasado fue mejor. Cumplir años es superarse día día, una superación dialéctica, donde a veces avanzas un paso y retrocedes tres, hasta que te das cuenta que aquello con lo que creciste toda tu vida no es real. Te dicen que hay que buscar el amor, la felicidad, el éxito. Con los años sabes que nunca se encuentra porque nada de eso se busca, en todo caso lo procuras. Aunque parecen oraciones hechas, lugares común, eso que luego cuestiono del coaching, pues sí, ahora que cumplo 50 sé que hay muchas frases hechas que cobran sentido con el tiempo, con la edad. Una de esas, un gran aprendizaje de hecho, es que "el tiempo lo cura todo", o casi todo. Cura la tristeza, el dolor, el trauma, pero no lo cura por ósmosis, sino que, y aquí viene la parte a veces no tan divertida, hay que comprometerse y mucho. Comprometerse con conocerte a ti misma, otra frase trillada, conocer lo que duele y nombrarlo; conocer, experimentar, sentir lo que da alegría y nombrarlo; saber pedir perdón, reconocer los errores, que son muchos a lo largo de la vida, reconciliarse con la frustración, con la expectativa, con la muerte de un ser querido incluso; saber que lo que haces, dices, piensas te afecta y afecta al entorno. Con los años aprendes a cuidar las palabras para no herir-te, aprendes a escoger las batallas y a no quedarte callada, pero sobre todo aprendes a dejar ir conocidos, colegas, familia, lugares, trabajos. Soltar los silencios que incomodan, los juicios de valor y las críticas que lastiman. 

Con mis 50 años recién cumplidos abrazo a mis otras yo que he sido en cada década, a cada una de ellas las honro, las amo, las veo en la película de mi memoria y no cambio nada. Puedo decir sin temor a equivocarme que he hecho con estos 50 años lo que he querido y más de lo que he deseado, quizá, precisamente, porque nunca desee nada, nunca me imaginé llegar a esta edad, solo me dediqué a vivir al día, a viajar, a conocer el mundo, a leer, a escribir, a amar, a nadar, a jugar, a compartir. También sé que no llego sola, son muchas las personas que me han acompañado y a todas ellas les agradezco nunca soltarme, ofrecerme un lugar en su corazón, en su vida, en su estar en el mundo. 

Medio siglo se dice fácil, pero en el medio siglo de hace cien años pasaron dos guerras mundiales. A veces perdemos noción de lo que es la vida y estar vivos, por eso hago este ejercicio de escritura a manera de corte de caja. En medio siglo les cientos de libros, escribes miles de palabras, nadas n cantidad de kilómetros, duermes cantidad de horas, trabajas muchas más, respiras millones de veces, se regenera la piel, las neuronas y el alma n cantidad de veces. Con cada arruga, con cada cana, con cada lágrima derramada, con cada cicatriz, se engrosan los afectos, ya sea para que te vuelvas más o menos sensible. La sensibilidad que te permite observar las hojas que caen en otoño, escuchar el agua correr con la lluvia, reconocer la alegría del perro cuando llegas a casa y disfrutar del café en la cama. Con medio siglo detrás tienes una historia que contar, tienes una vida hecha y tienes un futuro por delante. Hoy cumplo 50 años y puedo decir, sin temor a equivocarme, que soy una mujer plena, realizada y amada. 

24.8.24

Agrado

A mi hermano le gustaba agradar

lo conseguía con su sonrisa 

Con su carisma 

Nada que ver con Agrado

El personaje de Almodovar en Todo sobre mi madre

Cuando mi hermano me preguntó por un nombre para su hotel

No dudé en decir Agrado

El nombre propio que resignificaba

La reminiscencia de nuestra estancia en Barcelona 

La dignificación de nuestro trasvestismo migrante

El agenciamiento político que vino con nuestra libertad fuera de la casa familiar 

El reconocimiento a nuestra homosexualidad 

Una recordatorio de la responsabilidad de llevar al otro

Al huésped, al solitario, al que está por venir 

Como alguien más lo hizo con nosotros 

Con su muerte, la de mi hermano,

a diferencia de lo que le sucede a Agrado,

el personaje de Almodovar,

Agrado dejó de ser un nombre propio para convertirse en un nombre común 






Creencias

Dejé de buscar respuestas en las creencias de los otros 

Por años vagué entre dogmas, cosmovisiones y relaciones diversas

Dejé el laicismo y me volví agnóstica

Dejé los rituales de iniciación 

hinduistas, budistas, cristianos, mexicas

incluso los del amor cortés

Aunque me hubiera encantado probar con los rituales 

órficos, pitagóricos y sáficos

Dejé de buscar respuestas en las creencias de los otros 

Porque me encontré conmigo

En un sueño:

Desde la orilla de la piscina cubierta de lirios observaba

A una bebé de meses que se hundía 

Me tiré al agua sin dudarlo

La tomé de las manos  

Para rescatarla del fango en el que ya reposaba inherte

Subimos a la superficie 

La recosté en mi pecho

Respiramos juntas

Dejé de buscar respuestas en las creencias de los otros 

Porque me encontré conmigo 







22.8.24

Desvanecimiento

Mi temor más profundo se hizo realidad

me desvanecí

un par de veces:

bajé el switch

El cuerpo reciente lo que no se dice

sudoración fría

palpitaciones aceleradas

El cuerpo reciente la tristeza

la mandíbula se contrae

la vista se nubla

El cuerpo reciente el trauma

no del presente

el que se hizo costra

alrededor del corazón

Respiraciones cortas

apneas incluso

no llega sangre a la cabeza

El cuerpo reciente la frustración

se desconecta

Me gusta la analogía si la pienso en inglés

un-plug

El desvanecimiento no da tregua

caes simplemente 

pierdes la conciencia en segundos

La primera vez, al volver en mí,

me rodeaban las caras de gente conocida

que entre risas, sorpresa y espanto me preguntaban 

si estaba bien

No supe qué contestar

pero a partir de ese día supe que estaba rota

Deshidratación, estrés, falta de sueño, ansiedad

posibles causas del desvanecimiento

dicen los médicos

El desvanecimiento es un síntoma

del quererse morir en vida

que el cuerpo rechaza

e inmune reacciona

hasta que de un día a otro

la misma sensación de desvanecimiento

se desvanece

Mi peor temor se hizo realidad más de una vez

y ahora sé lo que es estar viva


21.8.24

Popocatépetl

Por tus faldas rodamos

Guerrero invencible 

Risas

Infancias

Familias

Hundidas en los mantos de arena negra y fina

Vencimos al emblemático volcán de los paisajistas

Tocamos la nieve

nos asomamos por la ventana del cielo 

proyectamos un futuro 

Que se esfumó 

Con tu muerte 

La del guerrero herido 

La del hermano asesinado

La de los silencios y secretos de familia 

Contigo murió aquello que sembramos 

Empezando con el árbol de la casa de campo 

Un presagio 

Las cenizas del volcán nos cubrieron 

Ocultaron los afectos que estaban prohibidos entre hermanos 

Pero latentes como un volcán vivo

Tu muerte las dispersó

Los susurros del inframundo subieron a la Tierra 

La familia se rompió en un hechizo 

El hechizo de preferir el silencio a la justicia 

El guerrero invencible dictó sentencia 

Nunca más pudimos volver a subir a la cima

Ni ver el cielo desde la ventana del volcán 

Ni verte a ti ni a la familia que fuimos 

quedan las huellas cubiertas por la ceniza

Y nadie las quiere limpiar 



20.8.24

Amistad

Volar alto
recorrer el tiempo
reír en la arena
de los recuerdos

Infancia 
referente incondicional
de la amistad inocente
añoranza perenne
que con los años se transforma en exigencia
de aquello que no aprendimos a dar

el tiempo
los afectos
la generosidad
la hospitalidad

Vorágine de deseos condicionados

¿Dónde queda la política de la amistad?

La amistad imposible 
la amistad del tener que llevar-nos
[como Sísifo]
en la atemporalidad de cada relación
incluso cuando la amistad
se ha ido





Monotonía

Mientras camino con los perros

siento la monotonía 

mismo horario

misma rutina

Los perros son seres rutinarios

como nosotros los humanos

Mientras camino con los perros

siento la monotonía de la monogamia

del matrimonio

de compartir el día a día

de planear en conjunto

Mientras camino con los perros

siento la monotonía del paso de los años

de la estabilidad anelada

de la realización empeñada

Mientras camino con los perros

observo los árboles

siento el aire frío 

de madrugada

en la cara

habito la monotonía

como se habita el hogar




Trabajo de duelo

El tamaño del dolor

título del libro

de un escritor kosovar

ya muerto

Epitafio de un poema

¿De qué se duele

el doliente

en el duelo?

¿De la pérdida

de la tristeza

del dolor

del trauma?

Nunca se sabe

con certeza

de qué tamaño es el dolor

del doliente

salvo cuando deja

de doler

¿Es absurdo?, sí

el duelo es lo más absurdo

del estar sin estar

en vida

Puertas de nostalgia se abren

se cierran 

en cada duelo

siempre uno distinto

un dolor y un doliente nuevo

Nunca se aprende a sobrellevar el duelo

nunca llega la "pronta resignación"

es solo una frase hecha

un convencionalismo

¿De qué dimensión es el

dolor del doliente?

De la dimensión de los que ya no están

de los que están muertos.


19.8.24

Silencio

La depresión 

es silencio

que oculta

lo más doloroso

del ser siendo

La depresión

es estar

sin saber cómo

topologizar

cronometrar

el tiempo real

no así la realidad

de lo otro

La depresión

se mide

en silencio

Puedes vivir  años

sin la autoconciencia de sí

hasta que

un día

después de habitar

las ausencias

las fugas

los hoyos negros de la memoria

y la descorporización del mi

[mi cuerpo, mi goce, mi deseo]

empiezas a 

imaginar un futuro posible

también en silencio

El futuro posible de quien escribe

deja rastro

e inicia el resto del viaje

nuevamente en silencio



Piscina

Piscina:

me gusta más que

alberca

Piscina:

fonética

y morfología

del agua contenida

Piscina:

estado meditativo

contemplativo

Navegar en hipnosis

tocando los bordes

de la piscina

como pez en el agua

Una tautologia


¿Para que nos entrenamos?

Nos entrenamos para vivir

casi nunca para morir

Nos entrenamos para ser felices

sin saber mentir

Nos entrenamos para sobrevivir

incluso a costa de la libertad

Nos entrenemos en el arte de amar

sin intentar seducir

en el arte de la política

con intención de persuadir

en el arte de la amistad

sin responsabilidad

Nos entrenamos para competir

sin aprender a perder

Nos entrenamos 

¿Para que nos entrenamos?

¿Nos entrenamos 

o nos condicionamos

a ser 

lo que no somos?




Incondicionalmente

Amar incondicionalmente 
a los perros 
as amar lo que somos

Amarnos 
a través de los perros
es amarnos incondicionalmente

Los perros aman
incondicionalmente
Aman lo que son





12.7.24

Manifiesto de una disminuida neurodivergente y perimenopausica

Voy a cumplir cincuenta años en unos meses más. La edad nunca ha sido un factor determinante en mi elección de vida. No me siento joven no me siento vieja. No vivo en función del convencionalismo social ni del cómo te tienes que ver en determinados sectores profesionales en los que me desarrollo. 
Con los años he aprendido a escuchar a mi cuerpo y a actuar en función de ello porque he experimentado ansiedad la mayor parte de mi vida. Una ansiedad funcional que, hasta hace unos cinco años, posterior al asesinato de mi hermano en 2019, se volvió un padecimiento de salud mental. De la mano de la ansiedad, el trauma y el trabajo de duelo, del que he escrito mucho en este espacio, la depresión también se hizo presente. Los últimos tres años, por lo menos, puedo decir sin temor a equivocarme que he vivido como una disminuida neurodivergente y perimenopausica. 
¿Qué cambia con la (peri)menopausia? Todo. La manera de ver, ser y estar en el mundo se vuelve tan caótica como cuando eres adolescente. En estas dos etapas de la vida, y aquí me voy a referir exclusivamente a las mujeres que nacemos con órganos reproductivos de hembras porque es el cuerpo que he vivido y conozco y del que puedo hablar, sufrimos todos los cambios posibles. A algunas les puede ir muy bien, a otras no tanto. Lo complicado es que los cambios afectivo-corporales llegan para quedarse y muchas veces no sabemos cómo gestionarlos. 
La primera ayuda que los y las médicas sugieren siempre va a ser un fármaco, terapia de reemplazo hormonal o antidepresivo más ansiolítico. Una solución que obviamente enriquece a las farmacéuticas. En esta primera etapa de buscar el fármaco ideal se te puede ir la menopausia, los diez años que en promedio dura. 
¡Diez años de nuestra vida adulta! Los diez años que podrías dedicar a ser una mujer plena que ya sabe lo que quiere en su vida se ven trastocados por la disminución (de ahí que nos volvamos disminuidas) en la producción de hormonas. Ya no sientes las mismas ganas de levantarte, te duelen las articulaciones, se ensanchan las caderas, un enfermedad se engarza con otra, el dinero se te va en ir al médico, en comprar medicinas, vitaminas y suplementos alimenticios. Algunos te funcionan mientras que otros, como en mi caso, te causan hipersensibilidad y agravan los síntomas. Atinarle al fármaco se vuelve una ruleta rusa, mientras que el estado de ánimo se trastoca.
Los afectos se trastocan, sientes enojo con el mundo, intolerancia con la gente que te rodea, tristeza, rechazo, alegría, felicidad, depresión, ansiedad en un mismo día. Cambias de ánimo tanto y tan rápido como cambia el clima en la Ciudad de México. En un solo día de verano amanece frío, se siente humedad con el paso de las horas, hace calor al medio día y llueve torrencialmente en la tarde. Si sales temprano de tu casa tienes que llevar el guardarropa entero o aprender a vivir ligera. Yo me decanto por lo segundo. Con la (peri)menopausia hay que aprender a vivir ligera. 
Si en la adolescencia la gente mayor te veía como un ser indescifrable, irascible, pero al que se le podía todavía controlar, con la (peri)menopausia ni una misma es capaz de saber de qué humor vas a amanecer, aunque nadie te puede controlar; en el mejor de los casos te tiran de a loca o te dan el avión. En ambas etapas de la vida se evidencia la carencia de un cuidado de la salud mental, tanto de las personas que están pasando por alguna de estas etapas, como de las que las rodean. De ahí que sea fácil dar consejos que hemos heredado de siglos atrás: no te enganches, no veas solo el negro en el arroz, no hagas caso si ya sabes como es, es normal, déjalo pasar. Estoy tan cansada de esta cultura de no hablar las cosas que nos molestan, de no ser directos con la otra persona, de no exigir una escucha atenta, de no ser generosos afectivamente que al final sólo queda vivir ligera con las consecuencias que ello traiga.
La conclusión a la que llego es que con la (peri)menopausia que experimentamos en la vida adulta, ya sea que nos decantemos o no por los fármacos, es que hay que mandar todas las aspiraciones impuestas por una sociedad heteronormada a volar. No te tienes que ver joven, no tienes que traer el cabello largo si no quieres, no tienes que andar arreglada si no te gusta y nunca lo has hecho, no te tienes que maquillar ni usar ropa de marca. 
Con 50 años y en la perimenopausia  no tienes que ser ni la más exitosa, ni la más realizada, ni la más rica, ni la más guapa, sólo tienes que ser tú. Pequeño problema, cuando se ha vivido toda la vida tratando de cumplir las expectativas de la familia, de las parejas, de los colegas, de los amigos, la confusión de los cincuenta años no es precisamente por las hormonas, sino porque posiblemente nunca has hecho realmente lo que has querido ser. El pretexto de ser una disminuida te da la oportunidad de rehacer, desandar la frustración acumulada, romper o poner distancia con la familia heteroparental y de coincidir con esas otras personas que como tú también son unas disminuidas por ser lo que son, sin filtro.
———
Disminuido es también una categoría que propone uno de mis estudiantes de filosofía (link: https://ecologiadelafecto.blog/2024/06/05/carta-de-un-disminuido-a-un-monstruo/). En este texto no empleo la categoría de disminuida en los términos ni las experiencias de vida de alguien que nació con parálisis cerebral, sino como un proceso de disminución de la producción hormonal en el cuerpo de una mujer y en su potencia de afectar y ser afectada. 

28.5.24

Entrenando para un 5K en alberca

Este año cumplo 50 otoños y decidí celebrarlo haciendo lo que más me gusta: nadar y escribir. Afortunadamente ya empiezan las vacaciones de verano en la universidad y el siguiente semestre tengo medio sabático, de otra manera sería casi imposible disfrutarlo, para ello necesito tiempo libre. 

El reto a vencer: nadar 5K, cinco mil metros en alberca de 50 metros en una sola sesión, y escribir cada día de entrenamiento una entrada en este blog. Evidentemente no empiezo de cero, he nadado y escrito toda mi vida, pero los últimos años he sido bastante poco constante con los entrenos y la escritura. 

Primeros pasos:

1. Tener una meta clara y realizable en el tiempo deseado, da igual si eres nuevo en la natación o no.

2. Decidir si quieres entrenarte en solitario o en grupo. Los seres humanos somos animales de manada y nos gusta hacer cosas en conjunto. Entrenar en grupo, sin duda, favorece la motivación, la competitividad, especialmente cuando cuentas con un entrenador que media y resuelve los conflictos que se pueden llegar a dar dentro del grupo, al tiempo que te reta en lo personal para mejorar tanto en técnica como en el aspecto mental.

3. Si te decantas por entrenar sola, como yo lo hice, la motivación también debe ser muy clara y quizá algo que puede ayudar consiste en comprender que la natación, a diferencia de los deportes de grupo, siempre es en solitario: sintiendo el agua, escuchando el silencio y silenciando el aburrimiento, el cansancio, incluso la frustración.

4. Decidir si quieres tener un entrenador presencial o a distancia. Yo me decidí por uno a distancia, después de entrenar con varios en presencial. Encontrar un entrenador no siempre es sencillo, por eso no tengas temor a dejarlo si no te sientes cómoda con su actitud o con los entrenamientos que te pone. Nadar debe ser un disfrute no una obligación.

5. Confiar en tu entrenador: tener buena comunicación, que esté al tanto de tus avances y, sobre todo, que no te desaliente con comentarios como "no eres suficiente buena", "tu técnica no es la mejor", "no eres dedicada", "no lo vas a lograr", "te falta entrenar", etcétera. Si te topas con un entrenador/a de este tipo, recomiendo que salgas corriendo de inmediato. 

6. Tener una rutina de entrenamiento; es decir, estar consciente de la hora y los días que vas a nadar y el equipo que vas a necesitar en cada sesión. 

7. Estar consciente que cada entrenamiento va a ser bien distinto al anterior. Algunos días sentirás que eres una mantarraya, otros una tortuga: ambos animales de mar saben sacar provecho a sus habilidades.

8. Escuchar y conocer tu cuerpo. Aunado a estos dos retos, agregaría uno más: el hecho de estar en modo perimenopáusico y lo que supone la montaña rusa hormonal que he experimentado los últimos años, un claro indicio de que mi cuerpo está cambiando drásticamente y me tengo que acostumbrar a experimentar esos cambios, en lugar de querer controlarlos.

9. Desarrollar una técnica para mitigar el soliloquio mental, sobre todo cuando nadas sola y cuando entrenas distancia. Lo que a mí me funciona es recitar un mantra budista que aprendí cuando andaba en búsqueda de mi ser. Evidentemente no lo encontré en el budismo, sino en la natación. Con cada brazada, da igual el estilo, recito un fragmento del mantra de la compasión: OM MANE PADME HUM. Compasión entendida en la tradición budista como el deseo que el otro y yo misma me libere del sufrimiento y pueda amar: amar lo que soy junto con mis diferentes modos de existencia. 

10. Compasión es lo que resume estos diez pasos, compasión con el cuerpo, con cada día de entrenamiento, con cada reto que nos pongamos en la vida, con la vida misma y con quienes quieran compartirla. Una ética y una ontología de la natación.

22.4.24

Mi relación con el Popocatépetl

Quiero escribir algo más largo sobre lo que ya de adulta empiezo a hilvanar con los flashazos de recuerdos que en oleadas de nostalgia empiezan a ocupar mi relación con la naturaleza. Recuerdos que aparecen al observar los gestos en las fotografías, las oraciones en la mirada o la gramática del afecto familiar. Hace unos días una amiga me dijo con sorpresa que era la segunda persona que conocía que había subido al Popocatépetl, volcán emblemático de la mitología nahua y un referente para quienes habitamos la Ciudad de México. 

El Popo es un volcán que nunca ha dejado de estar activo, haciendo alusión a la leyenda de su creación: un guerrero, Popocatépetl, manda construir una tumba donde sepulta y vela a su amada, Iztaccíhuatl, la princesa tlaxcalteca que muere de tristeza al enterarse de la supuesta muerte del guerrero en batalla. A diferencia de Romeo y Julieta o de Píramo y Tisbe, la amada no se quita la vida y el guerrero, el amado, se inmortaliza con la leyenda y con la actividad del volcán al que está prohibido subir desde 1994. Un año crucial para México y sin duda para mí propia reflexión intelectual. 

La familia de mi padre es originaria de los alrededores de los volcanes, entre Amecameca y Ayapango, Estado de México. Los diversos poblados con los que colindan hacen frontera con la reserva natural. Una reserva que en las últimas décadas ha estado expuesta el ecocidio tanto de las autoridades, los pobladores y el crimen organizado. Una imagen distópica de mi mirada infantil de los tiempos en los que subir al Popo era una manera de entretenernos y mantenernos ocupados. Fuimos cuatro hijos y ofrecernos el poder ser libres fue como mejor entendieron mis padres nuestra educación. 

La libertad de esa época, en los años ochenta del siglo pasado, con mis seis u ocho años, consistía en llevarnos al volcán y dejarnos libres. Subir lo más alto que pudieramos una vez que hacíamos base en Tlamacas, el refugio que sigue cerrado desde 1994, donde llegaban alpinistas de cualquier lugar del mundo. Una vez arriba nos dejábamos caer por las faldas del volcán con la inercia del peso de nuestro propio cuerpo. Regresábamos empanizados a la casa de campo de Atlautla, otro poblado que colinda con los volcanes, que mi padre tuvo a bien construir hace más de cuarenta años. Con tierra oscura y fina metida entre la ropa, las narices, los ojos, las orejas y demás orificios de nuestro cuerpo, nos reíamos de la hazaña con la esperanza de regresar pronto a tocar algún día la nieve. Sólo una vez lo logramos y fuimos muy felices.

Tlamacas, foto de internet.

Subida al Popocatépetl, años ochenta del siglo XX.

Tlamacas, años ochenta del siglo XX. Debo ser la del jorongo amarillo y mi hermano el del jorongo rojo.
 

Así podría empezar la historia que me interesa contar. Este es sólo un avance aprovechando que es el día internacional de la madre tierra.


20.3.24

El agotamiento de habitar la CDMX

Sentir agotamiento no es igual a la sensación de fatiga. El agotamiento es un tipo de cansancio crónico del que a veces no me puedo recuperar ni con las horas de sueño. El agotamiento de habitar una ciudad tan compleja como la CDMX o en general cualquier ciudad. Aunque parezca una mala idea quejarse del ruido de la ciudad en las redes sociales, ese ruido que ya es imperceptible para quienes estamos acostumbrados, son los nómadas digitales que están gentrificado los barrios quienes nos dejan ver que no es normal el número de decibeles en el que cohabitamos. Como tampoco es normal el tiempo que pasamos en el tráfico en auto particular, ya no digamos en transporte público. 

Tampoco es normal vivir en una ciudad cooptada por la economía informal, particularmente en las zonas más hacinadas, ya no las más pobres, donde lo que impera no es la inseguridad, sino la falta de consenso para favorecer a las personas que las habitan. Zonas que carecen de áreas verdes, de banquetas para caminar, de un adecuado sistema de recolección de basura. Zonas que carecen de agua y han crecido allanando los cerros, talando los árboles, robándole terreno a las áreas naturales y dejando que el transporte concesionado se adueñe de las avenidas. Escenarios distópicos que observo cada tercer día que voy a dar clases a la universidad desde hace veinte años.

A esto se suma el estrés que hemos acumulado desde la pandemia, muchas pudimos quedarnos en nuestras casas, pero nos convertimos en esclavas del celular, del estar conectadas 24/7, un hábito que ha sido difícil erradicar porque la demanda del hacer-se presente, ya no sólo del hacer, también es parte del agotamiento colectivo. En la academia no estamos exentas, la convulsión de no dejar de escribir o de dar conferencias, clases y de organizar seminarios, es parte de ese agotamiento colectivo. Comemos mal, dormimos mal, amamos mal. Nos queda poco tiempo para el tiempo libre, para favorecer la calidad de vida, para tomar vacaciones, para hacer un picnic, para exigir a nuestros gobernantes que no abandonen los pocos espacios que tenemos para disfrutar al aire libre. 

Hace ya varios años, con la contaminación atmosférica, empezamos a observar que los pájaros en la ciudad caían muertos en el asfalto. No quiero sonar fatalista, pero la analogía funciona para prever que a nosotras nos puede pasar igual con el agotamiento si no regresamos al cuidado colectivo, si no proponemos una ecología del afecto.

17.2.24

Amanece lloviendo

Amanece lloviendo

la rutina de sacar a los perros se nos descuadra

a Ramona no le gusta mojarse

es febrero, no tendría porque llover, pero se agradece

Lo que sea agua en la cdmx es un respiro para la sequía

la del alma

la del cuerpo

la que ha dejado la corrupción y la violencia

La gotas en la ventana

el vaho de la madrugada

señuelos de la vigilia

del sueño

de la pesadilla

Vomitar hasta saciarse es depurar el inconsciente

o eso quiero interpretar 

Desperté alterada

una señora que cumple años me pide dinero 

a cambio de los recuerdos de la infancia

Un terreno inhóspito

el del recuerdo

no en el que pasamos los fines de semana

Subíamos al Popocatepetl

contabamos historias 

dejábamos el asfalto

corríamos por el campo 

libres

sin ataduras

Recuerdos

sueños que se lleva el agua

Amanece lloviendo

no podemos sacar a los perros

26.7.23

¡Vámonos a volar junto con el pajarito azul!

El blog y las redes sociales fueron un parteaguas en mi vida. De ser una muchacha tímida, callada, reprimida y con mucha facilidad para la escritura, encontré en los blogs y las redes sociales la salida a mi anonimato e invisibilidad (anomia, nombrada clínicamente por mi terapeuta). 

Empecé a escribir desde los siete años en los yesos que cada tanto necesitaba porque me encantaba andar en la calle jugando con mis "camaradas" de la cuadra. Así que pasaba algunos meses encerrada con poca actividad y sin poder ver la TV porque teníamos horarios establecidos para ello. Después, en la adolescencia, cuando mis camaradas se hicieron "hombres" y cambiaron la amistad por relaciones de pareja, empecé a escribir sobre la soledad, el devenir, las relaciones que a mí no me interesaba tener: no me interesaba reproducir la heteronormatividad sexo genérica en mis relaciones de amistad, yo quería seguir jugando a que el mundo nos pertenecía. 

La escritura y la lectura se convirtieron en el único escaparate para una infinidad de dudas existenciales que nadie podía resolverme. Seguí escribiendo conforme fui creciendo, encontrando mi propia voz, mi propio estilo. De un dia para otro me sentí lista para dejar los cuadernos y lanzarme a la escritura en blog que se puso muy de moda a principios de este siglo. 

La rebeldía de la autopublicación digital pretendió irrumpir, evidenciar, transgredir el establishment literario de las editoriales que no eran tan grandes ni monopólicas como ahora. Fuimos varias las que nos subimos a la ola de la era digital para dar a conocer nuestro trabajo, pero nadie nos dijo que con los años iba a ser un trabajo extra y sin paga porque lo digital también se viralizó, se corrompió y se volvió un negocio con alcances inimaginables hace veinte años. 

Escribía por el mero placer de escribir como ahora. Lo que cambió es que esa chamba extra de visibilizar mi escritura que trajo consigo la incursión en redes sociales consistió en un desgaste inaudito y una inhibición de la creatividad, empecé a escribir para la gente, para ganar likes y seguidores y dejé de escribir para mí. 

Con el reciente anuncio de Elon Musk de modificar el logotipo de Twitter, un pájaro azul hermoso (uno de los logos más creativos en lo que va del siglo, junto con el de Kindle) por una espantosa X (y eso que mi nombre también es de x), decidí dejar Twitter. Ya tenía tiempo incómoda con su devenir, incluso con el de los blogs que también se los comió el mercado, el MKT digital, el tecnocapitalismo, perdiendo toda su esencia aureatica de rebeldía. 

Llevaba meses pensando qué futuro le esperaba a una de mis redes favoritas cuando Musk anunció que Twitter, como en su momento lo hizo Zuckerberg con Meta, se convertiría en un sistema financiero global. ¡Vámonos a volar!, pensé inmediatamente. Y aquí estoy, regresé a los clásicos, al gusto por la escritura en primera persona, a escribir para mí y para quien quiera leerme sin prisa y con calma. 

Regreso a los blogs con esa idea inicial que tuve cuando empecé a utilizarlos: llevar un diario de campo, sistematizar las fichas bibliográficas, redactar proyectos de investigación, darle una salida a las verborreas mentales, escribir mis clases y seminarios, y publicar textos cortos de divulgación e investigación. Sigo convencida que el blog, a diferencia del giro reciente en las redes sociales, es la vía más democrática de compartir y generar conocimiento.


6.6.23

Decidir por lo que te hace sentir bien

Dejé la terapia de reemplazo hormonal (TRH) hace dos días. Lo más difícil es tomar la mejor decisión para el cuerpo trans-menstruante, no es fácil por muchos motivos. El primero y quizá más complicado es lograr la transferencia con la ginecóloga como se logra con una buena terapeuta. Confiar plenamente en la medicina es, desde mi perspectiva, un error porque no todos los cuerpos son iguales ni necesitan lo mismo, el mío, por ejemplo, es en exceso sensible a los fármacos en general. Lo comprobé nuevamente después de veinte días de estar tomando hormonas y de recurrir dos veces a mi ginecóloga para decirle que me sentía fatal. El fin de semana pasado que le volví a llamar me dijo que definitivamente los malestares eran provocados por las hormonas y que si quería podía suspender el tratamiento, que en un mes intentamos con otro, quizá un tratamiento tópico, menos fuerte, y así  hasta dar con el que me hiciera sentir bien.

Podía suspender el tratamiento; es decir, la decisión siempre va a ser mía a menos que pregunte explícitamente por una recomendación. De ahí que lo segunda complicación a la que nos enfrentamos es saber qué es lo mejor para el cuerpo trans-menstruante. Tenemos tan poca información del funcionamiento de nuestro cuerpo en general (y tan poco interés por descubrirlo, explorarlo, cuidarlo, una cuestión meramente cartesiana que me hace pensar en que si la filosofía le hubiera hecho más caso a Spinoza quizá no estaría escribiendo esto) que llegado este momento, para mí, hay dos opciones: no le hago caso porque no tengo tiempo para ello, como me dijo la trabajadora doméstica de mi hogar, o me ocupo. A mí no me queda más que la segunda opción porque tengo mucho tiempo libre para estar sintiendo y pensando en lo que le pasa a mi cuerpo trans-menstruante (tanto tiempo que hasta puedo escribir sobre ello)

¿Qué es lo que me hace sentir bien? Quizá no tomar ningún tratamiento y como muchas mujeres dejar que el cuerpo trans-menstruante haga lo suyo. Lo que hasta ahora tengo decidido es dejar que mi cuerpo trans-menstruante termine de sacar el shot de hormonas artificiales que le metí, hacer el trabajo terapéutico con mi analista, seguir escribiendo en este blog, nadar todos lo días que pueda o que el cuerpo quiera, regresar a yoga, beber todos los días una copa de vino y mucha agua, dormir la siesta y seguir contemplando al cuerpo trans-menstruante.

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Pd. ¿Por qué no se ha invertido más dinero en buscar los fármacos óptimos para hacer esta transición más llevadera? Existen cantidad de avances teconocientíficos para que las mujeres puedan tener hijos (a pesar de los cuestionamientos éticos que se le puedan realizar a muchos de estos procedimientos), pero pasada la edad reproductiva de la mujer pareciera ser que el pensamiento del régimen farmacopornográfico (recupero la categoría de Preciado) consiste en dejar a las mujeres a su suerte; finalmente ya cumplieron con su cuota de hijos para el sistema capitalista. Lo que se traduce en una estética y una economía diferenciada entre la mujer que se dice joven y la que ya no se siente joven.

23.10.19

Fetiche de los cuadernos-diarios-libretas

No he dejado de escribir en estos meses, aunque esta vez el período de ausencia de escritura en este espacio fue más largo porque se juntaron varios eventos, especialmente personales, pero también porque en algún momento decidí no dejar huella aquí, pues todo lo que sea público deja de ser INÉDITO y eso me impide participar en concursos de escritura.
No sé en qué momento pensé que era buena idea participar de eso, pero me mantuvo un tiempo bastante largo lejos de este blog al que tengo tanto cariño. Seguí escribiendo en privado, volví a los cuadernos, pero los cuadernos tienen esa virtud de no ser públicos por pudorosos.
El cuaderno-diario arrastra el trazo de quién no quiere decir nada y termina diciéndolo todo en una letra horrible (de receta de doctor) hecha a propósito para evitar que cualquiera acceda a ellos. Por lo menos así he escrito en el último año, en un cuaderno azul, de pasta dura, con hojas lisas (no soporto los cuadernos de rayas, mucho menos de cuadros) tirándole a crema, donde la tinta de la fuente no se transparenta de página en página, una virtud de las Moleskine, que no son nada baratas, y por ello la escritura abigarrada donde no se desperdicia ni un espacio en blanco.
Desde muy chica, y esto creo que ya lo dije en algún momento por aquí, escribo, empecé en los yesos de las extremidades que me imposibilitaban a estar en la calle cada vez que me fracturaba. Después llegaron las libretas, donde apuntaba mis dramáticas soledades de adolescente al no ser correspondida por quien(es) me gustaban. Luego se me juntaron los cuadernos de mis estudios de posgrado y finalmente los cuadernos varios de apuntes diversos, muchos donde hago resúmenes de mis filósofos favoritos.
A diferencia de este espacio que acumula lo escrito en casi doce años y da cuenta de mis avances en la escritura creativa, pero no ocupa espacio en mi biblioteca, hace tiempo decidí no tirar ningún diario-cuaderno-libreta, aunque me esté llenando de papel y ya no tanto de libros. No sé si algún día los leeré pero no está de más dejar la memoria escrita de quien he sido.