1.9.23

Y después del trabajo de duelo-trauma viene la calma

El duelo me sorprendió como sorprende la muerte de alguien que amas. El trabajo de duelo es una trabajo de tiempo completo y no puedes claudicar hasta que deja de doler tanto. El duelo-duele y no es un pleonasmo. El trabajo de duelo es solitario, a veces trágico, a veces dulce, a veces se instala, hasta que un día, sin darte cuenta, lo integras a tu vida diaria. El duelo es una luz que prendes-apagas con la memoria, el recuerdo, la generosidad. 

Poco tiempo después de tener bajo control el apagador del duelo experimenté nuevamente la presencia del miedo, la angustia, la ansiedad. Me tardé en identificar con lo que me enfrentaba: los fantasmas de alguien que desconozco, a quien no le pude ver la cara, las dudas de si hubiera... o el miedo nuevamente a la muerte, a la mía. Hasta que un día entendí que también había que trabajar el trauma. 

El tiempo deja de ser importante cuando te instalas en el trabajo de duelo-trauma, lo único que importa es sobrevivir y así lo hice. Sobreviví a tu muerte y empecé a pensar a sentir la mía. Debí talar profundo para encontrar las raíces que nos unían, además de la homosexualidad, y cortar con eso que nos fue consumiendo para pertenecer: las sutilezas del lenguaje corporal que son imperceptibles y van minando la certezas de lo que se es. ¿Y qué se es? ¿Importa? ¿A quién le importa? 

Han pasado casi cinco años, Arturo, y hoy te puedo decir que siento calma. Una calma de ver a mi madre ilusionarse por las próximas elecciones, la calma de saber que mi padre sigue entero y más amoroso. La calma de mis perros que vinieron después de tu muerte, la calma de un hogar compartido con Claudia. La clama que me dan mis estudiantes que quieren comerse al mundo y a veces no saben por dónde empezar a conocerlo. La calma de la gente que ya no está, de los amigos que ya no lo son, de los que lo siguen siendo y de los que vendrán. La calma de navegar mientras nado. La calma de abandonar el agujero negro en el que se convierte el trabajo de duelo-trauma. 

Las certezas que ahora tengo son las certezas de quienes nos antecedieron: "no hay mal que dure cien años, ni nadie que lo aguante" o "después de la tormenta viene la calma". La calma se convierte en el bien más preciado y en la fuerza para seguir viviendo.

28.7.23

¡Qué fantástico es el mundo de los y las científicas!

El miércoles, en el tradicional 2x1, que aplica en la Cineteca Nacional, fuimos a ver la más reciente película de Christopher Nolan: Oppenheimer, el científico que inventó la bomba atómica, bajo encargo del gobierno estadounidense, y mató a cientos de miles de personas en Japón.

La reflexión-discusión ética alrededor de esta invención es y sigue siendo indispensable porque no solo le corresponde a este acto atroz en la historia de la humanidad, sino también a los inventos que están por venir, entre ellos, uno que nos da mucho dolor de cabeza últimamente, la inteligencia artificial y uno más complejo todavía de comprender: el diseño genético.

Dos son los argumentos centrales de la defensa ética de Oppenheimer, como científico, y son muy sencillos: si no lo inventamos nosotros lo van a hacer otros (rusos, alemanes o japoneses) y conociendo las consecuencias devastadoras de la bomba no habrá otra guerra con estas características. En realidad los dos argumentos son válidos para la época que les estaba tocando vivir, no para la nuestra. Eso no ha impedido que se sigan probando bombas de todo tipo en diferentes continentes (con el pensamiento banal del "por si las dudas).

La película tiene varias capas: la vida de Oppenheimer, la geopolítica de la guerra fría, el invento en sí mismo de la bomba y la relación entre colegas (la más relevante es la relación Oppenheimer-Einstein que además es de un solo diálogo). Ninguna de esas capas realmente es suficiente para sostener, mucho menos para aprobar, la invención de la bomba atómica. Sabemos que la ciencia, lo vimos durante la pandemia de covid-19, responde a los intereses gubernamentales y económicos de las empresas, sean farmacéuticas o, en este caso, armamentistas.

Lo único que me interesa comentar de la película, no es la única que recurre a ese recurso cinematográfico, es el interés de Nolan de evidenciar el fluir de la conciencia de Oppenheimer (como en la serie Gambito de Dama), de ahí que los efectos audiovisuales (que en la Cineteca no se aprecian porque tienen muy descuidadas las salas), su símil en la literatura son las figuras retóricas, sean indispensables para que las diferentes capas de la película sitúan al espectador dentro y fuera de la mente del científico.

Eso me lleva a pensar o a concluir lo siguiente: sí o sí es imposible seguir inventando cosas que no consideren los ecosistemas de los seres vivos-no-vivos y a las mentes geniales se las consume el antropoceno a pesar de poder observar, adentrarse y recrear las más profundas imágenes de lo que es el ser-vida (la Gaia). La pregunta que me queda pendiente por resolver es si se puede inventar en "beneficio del ser humano" sin destruir la propia humanidad del ser humano.


26.7.23

¡Vámonos a volar junto con el pajarito azul!

El blog y las redes sociales fueron un parteaguas en mi vida. De ser una muchacha tímida, callada, reprimida y con mucha facilidad para la escritura, encontré en los blogs y las redes sociales la salida a mi anonimato e invisibilidad (anomia, nombrada clínicamente por mi terapeuta). Empecé a escribir desde muy joven, ya lo he comentado en este mismo espacio, desde los siete años en los yesos que cada tanto necesitaba porque me encantaba andar en la calle jugando con mis "camaradas" de la cuadra. Así que pasaba algunos meses encerrada con poca actividad y sin poder ver la TV porque teníamos horarios establecidos para ello. Después, en la adolescencia, cuando mis camaradas se hicieron "hombres" y cambiaron la amistad por relaciones de pareja, empecé a escribir sobre la soledad, el devenir, las relaciones que a mí no me interesaba tener: no me interesaba reproducir la heteronormatividad sexo genérica en mis relaciones de amistad, yo quería seguir jugando a que el mundo nos pertenecía. La escritura y la lectura se convirtieron en el único escaparate para una infinidad de dudas existenciales que nadie podía resolverme. Seguí escribiendo conforme fui creciendo, encontrando mi propia voz, mi propio estilo. De un dia para otro me sentí lista para dejar los cuadernos y lanzarme a la escritura en blog que se puso muy de moda a principios de este siglo. La rebeldía de la autopublicación digital pretendió irrumpir, evidenciar, transgredir el establishment literario de las editoriales que no eran tan grandes ni monopólicas como ahora. Fuimos varias las que nos subimos a la ola de la era digital para dar a conocer nuestro trabajo, pero nadie nos dijo que con los años iba a ser un trabajo extra y sin paga porque lo digital también se viralizó, se corrompió y se volvió un negocio con alcances inimaginables hace veinte años. Escribía por el mero placer de escribir como ahora. Lo que cambió es que esa chamba extra de visibilizar mi escritura que trajo consigo las redes sociales consistió en un desgaste inaudito y una inhibición de la creatividad, empecé a escribir para la gente, para ganar likes y seguidores y dejé de escribir para mí. Con el reciente anuncio de Elon Musk de modificar el logotipo de Twitter, un pájaro azul hermoso (uno de los logos más creativos en lo que va del siglo, junto con el de Kindle) por una espantosa X (y eso que mi nombre también es de x), decidí dejar Twitter. Ya tenía tiempo incómoda con su devenir, incluso con el de los blogs que también se los comió el mercado, el MKT digital, el tecnocapitalismo, perdiendo toda su esencia aurática de rebeldía. Llevaba meses pensando qué futuro le esperaba a una de mis redes favoritas  cuando Musk anunció que Twitter, como en su momento lo hizo Zuckerberg con Meta, se convertiría en un sistema financiero global. ¡Vámonos a volar!, pensé inmediatamente. Y aquí estoy, regresé a los clásicos, al gusto por la escritura en primera persona, a escribir para mí y para quien quiera leerme sin prisa y con calma. No voy a cerrar mi cuenta de Twitter porque quiero conservar mi nombre de usuario @roxrodri con su x incluída, solo voy a dejar de usarla tanto como una fuente de investigación como un escaparate de mi trabajo intelectual. Regreso a los blogs con esa idea inicial que tuve cuando empecé a utilizarlos: llevar un diario de campo, sistematizar las fichas bibliográficas, redactar proyectos de investigación, darle una salida a las verborreas mentales, escribir mis clases y seminarios, y publicar textos cortos de divulgación e investigación. Sigo convencida que el blog, a diferencia del giro reciente en las redes sociales, es la vía más democrática de compartir y generar conocimiento.


6.6.23

Decidir por lo que te hace sentir bien

Dejé la terapia de reemplazo hormonal (TRH) hace dos días. Lo más difícil es tomar la mejor decisión para el cuerpo trans-menstruante, no es fácil por muchos motivos. El primero y quizá más complicado es lograr la transferencia con la ginecóloga como se logra con una buena terapeuta. Confiar plenamente en la medicina es, desde mi perspectiva, un error porque no todos los cuerpos son iguales ni necesitan lo mismo, el mío, por ejemplo, es en exceso sensible a los fármacos en general. Lo comprobé nuevamente después de veinte días de estar tomando hormonas y de recurrir dos veces a mi ginecóloga para decirle que me sentía fatal. El fin de semana pasado que le volví a llamar me dijo que definitivamente los malestares eran provocados por las hormonas y que si quería podía suspender el tratamiento, que en un mes intentamos con otro, quizá un tratamiento tópico, menos fuerte, y así  hasta dar con el que me hiciera sentir bien.

Podía suspender el tratamiento; es decir, la decisión siempre va a ser mía a menos que pregunte explícitamente por una recomendación. De ahí que lo segunda complicación a la que nos enfrentamos es saber qué es lo mejor para el cuerpo trans-menstruante. Tenemos tan poca información del funcionamiento de nuestro cuerpo en general (y tan poco interés por descubrirlo, explorarlo, cuidarlo, una cuestión meramente cartesiana que me hace pensar en que si la filosofía le hubiera hecho más caso a Spinoza quizá no estaría escribiendo esto) que llegado este momento, para mí, hay dos opciones: no le hago caso porque no tengo tiempo para ello, como me dijo la trabajadora doméstica de mi hogar, o me ocupo. A mí no me queda más que la segunda opción porque tengo mucho tiempo libre para estar sintiendo y pensando en lo que le pasa a mi cuerpo trans-menstruante (tanto tiempo que hasta puedo escribir sobre ello)

¿Qué es lo que me hace sentir bien? Quizá no tomar ningún tratamiento y como muchas mujeres dejar que el cuerpo trans-menstruante haga lo suyo. Lo que hasta ahora tengo decidido es dejar que mi cuerpo trans-menstruante termine de sacar el shot de hormonas artificiales que le metí, hacer el trabajo terapéutico con mi analista, seguir escribiendo en este blog, nadar todos lo días que pueda o que el cuerpo quiera, regresar a yoga, beber todos los días una copa de vino y mucha agua, dormir la siesta y seguir contemplando al cuerpo trans-menstruante.

____________

Pd. ¿Por qué no se ha invertido más dinero en buscar los fármacos óptimos para hacer esta transición más llevadera? Existen cantidad de avances teconocientíficos para que las mujeres puedan tener hijos (a pesar de los cuestionamientos éticos que se le puedan realizar a muchos de estos procedimientos), pero pasada la edad reproductiva de la mujer pareciera ser que el pensamiento del régimen farmacopornográfico (recupero la categoría de Preciado) consiste en dejar a las mujeres a su suerte; finalmente ya cumplieron con su cuota de hijos para el sistema capitalista. Lo que se traduce en una estética y una economía diferenciada entre la mujer que se dice joven y la que ya no se siente joven.

5.6.23

TRH

dos intrusos

un mioma

un quiste

se instalaron en mi cuerpo de un día para otro

terapia de reemplazo hormonal (TRH)

fue la primera propuesta clínica

Inmunidad

dolor de piernas

fatiga

pesadez

ansiedad

tristeza

angustia

sangrado

TRH no es para todas

o no en las mismas dosis

pienso en Preciado cuando describe la experiencia metafísica con sus shots de testosterona

Experiencia estética ontológica 

de alimentar al cuerpo trans-menstruante 

de hormonas

las que te hacen ser mujer

o evitan dejar de serlo

pienso en ese monstruo que es el propio Preciado para los demás

¿Por qué es permisivo el enfoque clínico TRH para seguir siendo mujer,

pero no para ser transexual,

trans-mutante?

la artificialidad de la ontología menstruante nos afecta a todas





4.6.23

Cuerpo trans-menstruante

Cuerpo trans-menstruante es el proyecto de escritura creativa que debí empezar hace ya algunos años porque de acuerdo con una nota de periódico, donde entrevistan a un ginecólogo hombre que ha de saber mucho sobre menstruación y menopausia, las mujeres empezamos el climaterio entre los 40-45 años, periodo de transición hormonal que se da a lo largo de 10 años aproximadamente. Puede ser que yo ya esté por terminar esta transición o es lo que deseo creer y por eso es que debí comenzar a escribir sobre ello muchos años antes, pero lo cierto es que no me interesó hasta inicios de este año que empecé a experimentar cambios hormonales, de estado de ánimo y de afectaciones físicas en general que me traen aturdida y que últimamente potencializan mi ansiedad funcional.

El objetivo es, como lo he hecho en otras ocasiones en este mismo blog, escribir una entrada diaria de ahora hasta que me declaren menopáusica en tono de prosa poética, poesía, ensayo o lo que vaya saliendo según como me esté sintiendo, por eso no aseguro nada clínico ni científico, quizá solo ontológico, autoetnográfico, de ahí el título "cuerpo trans-menstruante". 

En este proyecto autoetnográfico del cuerpo trans-menstruante no me voy a referir al climaterio de la mujer porque esa acepción de la transición a la que se refiere la ciencia, la biología, la cultura heteronormativa que estoy habitando y me afecta es muy precaria pues está asociada a la utilidad de la mujer y sus hormonas en el proyecto judeo-cristiano y darwiniano de la reproducción y supervivencia de la "especie humana", cuando lo que me interesa es dar cuenta del ser, del cuerpo, de lo trans-menstruante desde una perspectiva ontológica, ética, estética y política. 

Utilizo el prefijo trans y el adjetivo menstruante para referirme a ese cuerpo, el mío, que lleva meses o años acumulando una serie de trastornos que en primera instancia confundí o se sumaron a mi ansiedad funcional, al trabajo de duelo de los últimos cuatro años e incluso al trauma de la pérdida de un ser querido. La mutación, la inmunidad, la ajenidad de nuevos síntomas que han ido apareciendo en los últimos meses me hace pensar que el ser trans-menstruante que habita mi cuerpo es una intrusa que va y viene en tono fantasmagórico. 

La aparición del bochorno, del dolor de las piernas, de las manos, el cansancio, la pesadez en la cabeza, la sensación de desmayo, la pérdida de memoria, la falta de líbido, la piel corrugada, el insomnio, la ansiedad, la depresión, la tristeza, la alegría, la risa, el llanto, el mal humor, son sólo algunos de los síntomas prohibidos en la mujer occidental. Contrario a lo que el cuerpo trans-menstruante pretende liberar: la locura, la esquizofrenia, la paranoia. Síntomas que se hacen presentes de un momento a otro. En un minuto puedo estar en el supermercado, al otro tengo que salir corriendo y hablarle a mi ginecóloga para decirle que no me siento bien o puedo levantarme con toda la energía para empezar el día y después de tomar el café en la cama decidir que no necesito salir de casa.

El cuerpo trans-menstruante es todo aquello que no queremos ser, pero que es imposible no-habitar, por ello, en analogía con la enunciación filosófica de Preciado respecto a su transición transexual, con la que además encuentro una serie de similitudes, especialmente aquella que categoriza como "régimen farmacopornografíco" o su última referencia al "dysphoria mundi", para mí esta transición también es trans: transfronteriza, transcriptiva, transgresora, transductiva, transformadora, transliterada, transmutante, transustancial y transmenstruante.



22.3.23

Los hermanos*

¿Por qué es tan importante para mí escribirle a mi hermano? ¿Escribir sobre mi hermano? Dejar testimonio de su muerte, de mi duelo, de su pérdida, del vacío, del dolor. Dar cuenta de cada momento desde que lo asesinaron. A veces pienso que intento revivir esos momentos escribiendo sobre ello. Mi padre diría que lo deje en paz, que no tiene caso, que lo deje estar. Y a veces yo también lo pienso, pero no lo siento.

Si escribo es más por la necesidad de dejar testimonio, no para hablar de la justicia, del perdón; esos apartados todavía están por escribirse, no porque no los haya pensado, sino porque con la muerte he aprendido a diferir las convicciones. Mi idea de justicia no se relaciona con la legalidad; menos en un país donde es consuelo poder enterrar a tu muerto en vez de seguirlo buscando.

Aprendí a hacer justicia por el asesinato de mi hermano con la escritura, a hablar de él, a recordarlo desde ese nosotros que no existe más, o que quizá nunca existió. Un nosotros que se fue desconfigurando con el paso del tiempo: ausente, nunca inexistente. “Ni perdón ni olvido”, repetimos en las consignas cuando marchamos. A veces las entiendo, a veces no me hacen sentido. Hacer justicia en este caso es no olvidarlo, no necesariamente no perdonar.

Tengo dos fotos de Arturo en el estudio de mi casa que intercambio según mi estado de ánimo. En la que más me gusta, estamos en la cocina del piso de Agullers, Barcelona, girados tres cuartos de pie y de cara a la cámara; él está atrás de mí, mientras cocinamos pimientos de padrón; acabo de llegar a España para estudiar el posgrado, tengo veintiocho años y el veinticinco. Pocas semanas después de instalarme en ese piso, uno que habíamos alquilado para vivir juntos, empezaron nuestras desavenencias. Lo que en su momento viví como deslealtad, se lo perdoné hasta que lo pude enunciar.

La otra foto es la que más me recuerda a él: es una foto que le tomé en la playa de Barra Vieja, Acapulco, México, en diciembre de 2015; un viaje familiar, para reencontrarnos los hermanos y los papás. Aparece de pie sobre la arena girado tres cuartos de frente a la cámara. Al fondo, el reflejo del atardecer que habíamos terminado de presenciar sentados sobre el pareo que lo envolvía. En esta fotografía me mira fijamente como ahora pienso que me mira desde dónde esté: con ojos melancólicos, de despedida, de sólo porque eres mi hermana (y no cualquiera) dejo que lo hagas, pero me fastidia que me hagas volver. Y sí, es verdad que te hago volver cada tanto para que me contestes ¿por qué?, ¿por qué así? Incluso cuando escribo esto hablo con él en mis pensamientos. Hablar es un decir.

Tengo muchas otras fotos de nosotros, muchos recuerdos, muchas anécdotas. Ahora me río cuando pienso en algunas… Como esa vez en Barcelona, diciembre de 2016, que se había peleado con su novio el día de la boda de una amiga, y el novio decidió que no iba a la boda. Llegamos a la ceremonia civil, todos preguntábamos por su ausencia, burlas, risas, silencios. En el salón de fiestas Arturo ya tenía cara de puchero. Me acerqué a preguntarle si quería que lo trajera. Me sonrió como niño y asintió. Pedí un taxi, fui por el novio a donde se estaban quedando; ya en el auto le advertí: si fueras mi novio terminaría contigo en este momento, pero como eres el de mi hermano vengo por ti sólo porque quiero que esté feliz. Defenderlo siempre lo hice y estoy segura de que si hubiera podido lo hubiera hecho hasta el final.

Muchas veces en la terapia me he preguntado qué sería capaz de hacer después de su muerte, y lo tengo claro: todo, pero nada de lo que haga me regresa a mi hermano, más que su recuerdo. Decirnos adiós una y mil veces.


*Viñeta del libro ¿Cómo habitar un hotel? (Rodríguez, 2021).  

"Seguramente para ti ha sido fácil"

 Hace unas semanas un estudiante y yo nos encontramos en un café para que me platicara sobre su proyecto de tesis. Al empezar a explicarme por qué dejó la tesis hace unos años afirmó muy convencido: seguramente para ti ha sido fácil porque estudiaste en una universidad privada.

No, no ha sido fácil, he tenido que trabajar de tres a cinco veces más que mis colegas en la universidad, contesté enfáticamente. No vengo de una familia de académicos ni de intelectuales; en mi casa de la infancia la biblioteca familiar se limitaba a las enciclopedias que asemejan la bandera francesa: azul (historia universal), blanca (algo de religión) y roja (historia de México), más la revista del Readers Digest que no faltaba en el baño. Tampoco tuve un maestro/a que me apadrinó y he dado muchos tumbos tratando de encontrar mi camino. Me quedé pensando y terminé la idea diciendo: quizá me hubiera ido mejor de haberme dedicado a la administración.

Seguimos trabajando en su proyecto de tesis, nos despedimos, se llevó trabajo a su casa y yo también: le seguí dando vuelta a la aseveración de que "para mí ha sido fácil" y eso me ha llevado a hacerme otra serie de preguntas. ¿Cómo vive mi generación la realización profesional? ¿Cuáles han sido los costos en lo personal? ¿Por qué un supuesto éxito profesional de las mujeres en la academia se observa sencillo?

Lo que observo en mi entorno, en mis colegas de mi generación, mujeres que estamos por cumplir cincuenta años, con un perfil académico muy similar: estudios de posgrado, casi siempre en el extranjero, tiempos completos en alguna universidad pública o privada, un nivel de vida económico aceptable, tiempo libre para hacer otras actividades, todavía con pretensiones de pensión/jubilación, interés por ser reconocidas o por lo menos contar con el estímulo del SNI, etc., es que para ninguna ha sido fácil porque fuimos la segunda generación de mujeres que tomamos las aulas, los centros de investigación, las publicaciones, los espacios académicos coptados por los hombres.

La primera generación, mis maestras, me abrieron camino, pienso en Mónica González y Francesca Gargallo (ambas murieron en plena madurez intelectual). Mi generación ya no esperó a que las cosas se fueran dando, con el inicio de este siglo lo hicimos posible, nos titulamos con doctorado, empezamos a publicar y a dar clases muy jóvenes.

A mis cuarenta y ocho años tengo mucho camino recorrido y tinta regada en diferentes obras colectivas e individuales. Sin embargo, parece que no es suficiente. Parece que hay que seguir luchando, ocupando espacios, sin importar lo que tengas que decir o a quién debas quitar en el camino, cuando la actividad a la que nos debemos, la actividad intelectual, necesita tiempo libre y mucho diálogo.

La relación que tenemos con el tiempo libre ha sido el costo profesional de muchas de nosotras y no solo en la academia, recientemente han salido varias publicaciones, podcasts y demás donde las mujeres "exitosas" hablan de lo que ha sido para sus vidas personales carecer de tiempo libre y cómo el condicionamiento a cumplir, a probar-se, a merecer un puesto, un reconocimiento, las fue acercando a aquello que heredamos de la cultura laboral de los hombres: hay que trabajar duro para lograr lo que te propones. Una falsedad a todas luces.

Cuando decidí dedicarme a la academia yo solo quería tener tiempo libre (vacaciones) y dinero para viajar, después le encontré el gusto a la actividad intelectual, pero mi vocación fue bastante mal vista incluso por mi familia y tampoco nadie me dijo que iba a ser un camino fácil porque el tiempo libre no cotiza en el dichoso éxito profesional de mi generación.

CDMX enero 2023.

Fe de erratas

 ¿Cuántas veces en la vida académica una escribe fe de erratas para dar fe precisamente de sus publicaciones? Que yo recuerde solo lo hice con mi tesis de doctorado. Fue un estrés enorme ver que lo que iba a ser el reflejo de mi primer pensamiento tenía errores (de dedo). Me acostumbré a no fallar, sin importar que la ansiedad iba carcomiendo la creatividad, la pasión por aprender, escribir, pensar.

Recién escribí una reconsideración para el SNI en tono de fe de erratas: señalé en apego a la legislación vigente cada elemento que no consideraron en mi evaluación. Ingenua pensé que con el trabajo realizado en los últimos cinco años no solo iba a permanecer sino que además contaba con los requisitos mínimos indispensables para ascender en la espiral de la aspiración académica. La respuesta fue la misma que el primer resultado: no cumples con las cuatro publicaciones científicas que se requieren, pero escribí o participé en 12 publicaciones. Solo tres de esas doce son científicamente (in)suficientes fue la última respuesta. Una respuesta kafkiana por donde se le quiera ver.

La necesidad de escribir fe de erratas, contrario a lo que pensaba, ha sido una constante en mi vida. He tenido que dar fe de mi lesbiandad (en un mundo heteropatriarcal), he tenido que dar fe de mi trabajo intelectual en las fronteras (por no venir de las ciencias sociales), he tenido que dar fe de mi quehacer filosófico (por no ser tener un título en filosofía). Las erratas permanecen en mi historial de vida como una mancha imborrable. Erratas que evidentemente han mermado mi autoestima intelectual en diferentes momentos. La última vez fue precisamente esta evaluación del Conacyt.

Erratas: cosas erradas dice la RAE. Llegó el día que me confié porque me acostumbré a funcionar en la academia y terminé por aburrirme (otra referencia a Kafka). Cosa errada. Al parecer una vez que entras en la academia no puedes salirte. Cosa errada. A eso me quiero dedicar por unos años. Andar errante en la academia, volver a encontrar mi faro de luz en las fronteras, en la filosofía, en la docencia. Quizá estudiar un doctorado en filosofía, quizá seguir escribiendo sobre la filosofía ficcional y en este blog, quizá pensar a Kant desde Malabou o quizá en algún momento cuando ya no esté la 4T en el país volver a aplicar al SNI. Cosa errada. Eso quiero ser siendo sin tener que dar fe de mis erratas.

CDMX octubre 2022.


Fe de erratas. Llegó la reconsideración del SNI en diciembre 2022: Recibo un mensaje de una amiga en uno de esos múltiples chats que voy acumulando para parcelar a mis diferentes grupos de amistades que afortunadamente tengo. "Felicidades Roxana por el SNI", escribe Brenda. Tomo el control de la tv para ver de qué se trata. Pongo un signo de interrogación (?) y escribo otro mensaje ¿de qué hablas? ¿dónde lo viste? "En Fb", contesta y me envia la lista donde aparecemos quienes después de la reconsideración obtuvimos o recuperamos el SNI. No lo voy a negar, sentí que el alma me volvió al cuerpo. 

CDMX diciembre 2022.

24.2.23

¿Cómo tomar el siglo que me está tocando vivir?

Mi madre cuenta una anécdota que ejemplifica muy bien la literalidad con que siempre me he tomado las situaciones. Dice que de niña, al preguntarme si quería plata-no, yo le decía casi llorando: plata-sí. Nos sigue causando mucha gracia, pero en realidad recién me doy cuenta de la seriedad para mi día a día el empleo del lenguaje no-figurativo. 

Estoy entrando a los cincuenta años, estoy saliendo del covid: ese espejo que nos permite ver de cerca nuestros demonios encubiertos por la inflamación de las células del cuerpo y que evidentemente afecta el sistema neurológico que es prácticamente todo aquello con lo que percibimos el mundo o la realidad, según cada quién.

Ayer pensaba en lo que nos depara este siglo (evidentemente en comparación con el siglo pasado) y no es nada alentadora la visión de mis futuros, si todo va bien, 30 años de vida. Ya sé, igualmente lo pienso pero no lo siento: un día a la vez, para qué pensar en el futuro si el presente es hoy. Frases inspiracionales de nuestro entorno. 

Quizá mi fatalismo (que no pesimismo) se deba a que no encuentro de qué asirme (en términos intelectuales) para poder observar distinto el por-venir (por más que lea a Derrida o quizá por leerlo literal) dadas las circunstancias actuales: la(s) pandemia(s), la(s) guerra(s), el cambio climático, la desigualdad, la pobreza, la falta de agua, la escalada de la ultraderecha en los gobiernos y el regreso del conservadurismo en las sociedades (ambos amenazan la prevalencia de ciertos derechos ganados de la comunidades vulnerabilizadas por el patriarcado-capitalismo, entiendanse mujeres, indígenas, homosexuales, lesbianas, transexuales); nada que no hayamos observado en el siglo anterior, salvo el acelerado desarrollo tecnológico. 

Si lo que se suponía debía ser la emancipación que me impuse como logro a finales del siglo XX en términos de realización y satisfacción personal y profesional, para el siglo XXI tiende a girar casi 360 grados. Satisfecha y realizada estoy aunque eso no me permite mirar el siglo por-venir de una forma, digamos lo menos, optimista. 

Decir que soy privilegiada es una falacia conspiradora del neoliberalismo que reduce la acción política a mirarse el ombligo en términos académicos. Y querer sobresalir, igualmente en términos académicos, es el otro extremo de la inacción política.

Llevo días pensando con el cuerpo enfermo cómo recuperar mi equilibrio y la respuesta llega como epifanía: no querer ser alguien que no puede ser, que no existe y no existirá nunca. Sigo teniendo ese pensamiento literal donde lo no-figurado es un agujero negro por descubrir. La respuesta es sencilla: seguir escribiendo, enunciando las dolencias del alma que las del cuerpo son completamente tangibles. 

Oaxaca 2022.



El virus del covid es un fastidio o las caminos de la vida no son como yo pensaba

Habíamos planeado una estancia de quince días en Oaxaca ciudad para dar un workshop de marca personal, realizar varias entrevistas y hacer visitas a diferentes lugares a la redonda (palenques, telares, restaurantes). Alquilamos un airbnb para estar los cuatro: Claudia, los dos perros (Buddy y Ramona) y yo. Un fin de semana antes de viajar me habla mi madre para decir que mi papá había salido positivo a covid (por segunda vez). El domingo, un día antes de viajar, vamos a la farmacia a hacernos la prueba con resultado "negativo". 

El lunes amanezco rara pero sin síntomas. Decidimos viajar de todas formas. Acostumbramos dividirnos la manejada entre las dos pero cuando lo intenté, pasando Tehuacán, solo pude estar una hora al volante. Me sentía completamente desconectada del automóvil, la autopista, el paisaje y demás. Claudia volvió a ocupar el asiento de manejo hasta que llegamos a Oaxaca. Comimos con mi hermana, nos acompañó al airbnb para conocer el lugar y dejar nuestras cosas. Fuimos a tomar unas cervezas  con tapas (que me supieron a gloria y que no he podido volver a probar).

Regresamos a la habitación a descansar y ahí empezaron todos los síntomas: dolor de cabeza, fatiga, ardor de garganta, fiebre, dolor de articulaciones. Fue una noche fatal porque aunque Claudia ya había comprado paracetamol, no me lo quise tomar pues soy alergica a la penicilina y a la aspirina, además de hipocondríaca, o sea que importaba más que no fuera a causar una reacción alérgica a tener que padecer los síntomas de covid. 

El martes al despertar fuimos a hacernos la prueba: yo salí positiva (por vez primera), Claudia negativa. Pasamos por un pan de yema con chocolate de agua al andador del centro de la ciudad y nos regresamos a nuestra habitación de la que hemos salido salvo en contadas ocasiones hasta ahora. 

Oaxaca centro, 2022.

Afortunadamente el espacio que alquilamos ha sido un oasis para la convalecencia y la recuperación. Se llama La Calera, una antigua fábrica de cal que preserva la estética industrial incluso en el diseño de las habitaciones (lofts). Un espacio abierto donde los perros que también han tenido que estar acompañándonos en nuestro confinamiento pueden bajar las escaleras libremente y dar unos paseos cortos en el inmueble, lo que a su vez nos ha permitido disfrutar de aire libre, silencio, relajación y distancia de la gente en todo momento.

La Calera, Oaxaca, 2022.

Puedo afirmar que la enfermedad ha sido relativamente leve y eso me permite asegurar que debió de ser horrenda para quienes la enfrentaron sin vacunas, sin información científica, sin medicamentos, sin conocer las secuelas, aunado a lo que ya sabemos y hemos vivido estos años que incluye la muerte de millones de personas (familiares, amigos, conocidos). 

A los tres días de estar en cama Claudia también se contagió y hemos compartido no solo los síntomas sino el fastidio de un virus que afecta todos los sistemas del cuerpo. En mi caso empezó con las vías respiratorias y las articulaciones, dolor muscular y con los días se ha manifestado en mi estado de ánimo, en el estómago y desde el fin de semana en la disminución olfativa y gustativa. Este bicho es una montaña rusa: cuando te empiezas a sentir bien, al día siguiente viene una recaída de otra parte del sistema.

Obviamente cancelamos el workshop y el resto de nuestras actividades, hemos estado encerradas en nuestra habitación dando paseos alrededor del complejo para salir de la cama, mayormente forzadas por los perros que por nuestra propia voluntad. 

La Calera, Oaxaca, 2022.

No quiero hablar de aprendizajes del covid. Ha habido momentos muy difíciles a pesar de que como ya lo dije la enfermedad ha sido leve. Pero creo que los momentos de cualquier enfermedad con características de una mortalidad evidente y posterior a los años de pandemia que traemos cargando nos pone en otro estado de alerta, de incomodidad, de estrés que no suma a la recuperación sino todo lo contrario. Es decir, si cualquier enfermedad requiere del paciente paciencia, con ésta es necesario estar muy enfocada en no perder la cabeza ni mucho menos en buscar "curas" en internet o en seudomédicos como el primero que nos diagnosticó virtualmente mientras caminaba por los pasillos de un hospital y nos envió una larga lista de medicamentos con enfermera incluida para que nos viniera a poner una intravenosa de quién sabe qué cosa. 

Sin duda el covid es un virus que analogicamente lo podemos asosciar con el hackeo del sistema operativo de cualquier software: no sabes qué te va a afectar una vez que está dentro, por lo tanto tampoco sabes qué vas a tener que restaurar ni cómo.

Nos quedan todavía unos días en Oaxaca, ahora ya no sólo dormimos, también hemos empezado a recuperar nuestro trabajo intelectual. Nos consideramos afortunadas porque tenemos una red de apoyo (gracias a mi hermana) que nos ha ayudado a cubrir las necesidades de alimentación y la atención médica, pero especialmente de salud emocional. 

La Calera, Oaxaca, 2022.

Claudia y yo nos preguntamos cada tanto cómo es que nos han pasado tantas cosas en tan poco tiempo. No lo sé, los caminos de la vida no son como pensábamos pero afortunadamente nos hicieron encontrarnos, no me imagino cómo es pasar una enfermedad de este tipo en soledad o sin alguien que realmente se preocupe por tu bienestar. Claudia y yo hemos podido encontrar ese punto de equilibrio resiliente en este espacio para enfrentar no solo la enfermedad sino también los muchos demonios afectivos que brotan en este estado alterado de la consciencia que trae el bicho consigo y del que poco se habla.

Oaxaca, 2022.