30.7.15

La fuerza guerrera / la fuerza de la sangre

Amanecí guerrera indígena
Quizá por la sangre
La de mis abuelas
Quizá por la que recorre mi cuerpo

Dolor del espíritu 
Sanación en el cuerpo
Días de letargo
Despertar amoroso
Ovulación 

Un cuerpo distinto
Una dicha eterna
La búsqueda ansiada 
Del camino esperado
Ha terminado

Cólico 
Dolor menstrual
Un ciclo se cierra
Cada 7
Cada 13
Cada 28
Da igual

La filosofía ancestral
Se revela 
Despierta
Y cimbra mi pensamiento

Hacer filosofía
Desde lo femenino
Desde lo corporal
Desde la muerte

La sangre guerrera
No necesariamente es roja
También es indígena.

28.7.15

The dead of friends

That's a meditation
A Buddhist meditation
Yesterday I heard it
In my heart 
In my head
Collapse
Maybe is an euphemism
Maybe it took place
The death is always there
We can see it
We can feel it
But we can never accept it.

(For those that passed away, rest in pace and look for us, we will always remember you... until die: Dharma or Samsara?).

25.7.15

Machihembrado

Hablando de los cuerpos de quienes cada tercer día nos encontramos en bañador para hacer nuestro entrenamiento matutino, sorprende que tanto hombres como mujeres estemos tan atentos de nuestra corporalidad, ya sea por lo voluptuoso, lo estético o lo antojable. Categorías en las que agrupo las modalidades que permean el imaginario colectivo. Lo curioso es que existe un sesgo de lo que se puede o no hacer con ello. Un sentimiento, que no en todos es deseo, de otra forma ya se hubiera desintegrado el equipo, y una manera de relacionarnos socialmente distinta.
Recuerdo que cuando inicié en ese equipo, hace casi ocho años, mi temor era que mis compañeras supieran de mis preferencias sexuales y que se distanciaran de mí por temor a que les "fuera a agarrar cariño". Obviamente eso nunca pasó. Es decir, la sexualidad no necesariamente está presente en toda relación del cuerpo. Ahora nos tenemos mucho cariño y en ningún momento me he sentido excluida, incluso antes de ello, ya me había marginado. 
Ayer, mientras comía con algunos de ellos, repasando nombres de quienes admirábamos, no solo por su capacidad de deslizarse en el agua, sino también por el cuidado de su cuerpo, les comentaba mis gustos y favoritos. Es verdad que solo hablaba de hombres porque el cuerpo del nadador me gusta mucho. Incluso más que el cuerpo de la mujer en bañador. Una pieza que no necesariamente es muy estética. Con sorpresa uno de mis amigos me preguntó porqué opinaba si a mi no me gustan los hombres. A lo que contesté, no me gustan para una relación pero eso no significa que no pueda opinar si son "cogibles" o no. Entendió pero le costó trabajo hacer la superposición de ideas. Es decir, en un primer momento supongo que él como a varios les costó trabajo entender que me gustaran las mujeres, como ahora les cuesta trabajo entender que me gusten también los hombres porque casi siempre se piensa en lo machihembrado. Aquello que embona, literal, pero no necesariamente figurado. Desconocía, hasta ayer, el concepto machihembrado y su uso. Seguramente mis amigas feministas estarán en contra de la siguiente afirmación, pero creo que el concepto "machihembrado" es una perfecta acepción de lo que intentamos hacer con nuestros cuerpos socialmente: embonar, pertenecer, ser aceptados, sin importar nuestros gustos ni preferencias.

20.7.15

Usurpar oficios: de esas cosas que una hace para matar el tiempo

La fotografía ha sido tan cercana como la literatura. Mi gusto por ambas se dio en el bachiller. Mientras descubría a los existencialistas, también intentaba imprimir en hoja de plata. Duró poco mi estancia en el taller porque no tenía una cámara réflex, sino una de las Kodak de rollo 35mm. Pronto perdí interés y no era tan redituable el revelado porque todavía no comprendía que no se trataba de fotografiar el cotidiano, sino de hacer la composición, de narrar una historia con la imagen. Tuvieron que pasar algunos años para darme cuenta de ello. Con la literatura fue más sencillo ubicar la teoría, entender la accccion dramática, la importancia de las figuras retóricas y la construcción de los personajes.
En la universidad tuve mi segundo acercamiento con ambas, hacia mi servicio social en el periódico universitario como reportera. Todavía lo digital no se posicionaba, así que mientras redactaba notas también tomaba fotos si era necesario. Recuerdo una vez, Saramago iba a dar un par de pláticas, una en las instalaciones de la universidad, otra en Bellas Artes, me apunté para cubrir ambas. Para la segunda no había fotógrafo, así que cambié la pluma por la cámara. En el recinto, tras bambalinas, Saramago del brazo de Poniatowska. La imagen perfecta pensé. Cuando me entregaron la impresión de las fotos ninguna servía. Todas estaban fuera de foco. No volví a usar la cámara hasta que salí de la universidad. Compré una réflex análoga con la que pronto me familiaricé e hice fotos de todo y nada. Mi pareja de ese entonces se dedicaba a ello y aprendí alguna que otra cosa, incluso a revelar e imprimir. Luego la dejé (también la relación), la regalé, los negativos deben estar guardados todavía en algún lugar. Una reliquia si consideramos que ahora todo es digital.
Hace un par de años decidí comprarme otra vez una cámara, ahora una réflex digital, también Nikon. Según que para hacer investigación, la investigación que tengo en puerta. Pasó un año y ni siquiera la saqué de su caja. De vez en vez la prendía, iba a las marchas con ella, una que otra foto salía bien, al final todas están archivadas. 
Nuevamente la he vuelto a desempolvar, ya tengo el tiempo encima y quiero narrar con la imagen, no solo con palabras. Le pedí a un amigo cineasta que me enseñarla a usarla y estoy ahí. Un intento más para dominar la cámara. Tengo buen ojo, pero no he sido constante. Así que este fin de semana le dije a mi mejor amigo que me acompañara a tomar fotos para llevar a mi siguiente clase.
Fuimos a Chapultepec, hicimos el recorrido obligatorio en las lanchas, nos topamos con los voladores de Papantla, y quizá hay un par de fotos técnicamente bien hechas. Por la tarde, Paco tenía una boda (tema para otra entrada) y estaba dudosa de acompañarle. Una boda de mujeres. Solo había que esperar a que llegara la juez y las casara. Al final acepté acompañarle con la promesa de ir por unos gins al terminar. 
No me tardo, me dijo. Pero estoy muy chamagosa para ir a una boda en Polaco, le contesté. Pues decimos que eres mi fotógrafa, sugirió. Y acepté. Qué podía pasar, traía el kit completo. Llegamos al lugar, la gente súper producida, como se acostumbra en estos eventos. Me puse al frente, me quité el suéter. Una playera blanca y jeans con alpargatas. Desentonaba en el lugar. No me importó. Asumí mi papel de fotógrafa, empezó la ceremonia. Entraron las novias con unos vestidos hermosos. Me concentré en lo mío, en lo que me habían enseñado y en lo que había aprendido durante el día: la luz, la exposición, los blancos, el diafragma, etc. Toda una profesional, salvo por el atuendo. Se acabó la ceremonia (sigue sin conmoverme el acto performativo del matrimonio ni siquiera en el momento en que las novias se declaran amor eterno). Aplausos, besos y abrazos. 
Salí corriendo. Algo en mi consciente se detonó. Vergüenza, culpa, malestar. Había irrumpido una escena íntima con un oficio que no era el mío. Estaba agobiada, al tiempo que satisfecha, había visto la clase media, sus historias, sus pretensiones, en otros tonos. Recuerdo que un fotógrafo ya se dio a la tarea de hacer un libro sobre ello. ¿Qué se puede decir de la clase media con las imágenes? Mucho o nada, según la composición. Estaba fascinada con lo que había logrado ver en un cuarto tan pequeño, pero no podía evitar sentir vergüenza. Vergüenza que se agravó cuando Paco recibió una llamada preguntando que quien era yo. Balde de agua fría, fui suficientemente notoria para incomodar, pensé. Sí, me encargo de enviarles las fotos, dijo Paco antes de colgar. 
Después de unos tragos, lo dejé en su casa. Llegando a la mía prendí la computadora, bajé las fotos. Satisfacción. ¿Qué les dirá Paco cuando las envié?, pensé. Le advertí, las fotos no son lo que la gente espera de su boda, pero a mí me gustan. 

18.7.15

Sentir

De un día a otro
Sentir
Nuevamente un escalofrío

Una mirada
Una sonrisa
Un gesto

Busco una caricia
Puede ser cualquiera

Un roce de hombros
Un tocar la pierna
Un abrazo de despedida

Palpitación sexual cuando observo con intriga
A las que piensan
A las que ríen
A las que fuman
A las que están a mi lado

Con asombro 
De un día para otro
Todas me parecen hermosas 

No quiero una relación 
Repito incesante
Solo una caricia
La de una amante intinerante

Solo quiero sentir 
Un placer egoísta
Un deseo voyeurista







13.7.15

Inconsciente colectivo

Cuando la gente no dice
Afirma
Cuando la gente no pregunta
Niega
Cuando la gente se ufana de su miseria
Esconde.

Las hienas merodean con una risa delirante
Así también la gente sin consciencia.

Le presión social corroe
No todos están hechos para ser libres
Y los que se asumen 
Confrontan.

Miro sin mirar
Acepto sin comprender
Tolero sin respetar.

Seres sociales
Que evitan la diferencia
Y niegan la condición humana
Una aporía ontológica.

El inconsciente colectivo navega
Se infiltra en los usos
Para evitar que las costumbres colapsen.

Vientos desafanados
Arrebatan
Carcomen
La sociedad no se inmuta 
(O eso quiere también negar).
 



Cuando el cuerpo delata

Leer a los otros siempre me ha gustado. Observar, imaginar lo que van a decir, adelantarme a sus intenciones o, como se dice coloquialmente, leerles el pensamiento. Se puede confundir con servilismo, pero la realidad es que esta actitud es solo una máscara de mi timidéz e inseguridad social. Por lo tanto, solo doy el primer paso cuando me siento segura de haber leído, escaneado, en su totalidad a la gente. Este fin de semana, sin embargo, me pasó lo contrario. Me falló la lectura corporal y me aventé sin decir agua va. El resultado fue un negativa, un gancho al ego. Pero la reacción fue asintomática: salí del letargo, pensé al amanecer. Volví a respirar, a sentir, a experimentar deseo, pasión, goce por la vida y por lo que me rodea. Había perdido toda emoción en los últimos meses debido al estrés y las presiones del trabajo. De repente, en un fin de semana, en una noche, con solo cambiar la vista de lugar, mi cuerpo se volvió a iluminar. Perdió su tonalidad ceniza, casi diría amarillo huevo de folder tamaño carta, y con una mirada me cargué de energía. Después del bochornoso momento al que sin dudarlo me remitió un "no" rotundo, me di la vuelta y sonreí.