Recuerdo que cuando inicié en ese equipo, hace casi ocho años, mi temor era que mis compañeras supieran de mis preferencias sexuales y que se distanciaran de mí por temor a que les "fuera a agarrar cariño". Obviamente eso nunca pasó. Es decir, la sexualidad no necesariamente está presente en toda relación del cuerpo. Ahora nos tenemos mucho cariño y en ningún momento me he sentido excluida, incluso antes de ello, ya me había marginado.
Ayer, mientras comía con algunos de ellos, repasando nombres de quienes admirábamos, no solo por su capacidad de deslizarse en el agua, sino también por el cuidado de su cuerpo, les comentaba mis gustos y favoritos. Es verdad que solo hablaba de hombres porque el cuerpo del nadador me gusta mucho. Incluso más que el cuerpo de la mujer en bañador. Una pieza que no necesariamente es muy estética. Con sorpresa uno de mis amigos me preguntó porqué opinaba si a mi no me gustan los hombres. A lo que contesté, no me gustan para una relación pero eso no significa que no pueda opinar si son "cogibles" o no. Entendió pero le costó trabajo hacer la superposición de ideas. Es decir, en un primer momento supongo que él como a varios les costó trabajo entender que me gustaran las mujeres, como ahora les cuesta trabajo entender que me gusten también los hombres porque casi siempre se piensa en lo machihembrado. Aquello que embona, literal, pero no necesariamente figurado. Desconocía, hasta ayer, el concepto machihembrado y su uso. Seguramente mis amigas feministas estarán en contra de la siguiente afirmación, pero creo que el concepto "machihembrado" es una perfecta acepción de lo que intentamos hacer con nuestros cuerpos socialmente: embonar, pertenecer, ser aceptados, sin importar nuestros gustos ni preferencias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario