13.7.15

Cuando el cuerpo delata

Leer a los otros siempre me ha gustado. Observar, imaginar lo que van a decir, adelantarme a sus intenciones o, como se dice coloquialmente, leerles el pensamiento. Se puede confundir con servilismo, pero la realidad es que esta actitud es solo una máscara de mi timidéz e inseguridad social. Por lo tanto, solo doy el primer paso cuando me siento segura de haber leído, escaneado, en su totalidad a la gente. Este fin de semana, sin embargo, me pasó lo contrario. Me falló la lectura corporal y me aventé sin decir agua va. El resultado fue un negativa, un gancho al ego. Pero la reacción fue asintomática: salí del letargo, pensé al amanecer. Volví a respirar, a sentir, a experimentar deseo, pasión, goce por la vida y por lo que me rodea. Había perdido toda emoción en los últimos meses debido al estrés y las presiones del trabajo. De repente, en un fin de semana, en una noche, con solo cambiar la vista de lugar, mi cuerpo se volvió a iluminar. Perdió su tonalidad ceniza, casi diría amarillo huevo de folder tamaño carta, y con una mirada me cargué de energía. Después del bochornoso momento al que sin dudarlo me remitió un "no" rotundo, me di la vuelta y sonreí. 

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