El trabajo de análisis me ha dejado esta experiencia de la repetición. Enunciar el síntoma ha sido una práctica constante desde hace ya más de un lustro. Al principio no entendía nada, a veces pensaba que perdía el tiempo. Que la ansiedad no se iba. He sido ansiosa funcional muchos años de mi vida. Aprendí a convivir con ella. En algunos años la ansiedad se presentó en forma de ataques de pánico severos, en otros con taquicardias incontrolables. Ir a restaurantes, hacer fila, esperar me generaban no solo impaciencia, sino también angustia. Pero tenía mis antídotos, tomar un jugo azucarado, nunca una Coca-Cola. No tomar refresco fue una dieta que me impuse desde muy niña. Beberla era el síntoma de mucha enfermedad. Y yo no estaba enferma, solo tenía ansiedad. Pero la ansiedad se agravó con la muerte de mi hermano y se juntó con la depresión. No entendía nada, lo que había podido controlar se me escapaba de las manos, la vida misma entró en un bucle a veces oscuro, otras difuminado. Solo sentía tristeza, dolor y mucha ansiedad. En cada sesión de análisis repetía en diferente intensidad, con distinta convicción lo mismo que escribo ahora. El cuerpo habla, eso es innegable. Habla porque se alimenta del sujeto de lenguaje. El lenguaje afectivo. Un lenguaje que se basa en la repetición. La repetición de lo que está mal, de lo que está bien, de lo que eres, de lo que no eres, de lo que quieres ser y no puedes. Un círculo vicicoso. Yo sabía que no quería sentir ansiedad y me aislaba para no tener episodios de pánico. Después me molestaba conmigo misma por no lograr acomodar lo que sentía con mi vida. Una vida que estaba ya muy lejos de lo que recordaba, de la alegría, libertad y voluntad que había experimentado en el pasado. Me convertí en una autómata funcional. Dejé de sentir y ese fue mi goce con tal de no sentir ansiedad. Cada semana en el análisis repetía lo mismo hasta que el síntoma paulatinamente fue cediendo. La puerta giratoria del síntoma es irreconciliable con la repetición. Sales y entras, sales y entras, no te das cuenta, hasta que te das cuenta. Algunos dicen que solo es necesario parar la mente. No es tan fácil cuando el cuerpo siente, llama, llora, sufre. Sufre el sujeto de lenguaje al que le impusieron una identidad, la que no es suya, la que nunca lo fue y nunca lo será. Repetir es poder entrar y salir de la vida. La vida del sujeto de lenguaje que repite el síntoma que habita su cuerpo. Vivir nunca es sencillo, pero ahora sé que se puede decidir entrar o salir por la puerta giratoria del goce.