8.4.24

Dos mujeres una presidenta: ¿quién ganó el debate?

Empiezo con la siguiente reflexión: ya estoy deprimida por los siguientes 6 años de Claudia Sheinbaum en la presidencia. 
Ayer fue el primer debate presidencial: dos mujeres una silla y al parecer ya está cantado, cantadísimo, el resultado de las elecciones del 2 de junio del presente año, por más que quiera seguir alimentando la esperanza del cambio. El cambio ha sido mi convicción para votar en las elecciones desde que empezó el siglo. A manera de consuelo me repito qué bueno que no me gustan los juegos de azar porque ya hubiera perdido todo. 
Le reconozco a Claudia su ambición por ser presidenta, una ambición distinta a la de Xóchitl. Una ambición que suma más seguidores incluso. La ambición de Claudia la conozco muy bien, es la misma que se vive en la academia. Cuando eres hija de académicas, intelectuales, políticos o la combinación de los tres, ya tienes más de medio camino de ventaja con respecto a la competidora que nació en precariedad, con carencias educativas o en una familia proletaria no intelectual. Una ventaja simbólica, política importantísima que te da tener acceso a las bibliotecas familiares, a los viajes en el extranjero, al dominio de otros idiomas desde muy niña, a la posibilidad de dedicarte a estudiar lo que sea y, especialmente, al tener una red de relaciones públicas ya dadas. Claudia pertenece a ese sistema, Xóchitl no: esa es una pequeña gran diferencia para que las ambiciones (de poder) de las personas en este país se hagan realidad. 
A Xóchitl, por su parte, le reconozco, incluso le admiro, su ingenuidad, pensó que podía hacerlo sola, como lo ha hecho toda su vida, pero no le alcanzó ni el capital político ni su propio capital humano. Para ser presidenta de México no es suficiente con ser la empresaria de sí misma que logró salir de la pobreza de su infancia, mucho menos cuando la gente ambiciona más de lo que los buenos ejemplos pueden mostrar o enganchar. 
La gente en México no quiere presidentas luchonas porque la población lucha todo los días para llegar al mes. La gente en México quiere votar por la presidenta que irradie una imagen presidencial (sic). Esa fue una de las conclusiones de ciertos académicos en una mesa de debate postdebate. ¿Qué es una imagen presidencial? Ser soberbia, autoritaria, grosera, burlona, como se presentó Claudia ayer con respecto a Xóchitl. ¿Dictar cuándo se habla de los feminicidios, de las violencias que sufrimos las mujeres y cuando no? ¿No contestar ni hacerse responsable de omisiones o negligencias criminales como en diferentes momentos fue increpada? Pues sí, esa es la gente que ocupa los espacios de poder en este país y otros.
Al terminar el debate no pude más que sentirme identificada con Xóchitl: sentir esa rabia controlada de querer hacer las cosas mejor y darte cuenta que quizá esa batalla ya estaba perdida mucho antes: cuando la sinceridad, la honestidad, la vulnerabilidad y las carencias de vida no son suficiente para convencer a la población de que un México mejor para todos y todas es posible.

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