9.10.09

in trsansus paranoico

Hace una seaman nos robaron la casa, se llevaron las pantallas planas tan de moda últimamente (una que apenas empiezo a pagar, ya saben que lo mío son las cómodas mensualidades, parte de la tradición familiar); las computadoras; las joyas de Cata (junto con sus recuerdos); y la seguridad de sabernos resguardadas en nuestro hogar. Han sido momentos de angustia, de estrés y de paranoia, aunado a la deseperanza e impotencia de sabernos completamente desprotegidas por las instituciones de este país y por nuestro propios vecinos.
Me queda claro que cuando una es la víctima todos los demás son sospechosos, no por eso deberíamos empezar una cacería de brujas, pero desafortunadamente es imposible sentirnos vulnerables, sobre todo cuando los demás te señalan por intentar hacer cambios en el edificio (como cambiar la chapa de la entrada principal) o tratar de averiguar si alguien vio algo. Desafortunadamente (ya verán por qué) en este caso sí hubo un testigo(a) ocular, pero cuál fue nuestra sorpresa, que nadie quiere atestiguar por temor a represalias, eso sí, no dejan de mirarnos como si nosotras fueramos, al mismo tiempo, víctimas y victimarias.
Es muy curiosa nuestra actitud cuando estamos del otro lado, cuando no te ha pasado nada, cuando no han entrado a tu casa, cuando no te bañas pensando que posiblemente alguién pueda sorprenderte desnuda y mojada, cuando cualquier ruido te despierta en la noche, cuando llegas a tu casa y lo primero que haces es cerrar con llave (dentro de) para sentirte segura... Hace un mes yo estaba de ese lado, hace un mes robaron a la vecina de abajo, y, cuál fue mi reacción, sólo me limité a decir: "pobre, ya sabes, lo que necesites. Buenas noches".
Ahora me río, todos somos iguales, no queremos tener problemas y no somos solidarios. Ahora soy un número más de las estadísticas y ahora también puedo decir: "ya sé lo que se siente, no te preocupes, no vendrán nuevamente a la casa, ya no tenemos nada de valor"... Son palabras completamente absurdas para una situación que se ha vuelto tan natural y cotidiana, tanto que también nos atrevemos a decir: "qué bueno que no estaba en casa, si no quién sabe qué hubiera pasado" (sic).
En fin, ahora vivimos en un bunker (de papel), cambiamos chapas, pusimos una tercera, la cochera tiene dos candados para que no se lleven el carro (que sigo pagando), al salir nos tardamos cinco minutos en cerrar, lo mismo pasa al llegar... Nos asomamos a la calle esperando ver al sospechoso, confundimos a un motocicleta repartidor de periódico con el supuesto delicuente, cualquiera que se estacione a la sombra frente a nuestra casa nos está vigilando... No tenemos cabeza para más. Estamos exahaustas de tanta paranoia. Supongo que en unas semanas esta situación cambiará, de lo que no estoy tan segura es de que cambie nuestra forma de reaccionar a los problemas, ajenos y propios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario