1.10.10

alguien que me responda

Hablar de solidaridad es prácticamente imposible, ¿será por eso que el país no avanza?
Cuánta razón tenía quien me dijo que la sociedad mexicana es como una cubeta llena de cangrejos.
¿Existirá el manual del corporativismo priista o será puro sentido común?
¿El bien común se refiere al bien de uno mismo o al bien de velar por los intereses de la comunidad?
Si Adam Smith viviera en el siglo XXI seguiría pensando lo mismo sobre el valor de uso y valor de cambio.
La Ilustración de verdad implicó un cambio en la concepción y aplicación de los universales.

La ambición no tiene límites pero la ignorancia es infinita.

A qué viene todo esto, a que sigo sin dar crédito de la única reunión del sindicato a la que he ido. El martes pasado nos convocaron a asistir a una importante reunión donde se hablaría del aumento salarial, a tres meses de terminar el año. Aumento que debió de haberse dado desde el primer trimestre, pero que por cuestiones internas del sindicato, por el cambio de rector-a, y por la falta de decisión no se ha podido ejercer. En fin, a pesar de que no estoy sindicalizada fui a darme una vuelta y para mi sorpresa aquello parecía un circo romano.
Llegamos casi al final de la discusión, pero lo poco que alcancé a ver me quitó la venda de los ojos: No hay futuro para este país mientras no seamos solidarios los unos con los otros y mientras no nos unamos como sociedad para protestar y exigir nuestro derechos ciudadanos. No hay futuro para este país mientras nuestros políticos sigan con el manual maquiavélico de dividir al pueblo bajo promesas efímeras de una mejor calidad de vida mal entendida. No hay futuro para este país mientras los intereses de unos se contrapongan con los intereses de los otros. No hay futuro para este país mientras que no aprendamos a dialogar, escuchar y respetar al otro. No hay futuro para este país mientras no exista un proyecto de nación incluyente.
Ahora bien, por qué digo que me quité la venda de los ojos, porque precisamente unos cinco días antes me pasó algo que nunca había experimentado. Iba camino a la escuela, escuchando la radio, y de pronto sentí una angustia provocada porque en veinte minutos de trayectoria sólo había escuchado tragedias e injusticias de cualquier tipo, desde asesinatos hasta actos de corrupción graves que habían pasado de largo, como es costumbre en nuestro país. Fue tal mi angustia que me dieron unas ganas horribles de vomitar, de parar el carro, de gritarle a la gente que hiciera algo, y lo único que pude hacer fue cambiar de estación. Al llegar a la escuela me sentí obligada a trabajar en un texto, que no es éste, que diera cuenta de todas las injusticias. Obviamente ese texto nunca lo hice porque no tuve la fuerza para redactarlo.
A la universidad llegué agotada, harta de la dinámica seudouniversitaria, de la vorágine seudoacadémica, del agandalle seudointelectual y de la pasividad seudoestudiantil. El fin de semana caí en la cama. Y hasta ahora reparo en algo: el bien común es un ideal, la opción es seguir de frente con el camino que cada quien ha trazado. No por eso seremos mejores o peores personas. Simple y sencillamente no están dadas las condiciones para empoderarnos como sociedad y no lo estarán mientras no encontremos otros caminos para plantear la necesidad de conciencia social. Caminos que hoy por hoy desconozco. Si a alguien se le ocurre alguno que me lo comunique para entrarle al quite.

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