17.2.16

#248

Salgo temprano para ir con calma al aeropuerto y poder comer algo antes de tomar el avión. Es un vuelo corto, me consolaba. Un ritual que hago cada tanto desde que me empezaron los ataques de ansiedad. Según cuando, donde o con quien vaya acompañada, me dan más seguido o no. No es miedo al avión es un tipo de claustrofobia, falta de aire por la cercanía con la gente. Tomo el bus y en cuanto empieza a andar me doy cuenta que va a la T1, yo voy a la T2... No importa, tengo tiempo para cambiar de terminal, respiro, antes de que empiecen mis auto-reproches. Llego al aeropuerto y hago el cambio sin contratiempos. Veo la aerolínea, tengo que sellar el pase de salida, a falta de visa, y como forma de "autorización" para viajar. Mi turno, después de diez minutos; la señorita me dice que es en otra ventanilla, la que crucé al entrar y ahora es más larga por todos los que han regresado. Me formo, tengo tiempo me repito en silencio. Revisan mi pasaporte y me encamino a la sala de espera. Pasar los filtros, quitarse la ropa, volverse a vestir. Un café y un cuerno, por fin. Vuelvo a ver el reloj. Tengo tiempo, pienso. Camino por las salas, cruzo migración y llego a la sala. Espero. La gente se para de repente y se forma en la puerta 53. NADOR. Se lee en la pantalla. Me paro sin mucho ánimo. Voy a ser la última y me tocan los últimos asientos. Nos dejan parados más de veinte minutos. Por primera vez soy la otra-otra. Aunque siempre somos otros, con nosotros, ahora me percato de mi otredad en la lengua, en las formas, en la vestimenta. Respiro. No entiendo nada y tampoco me esfuerzo. Por fin nos dejan abordar. Me toca en medio. Empiezan las palpitaciones. Guardo mi mochila, al ser vuelo low-cost llevo solo lo indispensable. Intento hacer la platica a mi vecino pero no habla más que alguna variable de árabe y yo no hablo más que alguna variable de español (y otro tanto de ingles). Tengo tantas dudas de mi destino y éstas no podrán ser resultas durante el vuelo. Intercambiamos cinturón de seguridad y como una forma de ser amable me ofrece un chicle. Lo veo y dudo. No quiero chicle y tampoco quiero ser "grosera". Lo tomo. Lo meto a la boca. Inmediatamente pienso que fue un error. Ansiedad. Acaso no me han dicho que no acepte comida de desconocidos. Un chicle! De verdad! Ansiedad. La serie de pensamientos que siguieron durante diez minutos son occidentalmente incorrectos y no los voy a repetir. Estamos condicionados... Ansiedad. Entendí lo que es la autoinmunidad de Derrida. La realidad se puede representar de muchas maneras. Casi nunca es como nosotros la contamos. Mi vecino reza. Intento hacer lo mismo, me doy cuenta que no tengo a quién y tampoco me acuerdo de ninguna oración, solo de un mantra. Respiro y repito la respiración conciente hasta que llegamos a Nador. Bajo del avión sin despedirme. Me doy cuenta después de haber cruzado nuevamente migración. Estoy emocionada, he llegado a una ciudad fronteriza, a otro continente. Mi primer viaje a África.

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