10.7.25

El oficio de escribir con pluma fuente

Nos cambiamos de casa cuando tenía siete años. A esa edad desconocía lo que implicaba mudarse, después se volvió una costumbre en mi vida. El nuevo hogar nos dio más libertad a todos, mis padres escogieron una escuela a unas cuadras para que nos pudiéramos ir caminando. Una escuela la Sallista donde además de rezar por la mañana, usábamos pluma fuente en las clases. Escribir con pluma fuente y letra manuscrita es quizá lo que definió mi vocación. Regresábamos a casa con los dedos pintados de azul porque la tinta se escurría, no importaba si la pluma era recargable o de cartuchos. 

Scheaffer o Parker eran las marcas que mis padres nos compraban, yo no supe de la Bic hasta que entré al bachillerato, cuando también cambié a letra de molde, más por pertenecer que por decisión propia. Dejar la pluma fuente fue por rebeldía y cambiar la letra una tontería. Asocié al bolígrafo con la letra de molde y la manuscrita con la fuente. Ahora tengo una letra horrible y cuando no quiero que nadie entienda lo que escribo la hago todavía más ilegible, a veces incluso para mí.

Con los años me adapté, nunca me acostumbré, al bolígrafo. Entendí con el tiempo que usar pluma fuente era una cuestión de estatus y lo que menos quería era dar una impresión de arrogancia en un bachiller de exiliados españoles, mientras me sumergía en la literatura existencialista, pero cuando escribía en mis diarios me dolía la mano, no le encontraba el toque, si presionaba mucho se quedaban las letras grabadas, si lo hacía con soltura, como si escribiera en el aire, como estaba acostumbrada con la pluma fuente, las palabras quedaban mancas. Con los años me acostumbré a escribir en computadora, luego en el celular y cuando empecé a estudiar el doctorado regresé a los cuadernos.

En las papelerías buscaba el bolígrafo de punto fino para que resbalara en el papel mientras escribía en la hoja blanca. También compraba cuadernos sin rayas, de hoja gruesa y de pasta semi dura. Pasaba por los aparadores y buscaba la pluma fuente, pensaba en comprarme la que mi papá tenía y llevaba en la bolsa de la camisa cada día que salía de casa al trabajo. Un recuerdo de niña, cuando creía que algún día sería tan importante como él y podría llevar la pluma en mis camisas. A esa edad no aspiraba a ser escritora, solo quería tener la pluma. Tampoco sabía que asociaba el ser importante con la admiración que le tenía.

Al terminar el doctorado fueron mis padres quienes me regalaron esa pluma fuente. Una Montblanc edición especial de Beethoven. Me la dieron cuando regresé de presentar mi tesis en Barcelona, una tesis sobresaliente. Ellos decidieron no ir al examen y yo vi su regalo como una manera de reconocer mi esfuerzo sin saber muy bien a qué me dedicaba. Me estaban esperando con una botella de champán y la caja de la pluma. Seguía enojada con ellos, pero no pude disimular que me habían sorprendido, que era el mejor regalo que me habían dado en muchos años y que quizá en algún momento los podría perdonar por no haberme acompañado. El perdón se tardó en llegar. Guardé la Montblanc con recelo muchos años, me daba pudor llevarla a la universidad, sacarla en mis conferencias, no quería, nuevamente, parecer arrogante. 

Con los años de usarla en el hogar, el callo del dedo índice de la mano derecha recuperó su forma, ahora está todo el rato pintado según el color de la tinta que use. Ya no tengo pudor en sacar la pluma fuente en público, como tampoco tengo pudor de escribir desde lo más íntimo. Afortunadamente el callo de la escritura es una cuestión de oficio, el oficio de escribir con pluma fuente.





25.4.25

Ser de frontera

Morder el tiempo

las personas no regresan

los espacios que con tanto ahínco

te encargaste por ocupar

siguen siendo inaccesibles para ti

como inaccesible es la puerta 

para el hombre de campo en el cuento de Kafka

Ante la ley

eufemismo de la mezquindad humana

el siglo XXI se ha vuelto contra su propia humanidad

el aire se respira ominoso

y prefieres buscarte en el misticismo barroco

Sufrimiento y melancolía

preferible a frustración y desasosiego

Morder el tiempo

el aire se respira ominoso

quizá ya no sea necesario que busques dónde estar

aunque la puerta esté abierta

sabes que no podrás entrar

Ser de frontera has sido siempre

por qué querer cambiar

19.4.25

Dejar de ver

Hoy me caché

que había dejado de ver

mientras nadaba 

En cada respiración

al sacar la cabeza

para tomar aire

cerraba los ojos

Desconozco si para evitar la luz del sol

o a la gente que antes era cercana

Clavar la mirada en el fondo de la alberca

como una tortuga que se esconde en su caparazón

resultaba más placentero 

más seguro

que ver por encima de la superficie

Perdí el sentido de la navegación

ese que tanto disfrutaba en cada brazada

Perdí el ritmo, la cadencia, el disfrute

por dejar de ver al ras del pasto 

que crece fuera de la alberca

Hoy me caché

que había dejado de ver

mientras nadaba

No sé en qué momento pasó

solo pensé que si quería volver a nadar

en mar abierto debía abrir

nuevamente los ojos

y encontrar el rumbo