28.1.24

La depresión social es un padecimiento invisible

I

Llevo ya varios años haciendo análisis y durante las últimas sesiones le insistía a mi terapeuta, con quien trabajo semanalmente por vía telefónica desde la pandemia, que no sabía si iba a volver a ser yo, la de antes, la que no tenía miedo, la que no tenía ansiedad, la que disfrutaba la vida, la que se aventaba como el borras a recorrer el mundo y a cruzar fronteras. 
Lo decía con nostalgia, como si esa persona que fui y que sé que está en mí se hubiera muerto con la muerte de Arturo, con la tristeza, con el vacío. 
La analista obviamente solo asentía con un murmullo o un silencio prolongado, es lo que tiene el análisis y el aprender a escuchar/sentir a la persona que está del otro lado del auricular. La respuesta a la pregunta en realidad sólo la puedo tener yo, es lo que seguramente la analista esperaba que abstrajera, sintiera en algún momento.

II

Nunca se me ocurrió que el padecimiento de los últimos años fuera una depresión social que en realidad tiene poco que ver con el asesinato de mi hermano. Me explico, el duelo, el trauma lo fui trabajando en el análisis disciplinadamente, escribí mucho, lloré mucho, me dolió y me sigue doliendo de distinta maner su muerte, pero fue ese acontecimiento el que posibilitó la abstracción de otros padecimientos, de otros espectros.

III

Por depresión social no me refiero al miedo a expresarse en público, a eso me dedico desde hace mucho tiempo y me encanta. Soy una extrovertida de closet en realidad. Me refiero a algo más sutil, imperceptible para muchas personas. 
¿Cómo se manifiesta? ¿Qué sentimientos involucra? ¿Cómo se identifica? Obviamente hablo, escribo, a partir de mi propia experiencia. La depresión social es un padecimiento invisible que muchas veces confundo con ansiedad. Conozco ambos, los he padecido, me he regodeado en ellos, por ello puedo afirmar que son distintos. 


IV

El padecimiento (y no la enfermedad, otra diferencia importante en mi caso) consiste en carecer de las herramientas emocionales para gestionar los estímulos externos.
Lo que descubrí con el análisis fue que la carencia de una afirmación de singularidad desde mi infancia me limitó para hacerme de una caja de herramientas afectivas que me permitieran gestionar los estímulos externos.
A qué me refiero con estímulos externos: bullying familiar, acoso laboral, homofobia, misoginia, clasismo, racismo. Mecanismos muy sofisticados de desaprobación, de control, de dominación, de explotación a los que estamos expuestos constantemente. La diferencia es que hay personas que los saben gestionar mejor que otras.

V

¿Por qué depresión y no ansiedad? Después de la muerte de Arturo busqué refugio en espacios, en colectivos, en actividades que me permitieran seguir adelante con mi vidad, pero me topé con el juicio, con la mirada crítica, con la vergüenza que muchas veces me hicieron sentir las otras personas por el asesinato de mi hermano, como si hubiera sido mi culpa o como si me lo mereciera. Nadie se merece que le maten a un ser cercano, querido, a un familiar. 
Con los meses fui rompiendo con esos colectivos, con esas personas que consideraba mis amistades más cercanas y fui rompiendo incluso con mi propia familia. Un duelo tras otro. La diferencia es que es más fácil hacer el duelo con la muerte que cuando el colectivo al que dejas ir sigue siendo un referente en tu cotidiano. 
La depresión social, en mi caso o como yo la nombro, se manifestó ya no solo con la taquicardia, la hipocondría, la hipersensibilidad a la luz, al sonido, a la gente, también como desvanecimiento de mi ser, una necesidad de desaparecer o de hacer black out. Una forma de suicidio social, existen muchas otras.

VI 

La huida nunca es la solución porque la huida genera más ansiedad. Fui sintiéndome mejor cuando pude gestionar los estímulos externos con mi caja de herramientas afectivas. Una caja que incluye mucho amor por el ser vida, por la afirmación de mi singularidad, por los afectos y la generosidad de las personas que se quedaron sin juzgar; un acompañamiento hospitalario de aquello que par mí es la amistad. A ellas/ellos, que son pocos, muchas gracias.

VII

El síntoma del padecimiento desapareció finalmente. Cómo lo sé, en la expresión de mi cara: se han suavizado mis gestos. He dejado de tener atorada la ansiedad en la garganta. Amanezco cada día con la ligereza del alma que me da la certeza de saberme viva y amada. Improviso, hago chistes, me río. Los estímulos externos siguen ahí, ahora he aprendido a gestionarlos.

1.9.23

Y después del trabajo de duelo-trauma viene la calma

El duelo me sorprendió como sorprende la muerte de alguien que amas. El trabajo de duelo es una trabajo de tiempo completo y no puedes claudicar hasta que deja de doler tanto. El duelo-duele y no es un pleonasmo. El trabajo de duelo es solitario, a veces trágico, a veces dulce, a veces se instala, hasta que un día, sin darte cuenta, lo integras a tu vida diaria. El duelo es una luz que prendes-apagas con la memoria, el recuerdo, la generosidad. 

Poco tiempo después de tener bajo control el apagador del duelo experimenté nuevamente la presencia del miedo, la angustia, la ansiedad. Me tardé en identificar con lo que me enfrentaba: los fantasmas de alguien que desconozco, a quien no le pude ver la cara, las dudas de si hubiera... o el miedo nuevamente a la muerte, a la mía. Hasta que un día entendí que también había que trabajar el trauma. 

El tiempo deja de ser importante cuando te instalas en el trabajo de duelo-trauma, lo único que importa es sobrevivir y así lo hice. Sobreviví a tu muerte y empecé a pensar a sentir la mía. Debí talar profundo para encontrar las raíces que nos unían, además de la homosexualidad, y cortar con eso que nos fue consumiendo para pertenecer: las sutilezas del lenguaje corporal que son imperceptibles y van minando la certezas de lo que se es. ¿Y qué se es? ¿Importa? ¿A quién le importa? 

Han pasado casi cinco años, Arturo, y hoy te puedo decir que siento calma. Una calma de ver a mi madre ilusionarse por las próximas elecciones, la calma de saber que mi padre sigue entero y más amoroso. La calma de mis perros que vinieron después de tu muerte, la calma de un hogar compartido con Claudia. La clama que me dan mis estudiantes que quieren comerse al mundo y a veces no saben por dónde empezar a conocerlo. La calma de la gente que ya no está, de los amigos que ya no lo son, de los que lo siguen siendo y de los que vendrán. La calma de navegar mientras nado. La calma de abandonar el agujero negro en el que se convierte el trabajo de duelo-trauma. 

Las certezas que ahora tengo son las certezas de quienes nos antecedieron: "no hay mal que dure cien años, ni nadie que lo aguante" o "después de la tormenta viene la calma". La calma se convierte en el bien más preciado y en la fuerza para seguir viviendo.

28.7.23

¡Qué fantástico es el mundo de los y las científicas!

El miércoles, en el tradicional 2x1, que aplica en la Cineteca Nacional, fuimos a ver la más reciente película de Christopher Nolan: Oppenheimer, el científico que inventó la bomba atómica, bajo encargo del gobierno estadounidense, y mató a cientos de miles de personas en Japón.

La reflexión-discusión ética alrededor de esta invención es y sigue siendo indispensable porque no solo le corresponde a este acto atroz en la historia de la humanidad, sino también a los inventos que están por venir, entre ellos, uno que nos da mucho dolor de cabeza últimamente, la inteligencia artificial y uno más complejo todavía de comprender: el diseño genético.

Dos son los argumentos centrales de la defensa ética de Oppenheimer, como científico, y son muy sencillos: si no lo inventamos nosotros lo van a hacer otros (rusos, alemanes o japoneses) y conociendo las consecuencias devastadoras de la bomba no habrá otra guerra con estas características. En realidad los dos argumentos son válidos para la época que les estaba tocando vivir, no para la nuestra. Eso no ha impedido que se sigan probando bombas de todo tipo en diferentes continentes (con el pensamiento banal del "por si las dudas).

La película tiene varias capas: la vida de Oppenheimer, la geopolítica de la guerra fría, el invento en sí mismo de la bomba y la relación entre colegas (la más relevante es la relación Oppenheimer-Einstein que además es de un solo diálogo). Ninguna de esas capas realmente es suficiente para sostener, mucho menos para aprobar, la invención de la bomba atómica. Sabemos que la ciencia, lo vimos durante la pandemia de covid-19, responde a los intereses gubernamentales y económicos de las empresas, sean farmacéuticas o, en este caso, armamentistas.

Lo único que me interesa comentar de la película, no es la única que recurre a ese recurso cinematográfico, es el interés de Nolan de evidenciar el fluir de la conciencia de Oppenheimer (como en la serie Gambito de Dama), de ahí que los efectos audiovisuales (que en la Cineteca no se aprecian porque tienen muy descuidadas las salas), su símil en la literatura son las figuras retóricas, sean indispensables para que las diferentes capas de la película sitúan al espectador dentro y fuera de la mente del científico.

Eso me lleva a pensar o a concluir lo siguiente: sí o sí es imposible seguir inventando cosas que no consideren los ecosistemas de los seres vivos-no-vivos y a las mentes geniales se las consume el antropoceno a pesar de poder observar, adentrarse y recrear las más profundas imágenes de lo que es el ser-vida (la Gaia). La pregunta que me queda pendiente por resolver es si se puede inventar en "beneficio del ser humano" sin destruir la propia humanidad del ser humano.


26.7.23

¡Vámonos a volar junto con el pajarito azul!

El blog y las redes sociales fueron un parteaguas en mi vida. De ser una muchacha tímida, callada, reprimida y con mucha facilidad para la escritura, encontré en los blogs y las redes sociales la salida a mi anonimato e invisibilidad (anomia, nombrada clínicamente por mi terapeuta). Empecé a escribir desde muy joven, ya lo he comentado en este mismo espacio, desde los siete años en los yesos que cada tanto necesitaba porque me encantaba andar en la calle jugando con mis "camaradas" de la cuadra. Así que pasaba algunos meses encerrada con poca actividad y sin poder ver la TV porque teníamos horarios establecidos para ello. Después, en la adolescencia, cuando mis camaradas se hicieron "hombres" y cambiaron la amistad por relaciones de pareja, empecé a escribir sobre la soledad, el devenir, las relaciones que a mí no me interesaba tener: no me interesaba reproducir la heteronormatividad sexo genérica en mis relaciones de amistad, yo quería seguir jugando a que el mundo nos pertenecía. La escritura y la lectura se convirtieron en el único escaparate para una infinidad de dudas existenciales que nadie podía resolverme. Seguí escribiendo conforme fui creciendo, encontrando mi propia voz, mi propio estilo. De un dia para otro me sentí lista para dejar los cuadernos y lanzarme a la escritura en blog que se puso muy de moda a principios de este siglo. La rebeldía de la autopublicación digital pretendió irrumpir, evidenciar, transgredir el establishment literario de las editoriales que no eran tan grandes ni monopólicas como ahora. Fuimos varias las que nos subimos a la ola de la era digital para dar a conocer nuestro trabajo, pero nadie nos dijo que con los años iba a ser un trabajo extra y sin paga porque lo digital también se viralizó, se corrompió y se volvió un negocio con alcances inimaginables hace veinte años. Escribía por el mero placer de escribir como ahora. Lo que cambió es que esa chamba extra de visibilizar mi escritura que trajo consigo las redes sociales consistió en un desgaste inaudito y una inhibición de la creatividad, empecé a escribir para la gente, para ganar likes y seguidores y dejé de escribir para mí. Con el reciente anuncio de Elon Musk de modificar el logotipo de Twitter, un pájaro azul hermoso (uno de los logos más creativos en lo que va del siglo, junto con el de Kindle) por una espantosa X (y eso que mi nombre también es de x), decidí dejar Twitter. Ya tenía tiempo incómoda con su devenir, incluso con el de los blogs que también se los comió el mercado, el MKT digital, el tecnocapitalismo, perdiendo toda su esencia aurática de rebeldía. Llevaba meses pensando qué futuro le esperaba a una de mis redes favoritas  cuando Musk anunció que Twitter, como en su momento lo hizo Zuckerberg con Meta, se convertiría en un sistema financiero global. ¡Vámonos a volar!, pensé inmediatamente. Y aquí estoy, regresé a los clásicos, al gusto por la escritura en primera persona, a escribir para mí y para quien quiera leerme sin prisa y con calma. No voy a cerrar mi cuenta de Twitter porque quiero conservar mi nombre de usuario @roxrodri con su x incluída, solo voy a dejar de usarla tanto como una fuente de investigación como un escaparate de mi trabajo intelectual. Regreso a los blogs con esa idea inicial que tuve cuando empecé a utilizarlos: llevar un diario de campo, sistematizar las fichas bibliográficas, redactar proyectos de investigación, darle una salida a las verborreas mentales, escribir mis clases y seminarios, y publicar textos cortos de divulgación e investigación. Sigo convencida que el blog, a diferencia del giro reciente en las redes sociales, es la vía más democrática de compartir y generar conocimiento.


6.6.23

Decidir por lo que te hace sentir bien

Dejé la terapia de reemplazo hormonal (TRH) hace dos días. Lo más difícil es tomar la mejor decisión para el cuerpo trans-menstruante, no es fácil por muchos motivos. El primero y quizá más complicado es lograr la transferencia con la ginecóloga como se logra con una buena terapeuta. Confiar plenamente en la medicina es, desde mi perspectiva, un error porque no todos los cuerpos son iguales ni necesitan lo mismo, el mío, por ejemplo, es en exceso sensible a los fármacos en general. Lo comprobé nuevamente después de veinte días de estar tomando hormonas y de recurrir dos veces a mi ginecóloga para decirle que me sentía fatal. El fin de semana pasado que le volví a llamar me dijo que definitivamente los malestares eran provocados por las hormonas y que si quería podía suspender el tratamiento, que en un mes intentamos con otro, quizá un tratamiento tópico, menos fuerte, y así  hasta dar con el que me hiciera sentir bien.

Podía suspender el tratamiento; es decir, la decisión siempre va a ser mía a menos que pregunte explícitamente por una recomendación. De ahí que lo segunda complicación a la que nos enfrentamos es saber qué es lo mejor para el cuerpo trans-menstruante. Tenemos tan poca información del funcionamiento de nuestro cuerpo en general (y tan poco interés por descubrirlo, explorarlo, cuidarlo, una cuestión meramente cartesiana que me hace pensar en que si la filosofía le hubiera hecho más caso a Spinoza quizá no estaría escribiendo esto) que llegado este momento, para mí, hay dos opciones: no le hago caso porque no tengo tiempo para ello, como me dijo la trabajadora doméstica de mi hogar, o me ocupo. A mí no me queda más que la segunda opción porque tengo mucho tiempo libre para estar sintiendo y pensando en lo que le pasa a mi cuerpo trans-menstruante (tanto tiempo que hasta puedo escribir sobre ello)

¿Qué es lo que me hace sentir bien? Quizá no tomar ningún tratamiento y como muchas mujeres dejar que el cuerpo trans-menstruante haga lo suyo. Lo que hasta ahora tengo decidido es dejar que mi cuerpo trans-menstruante termine de sacar el shot de hormonas artificiales que le metí, hacer el trabajo terapéutico con mi analista, seguir escribiendo en este blog, nadar todos lo días que pueda o que el cuerpo quiera, regresar a yoga, beber todos los días una copa de vino y mucha agua, dormir la siesta y seguir contemplando al cuerpo trans-menstruante.

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Pd. ¿Por qué no se ha invertido más dinero en buscar los fármacos óptimos para hacer esta transición más llevadera? Existen cantidad de avances teconocientíficos para que las mujeres puedan tener hijos (a pesar de los cuestionamientos éticos que se le puedan realizar a muchos de estos procedimientos), pero pasada la edad reproductiva de la mujer pareciera ser que el pensamiento del régimen farmacopornográfico (recupero la categoría de Preciado) consiste en dejar a las mujeres a su suerte; finalmente ya cumplieron con su cuota de hijos para el sistema capitalista. Lo que se traduce en una estética y una economía diferenciada entre la mujer que se dice joven y la que ya no se siente joven.