31.7.13

Día 144

Salimos del piso que alquilamos durante nuestra primera parte de la estancia en Berlín y nos movimos al piso de Mercè. Un piso de boutique o de museo, según como cada quien entienda el arte de decorar. Todos los detalles en su lugar, una bailarina miniatura por aquí, un sillón rojo por acá. Un estudio con una enorme mesa de trabajo, una recámara minimalista, una cocina con el espacio bien aprovechado. Colores armónicos y, sobre todo, calor de hogar. Parecerá cliché pero se siente cuando una casa te acoge, cuando quien la habita es hospitalaria con quien llega, cuando hay un disfrute de compartir la intimidad incluso en los silencios, a través del tiempo, con la distancia. Mercé y yo nos conocimos gracias a mi hermano, con el tiempo nos hemos visto varias veces en varias circunstancias, algunas más gratas que otras, mas siempre con cariño. Ahora nos encontramos en Berlín y amablemente nos ha dejado entrar a su espacio. No es una deuda pendiente pero la hospitalidad le regresa siempre a ese otro que en algún momento te abre las puertas de su casa. Es un trueque que se comprende casi siempre que has migrado y sabes lo que es necesitar del otro, no sólo en lo material también, o sobre todo, en lo espiritual. Hoy compartimos la comida que nos hizo con amor y generosidad. Hoy siento que estoy en deuda (honrosa deuda de la hospitalidad) pero no sabré a quien se la pagaré, el tiempo y el destino son así. Hoy siento una felicidad por este gesto de hospitalidad y de amistad.


30.7.13

Día 143


Día de museo y bar.
Cada vez hacemos menos en un día.
Si al principio recorríamos todos los rincones de Berlín, ahora vamos con un propósito diario. Sin duda cada viaje tiene sus propias demandas y ritmos.

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Retrospectiva de Martin Keepenberger en el Hamburgerbanhof




Éstas son mis favoritas de una muy larga exposición en un lugar hermoso. Un galerón largo y rectangular que alberga colecciones de gran formato.


Lo que más me impresiona además de las dimensiones de los museos en Berlín es el hacer de la visita a estos sitios tan anacrónicos de pensar en arte una actividad lúdica donde a veces hasta interactuar es posible con las obras.


Mucho más que decir pero hoy estoy saturada. Unas chelas a un bar y listo.

29.7.13

Día 142

Qué tanto el clima determina cierta disposición para actuar de tal o cual manera? Dicen que ayer fue el día más caluroso desde 1959, casi 40 grados. Con este calor, en una ciudad que recordaba nublada incluso en verano, la gente sale a las calles a tomar el sol, a refrescarse a los lagos aledaños, a desnudarse y a disfrutar de lo que pocos días en el año puede hacer. Otros, quizá los menos, refunfuñan. Yo que estoy de paso no lo aguanto más. Afortunadamente hoy está nublado y mañana también, cae llovizna, este es el Berlín de mis viajes pasados. 
El verano en Europa no sé si lo vuelva a considerar como un destino vacacional. Creo que es tiempo de cambiar de continente.


Día 141

Ayer fuimos al lago a refrescarnos, salir del asfalto que quema los pasos, darnos un baño de energía, liberarnos de una ciudad cargada que pesa con el paso de los días. Los lagos circunscriben la ciudad, como también lo hace el río. Aguas verdes donde el andar es viscoso. Caminar con temor al entrar al lago: musgos, algas, piedras. No se ve el fondo sólo se siente. Caminar como lo hacen los otros y esperar a que la distancia entre los pies y el fondo nos haga flotar. La gravedad desaparece. Olor a clorofila. 



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El lago poco a poco se va poblando, aún así es silencioso, el entretenimiento en Berlín es introyectado. Parece que sólo tienes un metro cuadrado para ser expresivo. Todos los respetan. En México eso es imposible. Lo estridente se trae en la sangre. A ratos el silencio de los otros se agradece, a ratos abruma. 
Poco a poco ocupamos nuestro metro cuadrado. Vemos la copa del árbol que nos da sombra y dormitamos, comemos, bebemos. Vemos los otros cuerpos desnudos, cuerpos que se tocan, se rozan, se acarician. El pudor no es un límite, el deseo tampoco. Nos vemos desnudos, unos con descaro, otros de reojo, todos nos observamos. Susurramos, fantaseamos. Así es la desnudez: mostrarnos tal como somos.



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Llegó la tarde.
Nos vestimos.
Volteamos hacia atrás.
Dejamos nuestra desnudez 
en el lago.



27.7.13

Día 140

En Berlín hace un calor de locura que sorprende a sus habitantes, algunos dicen que de todo se puede uno quejar en Berlín menos del calor. Claro, lo dice quien vive inviernos largos. Para los que estamos de paso es insostenible, andar cansa, caminar en la calle cansa, hablar cansa. Eso sí, en casi todas las esquinas de las calles hay o un bar o un café donde sentarse a la sombra y dejar que el tiempo pase o que el viento sople. Benditas las vacaciones...

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Hoy conocimos a un chico ghanés en la lavandería, obviamente fue mera casualidad porque como no entendía cómo usar la máquina que automáticamente daba inicio a la lavadora una vez depositado el dinero, al escucharlo hablar español arremetí pidiéndole que me explicara. Amablemente me dio las instrucciones de lavado que también estaban en español pero que aún así no entendía (el calor abruma). Podría narrar la escena de la lavandería pero no es lo más significativo. Una vez pasado el trauma de apañar lavadoras entre la gente que ahí estaba nos sentamos a esperar. El chico seguía ahí. Le hicimos platica y las preguntas obligadas: "de dónde eres? Cuantos idiomas hablas? Cuanto tiempo llevas aquí?". Ocho idiomas, entre las lenguas maternas, las de la colonia (portugués), y las que había aprendido en cada lugar por el que había pasado podía hablar con un vocabulario promedio esas ocho lenguas y quizá más. Poliglota de nacimiento o por necesidad de sobrevivencia. Se me olvidó preguntarle por qué migró y hace cuánto que había dejado su país. Llevaba seis años en Berlín y el alemán había sido la lengua que más trabajo le había costado aprehender (en el día a día, no en la academia), antes había pasado por Italia, Barcelona y sabe por dónde más. Ahora sólo transita entre Berlín-Barcelona-Ghana, los sitios donde está su familia. 
Qué tipo de inmigrante es aquel que aprende la lengua en cada país al que llega? Servirá hablar de transnacional en un casos como éste? A veces creo que la teoría se queda rezagada con respecto al día a día. 
En un momento hace una crítica a los otros inmigrantes: "algunos lleva 20 o 30 años y no saben hablar alemán. Incluso sus hijos lo hablan muy bien pero ellos o ellas no (refiriéndose a la comunidad turca)".
Hablamos del empleo o la falta de empleo, del estado benefactor alemán, de la violencia en nuestros respectivos países, del calor...hasta que terminó de lavar. Nos despedimos sabiendo que la casualidad no siempre es coincidencia.