30.4.20

Día 10 observando el encierro

El día 9, ayer, se me olvidó escribir. Estuve dándole vueltas a la imagen del día 8, publicada también en este blog, y cómo abordarla a partir de lo que estaba leyendo y se me fue la onda. Me acordé al levantarme. Eso es también el encierro. Dejar de llevar la cuenta de los días, de lo que somos o hacemos. De las muertes, de los contagios, de lo que nos falta. La pandemia se volvió una numeralia del hacer. Nos volcamos a la virtualidad para estar presentes, para acompañar y sentirnos acompañados. Pero hay días que lo siento todo tan artificial y forzado. Son los humores del encierro. A veces un exceso de verborrea otros de silencio. Derrida dice que la pulsión de muerte es el proceso del mal de archivo. El archivo no solo es la memoria también la historiografía. Todo lo que decimos se queda en este archivo virtual, hacemos al tiempo que interpretamos. Dejamos entrar sin condición a lo más privado de nuestros hogares vía la imagen el video la escritura. Me incluyo. Llevo años haciéndolo para evidenciar mi propio encierro. Tengo una anécdota que da cuenta de ello: regresaba de un viaje de ocho meses y quedé con una amiga para comer. Nos saludamos con cariño y empezamos a platicar. Rápidamente me interrumpió “no me cuentes más, lo he leído todo”. Todo lo que había escrito en este blog a manera de diario como lo hago ahora. Sigo con mis lecturas de Derrida, mi próximo proyecto de escritura, uno al que he postergado por falta de tiempo y ahora tiempo me sobra o decido ocuparlo en la acontecibilidad del testimonio. Testimonio en nombre propio que da cuenta del nombre común. A eso me dedico ahora, como hace veinte años. Y sí, como dice Derrida, el sentido archivable comienza con la impresora, con la presión de la palabra escrita, con su impresión y lo que se imprime de ella. 

https://drive.google.com/uc?export=view&id=1CD_4C_3anpoCpy4etA_mnnwRLKm3APXR

Día 6 observando el encierro

Hoy me iba a ir a la cama, bueno ya estoy en la cama, me iba a ir a dormir sin escribir. Ya escribí  mucho este día me dije mientras me lavaba los dientes, pero luego pensé que tampoco había convocado a Las Solovinas para hacer nuestro cada día diez minutos de nuestro día. Entonces, me acosté, apagué las luces y heme aquí escribiendo en el celular. Una bonita costumbre que tengo desde hace muchos años que me permite escribir en un café, en la fila de algún sitio,  en la cama, en el encierro  o en cualquier lugar. Estas semanas he experimentado, siguiendo con el tema de la escritura, y particularmente mi prolífico quehacer de escritura, sensaciones de estar en falta. Me explico, si tengo una habilidad que sobresale es escribir (y dicen quienes me han leído que lo hago bien) . Con el encierro, que se junta con un sabático ya empezado, me encuentro más concentrada y creativa , escribo los proyectos a los que me comprometí más otros que tenía en mente y los que se sumen en el día a día como este ejercicio creativo de escribir a diario en este espacio. Pero digo que me siento en falta porque llegado un momento, especialmente cuando concluyo algún manuscrito, me asusto y me digo a mi misma que debo parar, me pregunto si no estoy trabajando demasiado (en el encierro) o evadiendo mis miedos y ansiedades que se desbordan con la pandemia. Pasado unos minutos me pregunto qué más puedo hacer, si también limpio la casa, cocino, lavo trastes y ropa, juego con Ramona, veo Netflix (menos de lo que acostumbro), hago la siesta, leo, contemplo y escribo. 24x24 es lo que tiene el encierro. El tiempo alcanza para eso y quizá para más, y es la atemporalidad del encierro la que me hace sentir estar en falta, porque es, a su vez, la atemporalidad de mi propia subjetividad. Por cierto, hoy se celebra el día de la visibilidad lésbica, un motivo más para seguir escribiendo sobre el encierro. Buenas noches. 
https://drive.google.com/uc?export=view&id=1lM0Lmm5uLl7Bqse24shfFj6cEOcR9S60

28.4.20

Día 8 observando el encierro

De esos días que llega la inspiración trabajando. Tengo dos libros casi terminados, me falta escribir el epílogo de cada uno, solo estoy esperando el desenlace de esta pandemia antes de que entre la segunda oleada de la misma. Tengo claro lo que quiero escribir para cada final, cierre, sin conclusión, pero no quiero errar en un desenlace especulativo. Las investigaciones nunca terminan de escribirse, hay que saber cuando ponerles un final temporal, herencias académicas de la metafísica de la presencia. Y hablando de finales, terminé de leer Espectros de Marx [...] de Derrida. Creo que lo leí en por lo menos cinco años y lo he de haber empezado tres veces y mañana quiero volver a leer mis subrayados para terminar de hacer mis notas. Me pasa que con Derrida siempre dejo una lectura pendiente, a medias, ya sea para retomarla donde me quedé o empezarla de cero. Salvo con los textos muy cortos y otros que leído no solo en español, también en inglés, y no una vez sino varias, el resto aguardan o se resisten a ser leídos de una sentada. Así me acostumbré con Derrida a quien lo leo sistemáticamente cada año desde el 2002. Hago mis resúmenes, apunto mis ideas, me llega la iluminación, hoy no fue la excepción, llevo dándole vueltas a una imagen y no estaba segura si abordarla o no, analizarla y cómo, pero siguiendo a Derrida me decidí por deconstruir lo indeconstruible (la posibilidad de lo imposible)., donde el derecho no es a la justicia sino la justicia al derecho. La imagen de los presos en las cárceles de El Salvador. Mi primera impresión fue desasosiego, clamor. Hoy la volví a ver y alguien le hizo zoom a una de las imágenes que han circulado en las redes desde ayer y se fijó en la cara levantada y en la mirada de uno de ellos fija en el fotógrafo. DIGNIDAD, escribió con mayúsculas en el tweet. Las preguntas no dudaron en aparecer, las respuestas siguen sin llegar. Dignidad es un título para esta imagen y no podemos permitir deshumanizar el encierro. Y aquí Derrida nuevamente. Desde hace un año me pregunto: ¿cómo perdonar lo imperdonable? 

https://drive.google.com/uc?export=view&id=1kV5FxILkZlz9XAQj-ZjYpN2GMMUH6909

27.4.20

Día 7 observando el encierro

Hoy es 27 de abril, hoy es el cumpleaños de Arturo, ese ser luminoso que es mi hermano y dejó de existir hace poco más de un año. Desde ayer siento ese malestar en el estómago que he sentido los últimos meses, a veces con más o menos frecuencia, y hoy en el encierro quiero pensar de él, acordarme del nosotros y disfrutar extrañándolo. Muchas veces me cacho preguntándome ¿qué estaría haciendo ese muchacho si estuviera aquí en el encierro?, ¿cómo serían las conversaciones familiares por zoom cada semana, estaría presente o desvelado, de buen humor, simpático o ensimismado? Somos cuatro hermanos, Arturo el único hombre, quedamos las mujeres, todos de alguna forma somos ensimismados, unos más que otros, todos somos de contentillo, unos lo disimulan más, otros menos. A Arturo se le notaba cuando no quería estar y no estaba. Desde ayer prendí una vela quizá por costumbre, quizá por consuelo. Hoy es su cumpleaños, el año pasado dije que era su no-cumpleaños porque no entendía, estaba enojada y muy triste, este año sigo sin entender la muerte, su muerte, pero estoy más asumida de que llega cuando menos te lo esperas y esa es la gran enseñanza del duelo. Al final, como lo viví con mi hermano, lo único que importa es ser pleno (que no es igual a buscar la felicidad, la paz, el equilibrio), sino vivir siendo una misma. Felicidades hasta el más allá, Artur! Dese ayer la Mercé empezó a enviarnos fotos a nuestro chat de guats up (el de las tres mujeres de esta foto que heredamos tu amistad), muchas de las que te conocimos estamos en la misma sintonía, lloramos, reímos, lo dejamos pasar o te recordamos. Prefiero recordarte y seguir llorando hasta siempre. Si estas fotos contaran sus historias, complicidades, risas, enojos y encuentros, contigo siempre eran encuentros. Ya nos encontraremos otra vez.


25.4.20

Día 5 observando el encierro

Empecé el día con varios temas para escribir en esta entrada, pero no puedo evitar dejar pasar un acontecimiento más de este 2020. Si pensábamos que el covid19 se llevaría el año, seguramente así será por muchos motivos que ya conocemos (el número de muertes, el número de contagios, la pandemia global que pone a prueba los sistemas de salud en el mundo, el cuestionamiento constante del neoliberalismo que será único que quizá salga vacunado de cara a este confinamiento, el cierre de fronteras, el encierro en sí mismo, el papel de los y las gobernantes de cara a su propia población y un largo etcétera). A todos estos fenómenos, y aquí quiero hacer una distinción entre evento y acontecimiento, que en traducciones del inglés al español pueden ser sinonímicas, traducción de los textos escritos por Derrida, específicamente, pero pensarlas en español y el uso que les doy no es a manera de sinónimos, el acontecimiento es lo que está siendo (diferido, por-venir), mientras el evento es lo que de forma general abarca una serie de fenómenos temporalmente. Es decir, el evento es la pandemia, el acontecimiento es lo que lo circunscribe. Una vez hecha esta aclaración (seguramente innecesaria) voy a lo que me ocupa, (el evento) la muerte de  #KimJongUn en Corea del norte. Este evento marca (el acontecimiento) el devenir de una política internacional bien distinta en el mundo y entre los países-bloques que se están reacomodando de cara a la pandemia (la infraestructura que, en palabras de Althusser, es lo que deberíamos estar revisando, además de sobrevivir a nuestro encierro). No puedo evitar emocionarme con la geopolítica. Veremos si #KimYoJong hereda la misma postura que su hermano con respecto a las fronteras y a su población. No está de más decir que una de las fronteras que me falta por conocer para darme por bien servida es la que divide las Coreas y hasta ahora una de las más impenetrables. Este 2020 está dando de qué hablar.