24.2.23

¿Cómo tomar el siglo que me está tocando vivir?

Mi madre cuenta una anécdota que ejemplifica muy bien la literalidad con que siempre me he tomado las situaciones. Dice que de niña, al preguntarme si quería plata-no, yo le decía casi llorando: plata-sí. Nos sigue causando mucha gracia, pero en realidad recién me doy cuenta de la seriedad para mi día a día el empleo del lenguaje no-figurativo. 

Estoy entrando a los cincuenta años, estoy saliendo del covid: ese espejo que nos permite ver de cerca nuestros demonios encubiertos por la inflamación de las células del cuerpo y que evidentemente afecta el sistema neurológico que es prácticamente todo aquello con lo que percibimos el mundo o la realidad, según cada quién.

Ayer pensaba en lo que nos depara este siglo (evidentemente en comparación con el siglo pasado) y no es nada alentadora la visión de mis futuros, si todo va bien, 30 años de vida. Ya sé, igualmente lo pienso pero no lo siento: un día a la vez, para qué pensar en el futuro si el presente es hoy. Frases inspiracionales de nuestro entorno. 

Quizá mi fatalismo (que no pesimismo) se deba a que no encuentro de qué asirme (en términos intelectuales) para poder observar distinto el por-venir (por más que lea a Derrida o quizá por leerlo literal) dadas las circunstancias actuales: la(s) pandemia(s), la(s) guerra(s), el cambio climático, la desigualdad, la pobreza, la falta de agua, la escalada de la ultraderecha en los gobiernos y el regreso del conservadurismo en las sociedades (ambos amenazan la prevalencia de ciertos derechos ganados de la comunidades vulnerabilizadas por el patriarcado-capitalismo, entiendanse mujeres, indígenas, homosexuales, lesbianas, transexuales); nada que no hayamos observado en el siglo anterior, salvo el acelerado desarrollo tecnológico. 

Si lo que se suponía debía ser la emancipación que me impuse como logro a finales del siglo XX en términos de realización y satisfacción personal y profesional, para el siglo XXI tiende a girar casi 360 grados. Satisfecha y realizada estoy aunque eso no me permite mirar el siglo por-venir de una forma, digamos lo menos, optimista. 

Decir que soy privilegiada es una falacia conspiradora del neoliberalismo que reduce la acción política a mirarse el ombligo en términos académicos. Y querer sobresalir, igualmente en términos académicos, es el otro extremo de la inacción política.

Llevo días pensando con el cuerpo enfermo cómo recuperar mi equilibrio y la respuesta llega como epifanía: no querer ser alguien que no puede ser, que no existe y no existirá nunca. Sigo teniendo ese pensamiento literal donde lo no-figurado es un agujero negro por descubrir. La respuesta es sencilla: seguir escribiendo, enunciando las dolencias del alma que las del cuerpo son completamente tangibles. 

Oaxaca 2022.



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