27.4.09

The Shock Doctrine

Un documental sobre pandemias...no está demás tener otra visión.

la influencia de la influenza

He de confesar que el miedo de contagiarme de influenza me rebasó desde el día que me enteré del brote epidémico que ya había arrojado un número significativo de muertos en un rango de tiempo relativamente corto. Miedo que seguramente es parte de la histeria colectiva que se vive en estos días donde la ciudad prácticamente está en una calma sobrecogedora que me recuerda un tanto a la película de Visconti (basada en el libro de T. Mann) si no fuera porque las personas, las pocas que se atreven a salir, andan con tapabocas; lo que se traduce en una imagen un tanto posmoderna que me remite a las películas de ciencia ficción que narran el fin de la humanidad... Entiendo que mi analogía de lo que hoy se vive es un tanto absurda y alarmista pero no fue sino hasta hoy que pude detener mis pensamientos hiponcondriácos y ver la realidad desde otra perspectiva: ¿cuál es el trasfondo de esta situación a nivel político, social y de salud? ¿Por qué desde que tengo uso de razón el gobierno no había suspendido las actividades, no sólo escolares, sino culturales y deportivas para evitar el contagio masivo de un virus que supuestamente estaba controlado?
Para contestar estas preguntas sólo se me ocurre que (1) el gobierno está tratando de desviar la atención de una situación en particular (sólo por mencionar un ejemplo, el más obvio: el próximo viernes es el día del trabajo y el desempleo va en caída perpetua... evidentemente no se podrán realizar marchas ese día); (2) la "eficacia" con la que el gobierno federal y local han respondido a esta emergencia se traduce en más votos para algún partido en particular en las próximas elecciones, o a la falta de instituciones de salubridad que puedan responder a este tipo de eventualidades; (3) El número de muertos por la influenza es infinitamente menor a la suma del número de asesinatos en la frontera, al número de mujeres asesinadas en Juárez, y al número de periodistas asesinados en lo que va del año, ¿por qué el gobierno no responde de igual forma ante estas muertes? (4) ¿Cuántas enfermedades "erradicadas", como el sarampión y/o la tuberculosis están latentes actualmente y pueden convertirse en epidemia? (5) No es una norma, pero ¿por qué el mayor número de muertos son los que menos recursos tienen? (6) ¿Qué influencia tienen los medios de comunicación en la sociedad tanto para generar miedo en la población como para colaborar con la Secretaría de Salud e informar adecuadamente de la situación en la que nos encontramos?
Lo cierto es que puedo seguir con una larga y abrumadora lista de hipótesis y de preguntas que no tengan respuesta en el corto plazo, lo que sí me queda claro es que este problema desata, nuevamente, la falta de voluntad política para resolver los problemas necesarios, y no "urgentes", del país como es la inversión en educación, investigación y desarrollo de ciencia y tecnología (no es posible que los laboratorios mexicanos no hayan dado con el virus, sino que hayan sido Canadá y Estados Unidos quienes confirmaron el brote epidémico antes que nosotros); así como dos problemas latentes desde hace muchos años: la falta de seguridad social y de servicios de salud que satisfagan las necesidades básicas (por algo debemos empezar) de toda la población.
Espero que este brote epidémico abra la puerta a nuevas formas de resolver los problemas (de salud en particular y de educación en general) que azotan al país, y no se quede en el recuerdo de una histeria colectiva infundida por los medios de comunicación.

21.4.09

modernidad incompleta...cuánta razón tenía Habermas

Me río de los enconos, las triquiñuelas y las barbaries que se escuchan en este país. No es posible que la nota del día (de ayer) haya sido la captura de un (algún, da igual) narco en un bautizo, el mismo que se manifestó en contra de la permanencia de los militares en Michoacán, o que le den la nota del día (de hoy) al obispo de Durango, quien, sin nigún tipo de inflección en sus palabras, dice concer (vox populi) el paradero de otro narco, supuestame uno de los más buscados por el gobierno federal... Me detengo un momento y apelo a la lógica de la información: ¿si dicho obispo sabe dónde está el narco, acaso el gobierno no lo sabe? Perdonen el tono de mi pregunta, pero no salgo del asombro; tal parece que me han (nos han) vuelto a dar atole con el dedo después de escuchar tan bellos discursos de Calderón y Obama que indicaban (o quizá interpreté mal sus palabras) que la lucha contra el narco [sic] ahora sí iba en serio. Eso sin mencionar la reaparición de nuestro culto y bien informado expresidnete de la República: el señor de la botas, quién a sabiendas de lo que dice el Vaticano de su persona, se atreve a tachar de "locos" a los diputados; mientras éstos, ni tardos ni perezosos, le reviran con otro tipo de calificativos similares. No cabe duda que el 2009, como cualquier año electoral, se ha vuleto una berbena popular donde el que se mueve -o se queda callado- no sale en la foto. Tal pareciera que el destino de nuestro país sigue siendo la pertencia a esa modernidad incompleta (según Habermas) que los surrealistas abandonaron hace muchos años, no así nuestros goberantes, a quienes tal parece no les ha quedado claro que vamos retrazados en el brinco hacia la posmodernidad (por lo menos cuando se habla de un estado de derecho y democracia), para lo cual es necesario deshacernos de nuestras lógicas de pensamiento y conformar nuevos fundamentos donde el ser participe como sujeto histórico social; es decir, donde cada quien se haga responsable de sus acciones, no como individuos, sino como colectivo.

20.3.09

Ahora quiero viajar acompañada

Para Cata

Hay dos situaciones que disfruto enormemente por el simple hecho de saberme lejos de mi rutina: estar de vacaciones y viajar, no importa a dónde, pero sí con quién. De niña viajaba "en familia" gracias a que mis papás tuvieron a bien llevarnos a conocer gran parte de la República, de sur a norte, pasando por el centro: playas, montañas, más playas, desierto, ciudades coloniales, entre otros lugares hermosos que mi memoria no alcanza a recordar en su totalidad. Cada verano era un destino nuevo, algunas veces en carro, otras en avión, daba igual, el punto medular era salir de viaje juntos y pasar dos semanas jugando, comiendo y tomando el sol sin ningún tipo de preocupación.
Después vinieron las vacaciones en la playa con mis amigos de la prepa, ya fuera Guerrero o Oaxaca. Viajes de poco presupuesto —en una ocasión llegamos a dormir hasta ocho personas en una casa de campaña— en lugares paradísiacos donde nos limitabamos a descansar, comer y beber. Fue una época de grandes descubrimientos, de quererle ganar tiempo a la experiencia y de disfrutar con insolencia el paso de los días.
Con la mayoría de edad empecé mis viajes sola, primero un curso de verano en Londres, supuestamente para practicar mi inglés. Muchos años después decidí cambiar de residencia e irme a vivir a Barcelona, también para estudiar, aunque esta vez sí me apliqué. Al año regresé a México. Desde entonces he ido y venido, las vacaciones ya no son vacaciones, sino viajes académicos, ya fuera para revisar la tesis, para hacer investigación de campo o para asistir a congresos. He pasado de la vacación familiar a lo que se conoce vulgarmente, y mal empleado, por "turismo académico".
No había reparado en ello hasta ahora que viajé a un congreso en Morelia acompañada por mi pareja y dos amigas. Una de ellas consternada se preguntaba por qué no caminaba, conocía los museos, las iglesias o me subía al turibus; mientras lo único que yo quería era sentarme en los portales a observar a la gente, la catedral, los carros, las avenidas; lo único que quería era estar, descansar sin la premura de conocer los lugares de culto o de cultura. Con lo que tenía de frente era suficiente. Sin embargo, su preocupación era real porque no todos viajamos de la misma forma.
Afortunadamente me quedan muchos viajes académicos por hacer, la profesión los demana, sólo que ahora ya no quiero viajar sola, sino acompañada. Ahora deseo compartir lo que veo, lo que siento, lo que huelo, no importa desde donde, pero sí con quién: con una persona que, como yo, disfrute un paseo corto, una conversación lúdica, un silencio interminable, un café matutino, una cerveza al medio día y una cena típica.

21.1.09

Obama: la representación del poder blanco

Después de varios días de descanso retomo el blog con un asunto meramente político que he trabajado durante varios días, podría decir que desde el momento en el que Obama ganó las elecciones. He de reconocer que primero me dio gusto, después dudé de mi euforia. Actualmente considero que nos están dando atole con el dedo, por mencionar, de la manera más popular que conozco, el hecho de que un negro sigue siendo negro, aunque sea presidente del imperio; situación que no cambia ni la discriminación ni el racismo ni la xenofobia que ha permeado la convivencia entre culturas, personas, razas y etnias disímiles a lo largo de la historia de la humanidad. De tal suerte, vaticino —y acepto apuestas— que los primeros cuatro años de gobierno del presidente Obama servirán para pagar favores –como sucedió con Fox—; es decir, para poner en puestos de poder a todas aquellas personas que cedieron sus lugares (prestigio, trayectoria, popularidad), como Hillary Clinton, para que él ganara las elecciones; así como para revertir la pérdida de influencia ideológica estadounidense, a nivel mundial, después de librar, por varias décadas, un batalla sin fundamento contra el terrorismo. En este sentido, la figura de Obama se erige como el ave Fénix, pero su actuación como líder se verá restringida a una simple representación del poder porque no tendrá la facultad de hacer cambios, como quedó demostrado en el discurso de toma de posesión, donde tanta cautela en sus palabras sólo refleja la ausencia de una postura política particular que realmente se incline por generar cambios estructurales, sistemáticos e institucionales en el país vecino que beneficien no sólo a sus ciudadanos, sino también las relaciones con los otros.
Ahora bien, más que sorprenderme la euforia de los estadounidenses —es incluso de esperarse cuando existe un vacío de líderes en el mundo y después de una debacle económica— me indigna que la euforia de un pueblo desmerezca la memoria de otros, como sucede en nuestra sociedad, donde hechos similares pasan desapercibidos. El ejemplo más reciente es la llegada de Fox al poder, después de setenta años del PRI en el gobierno, que marcó una ruptura política con una elite social, pero no arrojó mejoras significativas en la calidad de vida de la mayoría. Un ejemplo previo es el mandato de Benito Juárez en el siglo XIX, época de gran inestabilidad social, y fuertemente influenciada por ideologías extranjeras, que limitaban la actuación de los indígenas a seres de segunda clase —circunstancia que desafortunadamente no ha cambiado en la actualidad. Aunque esta situación es la menos importante si consideramos que la mayor parte de los mexicanos no tienen memoria y son fuertemente influenciables por los medios de comunicación; en este sentido, lo verdaderamente grave es que participemos en la fiesta de un país que nos ha dominado por siglos sólo por el simple hecho de que un negro llegue al poder.
Mi posición, como se puede observar, es pesimista en su totalidad, pero eso no me limita a creer que después de estos primeros cuatro años de gobierno, después de que le hayan cobrado con intereses todo el dinero invertido en la campaña, Obama sea tan perseverante como para reelegirse y genere los cambios sustanciales que no sólo espera, también le demanda, la sociedad mundial, en beneficio de la humanidad en general.