22.11.14

#AyotzinapaSomosTodos

1, 2, 3,
la ciudad se levanta




4, 5, 6,
contamos desaparecidos




7, 8, 9
estudiantes



10, 11, 12
normalistas




14, 15, 16
fue el Estado




17, 18, 19
gritamos indignados





20, 21, 22
de norte a sur





23, 23, 25
de este a oeste




27, 28, 29
#AyotzinapaSomosTodos





30, 31, 32
marchamos




33, 34, 35
codo con codo





36, 37, 38
exigimos justicia





39, 40, 41
para los familiares




42, 43
Porque vivos se los llevaron
Vivos los queremos.


























9.11.14

la frontera: una esperanza

La imposibilidad de estar en dos lugares al mismo tiempo puede también ser un gran acierto. Mientras dialogaba en la frontera con gente que de un segundo a otro se vuelve entrañable por su capacidad de empatía y humildad, en el df mis amigos se desvelaban por defender lo que parece hasta cierto punto indescifrable: la desaparición de los 43 normalistas. El whats up enloquecido durante la conferencia de prensa de Murillo Karam me impedía por momentos seguir lo que sucedía en Tijuana, es sorprendente como ciertas veces es tan transparente el sentimiento de quienes escriben, como sucedía ese viernes con lo que estábamos viviendo: una desgracia a todas luces que conmociona a los más sensibles y corrompe a los más ignorantes. El twitter, a su vez, no dejaba de actualizarse segundo a segundo, en el caso de Ayotzinapa cada vez son menos los que no se enteran, aunque deberían ser más lo que hacen algo. Diálogos cruzados no solo por las fronteras de la tecnología también por la distancia. Quería estar en los dos lugares pero al final solo estaba en uno: en la frontera, y ahí me quedé escuchando a quienes tienen una trayectoria recorrida, no solo de dolor, también de satisfacción. La frustración no encaja en su ser, quizá por los años, quizá por las compañías y las alianzas. Solidaridad escuchaba, un concepto que a todas luces me parece demagógico por la prostitución política de su uso durante el salinato, pero no así en las voces de quienes lo han vivido mientras ganaban batallas. La frustración, ahora que lo pienso, es un sentimiento de egoísmo, no de lucha. Narraciones paralelas entre el df y tj pero no con las misma experiencia, mientras en el df llorábamos por los desparecidos, en tj pensábamos cómo contravenir las desapariciones, no solo de los 43 estudiantes, también de las trabajadoras de la maquilla, de los migrantes de San Fernando, de las mujeres de Juárez, de todos quienes han sido usados como carne de cañón por los gobiernos mercantilistas. Un auditorio lleno en una universidad pública donde está prohibido pronunciares. Muchas cosas deben cambiar en las universidades, así como en el resto de la sociedad. Lo cierto es que esos cambios se dan con gotero y con activistas comprometidos. Conocí varios, unos que empiezan, otras que están consolidadas. Todos con mucha energía. Quise trasmitir a quienes en el df sentían tanta impotencia por una frase desafortunada de quien ante la adversidad no sabe que hacer más que salir corriendo. Les llevamos ventaja pensé, la resistencia es nuestro mejor aliado y nuestros maestros están en las fronteras, no solo geográficas, también espirituales.

2.11.14

Los libros se venden o se regalan?

Me invitaron a presentar mi ultimo libro, el que lleva por título Epistemología de la frontera. Modelos de sociedad y políticas públicas (un título de por sí complicado, pero sobre todo caprichoso) a San Diego City College. En cuanto recibí la invitación gustosa dije que sí, un pretexto para viajar otra vez a la frontera. El tiempo me ganó y la maleta le hice el último día. Si bien es cierto que cada vez intento viajar más ligera, también he tenido que ceder mucho del espacio de mi maleta para llevar libros. La ropa la escatimo y casi siempre, al llegar a los lugares, me doy cuenta que no serán suficientes las playeras (con los calzones, como con los libros, siempre acierto) o que no combinan los zapatos con el único cinturón que me puse antes de salir de casa. Al deshacer la maleta dedico una gaveta a los libros y otra a la ropa, ahí es cuando me pregunto en qué momento una se vuelve todologa... Ya no basta con escribir los libros, ahora también los tengo que promover, difundir, transportar, y, en el mejor de los casos, vender... Digo en el mejor de los casos porque soy tan mala para vender que he roto récord: estoy por llegar a la meta de regalar 1500 libros en lo que va del año. Podría hacerme la interesante y decir que el conocimiento se regala, o que uno escribe por una necesidad vital, sin importar el éxito, pero lo cierto es que soy demasiado introvertida para vender cualquier cosa. Hace varios años, cuando era estudiante de licenciatura, mis padres maquillaban ropa y me tocaba ir a venderla al "tianguis", sufría tanto cuando me regateaban. En ese entonces no podía regalar nada porque de eso dependía una parte de las colegiaturas. Ahora que no es así, que busco financiamiento para financiarme mis proyectos, he optado por asumir mi condición de todologa y lo único que deseo gustosa es regresar con la maleta vacía. Sin libros, y a veces también sin ropa. Para ello he optado por regalar los libros. A veces me pregunto si es acertado hacerlo así, en el sentido de si la gente realmente "valora" lo que les estoy regalando. La respuesta no la tengo porque la pregunta es una falacia. Un mercantilismo-moral puro. Podría decir que una aporía, pero tampoco tendría sentido. Cierro con una anécdota que responde hiperbólicamente a ese intento de cuestionamiento fidedigno, pero incorrectamente formulado: hace unas semanas, en uno de esos seminarios donde he regalado mis libros, me acerqué a un defensor de migrantes para presentarme y saludarlo. Al momento de decirle mi nombre contestó "tú eres la del libro de Epistemología". Sí, dije con la cabeza. Cómo lo conseguiste, le pregunté. "Me lo regalaron y me ha servido mucho para escribir sobre la frontera sur", afirmó.


24.10.14

Fe o locura

He tenido encuentros y desencuentros con la religión católica, esa única religión que nos enseñaron como las tablas de multiplicar en nuestra sociedad. Una religión que ha propiciado una forma mexicana de ser donde la culpa ha sido el mejor aliado de la ausencia de responsabilidad. Tengo mucho que reprocharle a esta religión que desde niña marcó mi devenir; un reproche social, no un reproche afectivo. Si bien es cierto que no fue mi primera educación, los preceptos católicos estuvieron lacerando mi condición por casi diez años, los años de la primaria y la secundaria. No recuerdo bien a bien qué dice la Biblia, solo recuerdo que tenía que rezar todas las mañanas. No recuerdo la idolatría por los sacerdotes, pero sí recuerdo que íbamos a la iglesia todos los domingos. Lo paradójico es que en una crisis de adolescencia el primer lugar de refugio al que acudí fue la iglesia. Tenía una duda existencial que carcomía mi espíritu y decidí entrar a hablar con un sacerdote, no era mi intención confesarme pues hacía rato que no creía ni en el pecado ni en la culpa. Acudí ahí porque imaginaba la iglesia como un espacio de sabiduría. Tremenda decepción, el sacerdote solo se limitó a decir que estaba pecando por si quiera pensar que podrían gustarme las mujeres. Salí desconcertada. La primera vez que me atrevía a poner en palabras un sentimiento fidedigno frente a un extraño que la sociedad le otorga el don de sabio, resultó ser un fiasco. Pequé de ingenuidad. A partir de ese momento rompí toda relación con la iglesia católica, y me revelé a sus ritos. En general, me revelé a todos los ritos de las religiones a las que seguí por varios años en busca de una respuesta a la afección espiritual que sentía. Tiempo después asumí y acepte mi condición, mis preferencias, más por amor a mi misma, que como respuesta a lo social. La religión se esfumó hasta que empecé a trabajar las fronteras y la migracion. Me irritaba y me irrita la práctica asistencialista de ciertos religiosos que ven en los migrantes una forma de ganar adeptos, pero también reconozco en otros la extenuante labor de acompañarlos, de escucharlos e incluso de defenderlos. Ayer hablé con uno de ellos, ya no en la iglesia, sino en el auditorio, le pregunté otra de mis dudas existenciales: "cómo haces para no perder la fe con todo el dolor y sufrimiento que te rodea?". 
-tratando de no volverme loco, me contestó.
La locura quizá es la antítesis de la fe, pensé, pero no me aclara en la emoción lo que es tener fe. Le volví a preguntar: "pero cómo haces para que no te afecte?
-Sí me afecta, pero estoy entrenado en la guerra, afirmó y se quedó en silencio un momento, como si hubiera cometido una indiscreción. Después agregó que está consciente de que es probable que pueda desarrollar alguna enfermedad por el estrés, por el dolor de esas otras personas a quienes también les tiene que curar las heridas, no solo intentar curar el alma.
Seguimos hablando de la fe, de la institución religiosa, de la hospitalidad. No me queda claro todavía como no ha perdido la fe, pero supongo que al final del día eso no es lo que más le inquieta, sino quizá perder la cordura.
A diferencia de la anterior, esta vez reconocí las palabras sinceras de alguien que no se asume como verbo y palabra divinas, sino como un actor social responsable de lo que le pueda pasar a esos otros que transitan por el mundo cruzando fronteras. Esta vez me fui satisfecha con la conversación aunque la inquietud de perder la fe o asumir la locura siga siendo una duda existencial.

11.10.14

Imágenes

Construimos nuestros recuerdos de emociones, quizá de palabras, olores, sensaciones. Las imágenes se evaporan en nuestra memoria, se transforman, se distorsionan, se difieren.
Los budistas reniegan de las fotografías porque el recuerdo, si es necesario, está en la conciencia, no en la ficción.
Escribo porque la realidad me supera y prefiero creer que la felicidad o la ignorancia son solo ficción. Quizá creer también es ficción. Lo que no es ficción es la felicidad propia, la felicidad que dura un suspiro, la felicidad de quienes se aman y son producto del amor. Hoy, como nunca, una imagen destapó mi histeria y me dejó sentir la felicidad más profunda. Esa imagen se llevó mis miedos, mis celos, mis apegos. Solo me provocó una duda: cómo llegaron ahí? a verse con ese amor a cuarenta y cinco años de relación. A reconocerse como dos cómplices y compañeros en la inmensidad natural. Hoy estoy pletórica porque esos dos seres que me dieron vida alcanzaron la plenitud de su vida juntos. Esta imagen no es ficción, es la pura realidad.