6.7.08

¿Algún día mi mente alcanzará el mismo ritmo circadiano que mi cuerpo?

Llevo más de un mes pensando en las cinco veces que tengo que subir y bajar de un avión, los cuatro países que pisaré y los dos continentes que transitaré en un lapso de 48 horas, puede resultar absurda la mención de mi itinerario para aquéllos que ya están acostumbrados a vivir en los aviones, pero por mi mente han pasado una cantidad de ideas aterradoras que lo único que me han provocado son una gran ansiedad y temor por emprender un viaje que, en su esencia, implica el cierre de un ciclo de seis años de duración ininterrumpida, dos relaciones, algunos affaires, la ruptura con mi hermano, una fuerte deuda en la tarjeta de crédito y un agotamiento físico y mental; por no decir la sobreinformación con la que cuenta mi cerebro actualmente y que desconozco como iré drenando, así como la obsesiva ordenación de mis ideas en un texto de trescientas páginas, llamado tesis doctoral, que evidentemente no reconozco como mío cuando lo leo; comportamiento que también se reproduce en mi obsesiva rutina diaria.
¿Cómo deconstruir este estado en el que me encuentro sin que me genere ansiedad? La respuesta todavía no la tengo, he intentado varias situaciones desde tirarme en la cama varios días sin hacer nada, sin abrir un libro, sin comunicarme con la gente y saciarme de la televisión; hasta estar fuera de la casa por varias horas al día, buscando una u otra actividad que me distraiga de mis obligaciones y que me lleve a socializar con la gente que en estos años fui haciendo a un lado por la imperiosa necesidad de trabajar en la tesis. Hasta ahora ninguno ha funcionado porque los he llevado al extremo, ni tanta soledad, ni tanta sociabilidad son la opción. Tendría que encontrar el equilibrio, situación que en teoría no me debería costar trabajo porque según mi signo zodiacal represento la balanza... no hay cosa más absurda que ésta porque en realidad siempre estoy en búsqueda de ese equilibrio y todavía no lo encuentro, e incluso cuando creo que lo he logrado destapo otra caja de Pandora y me encuentro nuevamente a la deriva, como lo estoy ahora.
Afortunadamente, me da confianza el hecho de saber que nada dura para siempre y que cuando esté postrada en el banco de la presentación ante los cinco teóricos que evaluarán mi trabajo mucha de la ansiedad que ahora siento se difuminará poco a poco. En consecuencia, mi mayor temor no es la presentación de la tesis, ni el viaje con sus cuatro escalas, sino cerrar un ciclo de por sí complicado y rico en experiencias, madurez y conocimiento. Así como el miedo que me provoca empezar otro que ya está en puerta, y la posibilidad de no detenerme jamás, de no hacer un alto en el camino para recopilar lo andado, de no estar satisfecha con mis logros porque no he aprendido a verlos como tales sino como obligaciones, y a no tener una pareja con quién compartirlos porque no sé cómo compaginar mis relaciones personales con mi desarrollo personal-profesional.
¿Cómo le hago para empezar a fluir a buen ritmo? Algo he aprendido en la alberca, pero no puedo cantar victoria porque todavía me falla el timing. Supongo que como todo en la vida sólo es cosa de práctica, constancia, disciplina y voluntad. Espero algún día mi mente pueda alcanzar el ritmo como lo hace el cuerpo o cualquier organismo vivo que está expuesto a determinados factores ambientales (luz y temperatura, principalmente). Analógicamente hablando ojalá pudiera encontrar ese "temporizador" que me permitiera tener menos fluctuaciones mentales o, por lo menos, poder entablar alianzas con los factores endógenos que no puedo controlar pero que me siguen provocando estrés. Ojalá algún día pueda utilizar la misma maquinaria de mi reloj circadiano para regular mi vulnerabilidad y volatilidad mental.


24.6.08

10km

[competencia: 10 km en relevos de 7, o lo que es igual a un aproximado de 30 clavados y mil 500 metros por persona.]

tiempo del recorrido: más de dos horas y media.
promedio en cada 50: cincuenta segundos.

conclusiones:

no pensar en el trayecto, sino en el fin, facilita la obtención del objetivo.
no anhelar el triunfo, sino probarme en la competencia, elimina la angustia.
no precipitarme en el arranque, sino llevar timing, asegura el desenlace.
no desertar cuando dejo de sentir los brazos, sino estirar más, emancipa a la mente del cuerpo, o lo que es lo mismo a alcanzar el grado máximo de liviandad aunque dure tan sólo un segundo.

19.6.08

entre lo público y lo privado

Dónde está la línea que divide un ámbito del otro en la era cibernética cuando todos estamos en el ojo del huracán. Llámese hi5, facebook, blog, chat, msn o una interminable lista de no-lugares, de espacio o de sitios www -habría que empezar por aclarar cada uno de estos conceptos-, desde los que es posible observar, indagar, urgar, entre otras actividades provocadas, la mayoría de la veces, por el morbo, la curiosidad y la osciosidad, en la vida de los otros.
Orwell se quedó obsoleto con su tan reconocido y comentado 1984; estamos en otro momento de la historia, no estaría muy segura de si es posmoderno o sobremoderno, de lo que sí estoy convencida es que, en la cibercultura, la tecnología nos posiciona en el aparador para hacernos visibles -o invisibles- ante los demás. Lo que era privado se ha vuleto público por la necesidad de hacernos presentes frente al otro, aunque sea de manera virtual. Por eso subimos a la red las fotos de nuestros hijos, de nuestras parejas, de nuestras mascotas, de todo lo que nos represente y tenga un vínculo afectivo. ¿En algún momento nos hemos preguntado a qué se debe o de que deviene la necesidad de mostrarnos ante el otro, de hacernos visibles en sociedad?
Evidentemente el ser humano es sociable por naturaleza pero hasta qué punto es impresindible ventilar nuestra intimidad, aun conociendo los riesgos que puede traer consigo esta actividad. Riesgos que no están contemplados en las leyes nacionales ni internacionales porque la era virtual ha propiciado un aletargamiento en la toma de decisiones con respecto a la tipificación de los delitos "cibernéticos".
En la actualidad, confundimos lo público de lo privado, lo que nos da la facultad de opinar sobre los otros gracias a que hemos hecho publica nuestra vida. Sin embargo, desconocemos el costo de la mercantilización de nuestra intimidad, lo que me intriga es por qué lo seguimos haciendo, y me incluyo.

13.6.08

desde mi ventana

Clementeco es mi callejón, San Pablo Tepetlapa mi barrio y Coyoacán el centro de reunión por mucho tiempo. Llevo un par de años viviendo en el 9-3, y he de confesar que me encanta mi barrio: la tortillería en la esquina del callejón saliendo a mano derecha, la carnicería a lado; caminando por la izquierda está la "tiendita", la cremería, la vidriería, la papelería y una estética. Por las noches algunas señoras abren sus portones y las calles se transforman en un corredor gastronómico: quesadillas, sopes, tacos en todas su modalidades, pozole, tostadas, entre otras delicias que se puedan degustar en cualquier temporada del año.
Lo mejor del hogar es disfrutar de las risas de los chiquillos que no dejan de jugar hasta que los mandan a dormir; sentir el amanecer desde mi balcón, los rayos de sol que se asoman y se pierden entre los cables de luz; y observar desde la ventana del estudio los tendederos de mis vecinas (tender la ropa en mi barrio sigue siendo una labor de mujeres). Nunca pensé decir esto pero cuando nuestras miradas se encuentran, ellas tendiendo la ropa y yo escribiendo en la computadora, existe cierto grado de complicidad, ninguna de nostras quisiera intercambiar de roles, mas sentimos la satisfacción de estar haciendo lo que nos corresponde, y no podemos evitar hacer como que no nos vemos aunque sabemos que estamos aquí.
Son las seis de la tarde y desde mi ventana veo el ocaso, queda poca ropa en los mecates, pronto subirá alguna de ellas a quitar las prendas restantes antes de que empiece a llover.

12.6.08

Levanto la huelga

Gracias a la alberca vuelvo a tener claridad.
Hoy por fin pude "navegar", sentir las olas al ras de mi respiración , observar como cambia el color de las bollas conforme mi cuerpo avanza, jugar con las nubes del cielo que me indican el camino del refugio, del remanso de paz que dura lo mismo que un suspiro. Ojalá algún día pueda lograr que el navegar sea tan fluido como luchar; que pueda andar-nadar-gozar sin clavar el brazo como espada, en un claro afán de cortar el agua o de limitar su cauce.
Hasta hoy endentí lo que es navegar: es fluir con la cadencia del ritmo que marca la velocidad de mi marcha.