5.8.13

Día 149

La moraleja de las virtudes 

I. La agonía 





II. La destreza






III. La compasión




IV. La libertad



Las fotos las tomé en Varsovia.

Día 148

Dejamos Amsterdam con las ganas de quedarnos para festejar y reventar en el gay pride pero dadas las circunstancias del momento tomamos el tren que nos llevaría primero a Berlín y finalmente a Varsovia, una viaje de más de veinte horas debido a nuestra inexperiencia de viajar por tren en Europa. Un viaje cansado no sólo por los tiempos de espera sino también por las condiciones del mismo. Paciencia fue la consigna y al final llegamos a Varsovia. En el camino me cuestionaba Mariela "por qué Varsovia?, que hay en esa ciudad que reclama tu atención para hacer un viaje tan largo?". La intuición, le contesté. nunca lo había pensado sólo quería conocer más allá de lo conocido por mí hasta ahora. Quería conocer la Europa lejana.
El mismo viaje fue una locura en sí, dos chicos coreanos fueron nuestros compañeros de viaje en la primera etapa, unos chicos ansiosos de conocer Europa en 22 días. Sólo de pensarlo estaba agotada. Para no aburrirnos hicimos las preguntas obligadas de cuando recién conoces alguien y después intercambiamos nuestra lengua. Aprendimos a contar del uno al diez en la lengua del otro. Una empresa complicada el coreano pero con un buen maestro resultó divertida. Llegó la noche, hicimos las camas y dormimos. Nosotras debíamos de bajar a las cuatro de la mañana pero el tren se retrasó un par de horas. Comimos algo en Berlín y esperamos el tren que nos traería a Varsovia. 


Encaminadas dormitamos y observamos un paisaje bastante similar a lo que se puede apreciar en México, campo en largas extensiones de tierra, zonas boscosas, fábricas. Mientras nos adentrábamos más observamos edificaciones muy antiguas, algunas completamente abandonas, otras con vestigios de las guerras, las más de una época comunista. 



Llegamos por fin a la estación de Varsovia central. 



Primera sorpresa, tienen una moneda diferente al euro; segunda sorpresa, es un país muy barato; tercera sorpresa, me sentí muy ignorante; cuarta sorpresa; el peso mexicano está sobre valuado, la vida en México es muy cara y perdemos piso con respecto a lo que sucede en otros países; quinta sorpresa, Varsovia es un lugar encantador que seguramente en pocos años se lo comerá el turismo a un costo social muy alto como ha pasado en España o está sucediendo en Berlín.



Día 147

Apuntes del gay pride en Amsterdam
Por Mariela Oliva y Roxana Rodríguez 

Viajamos a Amsterdam con el propósito de conocer la casa de Spinoza, filósofo holandés del siglo XVII, y nos topamos con el gay pride que se festeja el primer fin de semana de agosto. 


Una visita de dos noches donde yo solo era la acompañante solidaria de quien decide cerrar un proceso de muchos años entre alguien que decide estudiar con pasión un filósofo y viajar al lugar donde conformó un sistema de pensamiento importante en la tradición filosófica. Y hago énfasis en la visita filosófica porque Spinoza trabajó desde una ética sin moral las pasiones y los deseos de la condición humana. De ahí que me parezca más sorprendente la casualidad de coincidir en una fecha que se ha vuelto representativa por lo represiva que también puede ser en otros puntos del planeta salir a festejar a la calle nuestras preferencias sexuales, sean homosexuales, bisexuales, heterosexuales, intersexuales. 



Lo que pasa en Amsterdam no lo había visto en ningún otro gay pride. De entrada la locación es espectacular: a lo largo del río se montan los botes de la gente decorados con globos que desde temprano llegan a ocupar un espacio para ver el desfile que empieza pasado el medio día.


Los que no tienen bote se van acomodando también sobre la orilla del río con sus canastas de picnic, sus bebidas y la mota que es legal en los coffe shops, pero que en este día, conforme pasan las horas, el humo de la hierba sube como el alcohol en la cabeza de los que ahí festejan con júbilo no sé si el carnaval más colorido del año o sólo una fiesta más de verano.



El ambiente festivo, no pretensioso ni burlesco, como se puede respirar en otros lugares, contrasta con la seriedad de los antiguos edificios que circunscriben los ríos en un barrio que es famoso por las mujeres semidesnudas que se muestran en las vitrinas. 



Es verdad que en Amsterdam se respira y se siente un ambiente de libertad, no diría de permisibilidad ni de tolerancia (una discusión filosófica en la que se confunde el respeto con el cumplimiento del deber ser o la legalidad), donde cada quien va a lo suyo.



Conforme el día avanzó la gente se fue acomodando en los pocos huecos que había para ver pasar el desfile de los barcos decorados. Dos hombres que bailaban sobre el río empujados por la potencia del agua fueron los encargados de abrir el desfile, un espectáculo impresionante, festivo y libre reflejan parte de lo que en su momento quiso hacer Spinoza con las pasiones de la gente: entender o comprender las pasiones para encontrar la libertad. No sé si lo logró, pero lo cierto es que en Amsterdam el respeto a la diferencia se siente. No sé en qué terminó lo que pintaba para un gran bacanal porque ese mismo día viajamos para Varsovia, lo cierto es que si tienen oportunidad de ir no se lo pierdan, el gay pride en Amsterdam es la fiesta de la condición humana.


2.8.13

Día 146





Día de Spinoza:

De Amsterdam a La Haya:

Ironías de la filosofía: un callejón de prostitutas desemboca frente a la casa de Spinoza. El filósofo holandés que  pensó en las pasiones desde una ética sin moral que sentara los principios de factibilidad para que los sujetos pudieran ser libres. Spinoza tuvo el oráculo del ser, pero quizá no hemos logrado transformar nuestras pasiones en acciones.


Pd. La mujer que asoma la cara empezó a gritarme cuando vio que muy atenta observaba la dinámica del callejón. Estos lugares me fascinan y me hubiera aventurado si hubiera visto mujeres por ahí, pero es sólo cosa de hombres. Hombres de todo tipo, de toda clase, algunos van por droga, otros por un rapidin.

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De La Haya a Leiden (Spinosalann): una casa del siglo XVII que resguarda algunos libros que se supone pertenecieron al filósofo. Digo se supone porque durante la Segunda Guerra Mundial fueron decomisados por el gobierno alemán y tiempo después donados a esta pequeña casa perdida en una zona habitacional (Rijnsburg) de un pueblo que era intelectualmente famoso durante la época de Spinoza, ahora no es ni su sombra y puedo decir que hasta tristeza da ver tan poco entusiasmo por un filósofo tan importante en su país.





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La verdad no nos hace mejores pero libera...

1.8.13

Día 145

Hace casi diez años que no viajaba en tren, ayer viajamos de Berlín a Amsterdam. Un viaje largo de por sí, pero al aumentarle las tres horas que estuvimos paradas en distintos puntos casi hicimos lo mismo, en tiempo, que de México a Berlín. En fin, en estas situaciones lo mejor es no desesperar y dejarse llevar, sentir el ritmo del tren, escuchar la velocidad, tratar de dormir. Debido a nuestra inexperiencia de viajes en tren compramos en segunda clase en un tren que iba de Praga a Amsterdam, por lo que cuando pasó por Berlín ya iba bastante ocupado. Nuestro "camarote" iba lleno: seis "couches" (no camas) donde apenas cabe una persona acostada acomodadas en forma de litera en dos columnas con un espacio de 50 cm de ancho entre una y otra. Entramos, no sin antes despertar a las otras pasajeras. De repente pensé que no lo lograría, pero contrario a ello pude dormir la mayor parte del viaje con sus respectivas incomodidades, como ir al baño de vez en vez durante la noche. Las demás viajeras eran una familia, al principio pensé que rumana o búlgara, después que eran gitanas (sólo suspicacias porque no se les veía la cara). Pensé que lo mejor era tratar de dormir y no molestar a las otras, más por temor de que nos hicieran algo que por respeto del sueño comunitario. Al amanecer ellas se despertaron primero y empezaron a mover sus valijas, a hacer ruido, a hablar entre ellas. Faltaban casi tres horas para nuestro destino y traté de dormir un rato más sin conseguirlo, sólo escuchaba. No llevábamos agua ni comida y sabía que en algún momento me daría hambre. Vi que tenían unos plátanos y pensé en pedirles que me vendieran unos, pero dadas las condiciones de nuestra poca empatía decidí voltearme y seguir acostada. Minutos después era insostenible estar ahí. Tres de ellas paradas en el diminuto pasillo que dividía las columnas de "camas" hacía imposible seguir acostada. Decidimos hacer asiento las camas y ahí empezó nuestra relación. Nos dieron de comer, platicamos de nuestros países, de las novelas mexicanas, de nuestros gobiernos, de la pobreza. Platicamos en el único lenguaje que conoce la gente que le interesa el otro, el lenguaje de la compasión y la comprensión. Ellas venían de Eslovaquia, nosotras de México. Una de ellas (la hija) había aprendido inglés escuchando canciones y entre todas tratamos de darnos a entender en las lenguas que nos vinieran del corazón. Casi 13 horas juntas, la mayoría en sueño, el resto conociéndonos. Coincidencias de los viajes. Intercambiamos correos, México les interesaba mucho, supongo que por influencia de las telenovelas. Nos despedimos amorosamente sabiendo que no nos volveremos a ver pero que los gestos de la condición humana a veces o en su mayoría son muy generosos.

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Llegamos a Amsterdam
Ciudad de ensueño
Arquitectura de cuento
Vida de bienestar
El costo seguramente es alto
Y el turismo lo mantiene.


 


Hoy tengo poco ánimo de perderme entre la gente, prefiero quedarme encerrada en el hotel. Me reconforta la complicidad de los viajeros pero me agota la insaciable necesidad de recorrer hasta el último rincón. Mañana será otro día.