5.8.13

Día 147

Apuntes del gay pride en Amsterdam
Por Mariela Oliva y Roxana Rodríguez 

Viajamos a Amsterdam con el propósito de conocer la casa de Spinoza, filósofo holandés del siglo XVII, y nos topamos con el gay pride que se festeja el primer fin de semana de agosto. 


Una visita de dos noches donde yo solo era la acompañante solidaria de quien decide cerrar un proceso de muchos años entre alguien que decide estudiar con pasión un filósofo y viajar al lugar donde conformó un sistema de pensamiento importante en la tradición filosófica. Y hago énfasis en la visita filosófica porque Spinoza trabajó desde una ética sin moral las pasiones y los deseos de la condición humana. De ahí que me parezca más sorprendente la casualidad de coincidir en una fecha que se ha vuelto representativa por lo represiva que también puede ser en otros puntos del planeta salir a festejar a la calle nuestras preferencias sexuales, sean homosexuales, bisexuales, heterosexuales, intersexuales. 



Lo que pasa en Amsterdam no lo había visto en ningún otro gay pride. De entrada la locación es espectacular: a lo largo del río se montan los botes de la gente decorados con globos que desde temprano llegan a ocupar un espacio para ver el desfile que empieza pasado el medio día.


Los que no tienen bote se van acomodando también sobre la orilla del río con sus canastas de picnic, sus bebidas y la mota que es legal en los coffe shops, pero que en este día, conforme pasan las horas, el humo de la hierba sube como el alcohol en la cabeza de los que ahí festejan con júbilo no sé si el carnaval más colorido del año o sólo una fiesta más de verano.



El ambiente festivo, no pretensioso ni burlesco, como se puede respirar en otros lugares, contrasta con la seriedad de los antiguos edificios que circunscriben los ríos en un barrio que es famoso por las mujeres semidesnudas que se muestran en las vitrinas. 



Es verdad que en Amsterdam se respira y se siente un ambiente de libertad, no diría de permisibilidad ni de tolerancia (una discusión filosófica en la que se confunde el respeto con el cumplimiento del deber ser o la legalidad), donde cada quien va a lo suyo.



Conforme el día avanzó la gente se fue acomodando en los pocos huecos que había para ver pasar el desfile de los barcos decorados. Dos hombres que bailaban sobre el río empujados por la potencia del agua fueron los encargados de abrir el desfile, un espectáculo impresionante, festivo y libre reflejan parte de lo que en su momento quiso hacer Spinoza con las pasiones de la gente: entender o comprender las pasiones para encontrar la libertad. No sé si lo logró, pero lo cierto es que en Amsterdam el respeto a la diferencia se siente. No sé en qué terminó lo que pintaba para un gran bacanal porque ese mismo día viajamos para Varsovia, lo cierto es que si tienen oportunidad de ir no se lo pierdan, el gay pride en Amsterdam es la fiesta de la condición humana.


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