1.9.11

meditación

Pedir perdón al universo y dar gracias a la vida.
Respirar sn aflicción y con mesura.
Liberar a la mente de los pensamientos y emociones.
Llorar en paz.
Me falta camino por recorrer, hoy sólo me pude sentar...

lectura

Te leí como lo hizo Sherezada al príncipe,
sólo que ella quería salvar su vida.
Tú me lo pediste,
como una niña,
acostumbrada a que te lean un cuento antes de dormir,
como se debe de leer El libro de la almohada.
Shanagon repudia el mal querer y la brutalidad,
pero disfruta con gran placer las cosas sencillas,
como tú.
Quisiera leerte no sólo Las mil y una noches,
sino todas las noches que podamos estar juntas.




escritura

Escribir lo que pienso
y lo que siento
es un remanso de paz.
Estos días
mi cabeza no ha logrado
convencer al corazón
que esté tranquilo,
como si realmente pudiera diseccionar las partes,
o como si pudiera razonar con él.
Siento lo que no debería de sentir
y pienso lo que debería de hacer
pero no me atrevo.
Al final sólo me queda escribir para acallar al corazón,
que dice sentir un gran vacío,
no sólo por la pérdida,
sino también por el encuentro,
no sólo por la nostalgia
sino por el devenir.









7.6.11

A veces la meta no está al terminar sino en decidir si claudicar o no

Para Daniel

Llegué a Cancun con ilusiones y sentimientos encontrados. Era la segunda vez que participaba en una competencia de natación en aguas abiertas. La primera vez fue hace dos años en Acapulco donde la experiencia fue todo un éxito personal. Esta vez esperaba que los resultados fueran similares, sobre todo porque la distancia doblaba a la anterior.
Para esta prueba me preparé durante el primer semestre del año y los dos últimos meses me dediqué de lleno a estar en forma: entrenar, dormir temprano, comer bien, hidratarme, tomar multivitamínicos, trabajar con la mente e incluso me imaginé todos los escenarios posibles, salvo el no terminar la prueba.
El día del entrenamiento.
Un día previo a la competencia fuimos a calar la corriente. Nos comentaron que este año la competencia iba a ser más complicada, no solo porque cambiaron la ruta sino también porque empezaba la temporada de lluvias. Llegamos a Isla Mujeres, calculamos el muelle donde posiblemente empezaría la competencia y nos echamos a nadar.
Efectivamente se sentía corriente en contra pero nada que no pudieramos sobrellevar. Además, sabíamos que los primeros tres kilómetros serían los más complicados por la presencia de un "bajo" (asentamiento de tierra) que limita el cauce del agua e incluso provoca que las corrientes choquen.
Después nos llevaron mar adentro en la lancha y nos volvimos a echar a nadar. Esta vez las olas eran más grandes y la corriente no disminuía. Estabamos a mitad de la ruta, entre el kilómetro cinco o seis aproximadamente: Cancún quedaba de frente e Isla Mujeres a la espalda. Me centré en el punto que no podríamos perder de vista durante la competencia para evitar perdernos una vez estando en el agua, exploré diferentes posibilidades para sortear las olas y bosquejé la estretegia. Todos estabamos listos, o por lo menos eso suponíamos.
Nos fuimos a descansar. Las instrucciones eran claras: no tomar el sol para no deshidratarnos. Comer carbohidratos y tomar agua. Dormir temprano, cancelar los pensamientos negativos y vislumbrar la llegada a la meta.
Por la libre 2011: Isla Mujeres-Cancun
Llegó el día de la competencia y obviamente estaba despierta una hora antes. Quedamos de reunirnos en el hotel sede para irnos juntos al ferry que nos cruzaría a Isla Mujeres. Llegamos todos puntuales.  Dejamos nuestras pertenencias y nos separaron: Las mujeres abordamos el primer ferry y esperamos a que terminaran de subir todos los hombres en el otro para partir.
Cruzamos en alrededor de cuarenta minutos, nos bajaron en el muelle y esperamos. Una espera ansiosa. El sol ya había aparecido desde un par de horas antes y empezaba a hacer mella en nosotros. Tardamos varios minutos más en acomodarnos nuevamente sobre el mismo muelle por el que habíamos bajado y del que brincaríamos para empezar a nadar.
Parte de mi estrategia consistía en nadar en grupo. Tenía claro que no me podía separar de mis otras dos compañeras porque si me perdía inmediatamente me apanicaría y eso limitaría mi andar. De tal suerte, esperamos a que saliera la última categoría para echarnos al agua. Finalmente no competíamos ni por un lugar ni por un tiempo particular. Competíamos de manera personal, cada una por sus propios motivos y convicciones.
Poco antes de empezar a nadar.
Pensabamos acabar la pruba en aproximadamente 3 horas 20 minutos, basandonos en los tiempos de la alberca. Nos pusimos los gogles, nos acomodamos los globos de la espalda para que nuestros familiares y amistades que venían en la lancha que habíamos alquilado nos ubicaran facilmente, nos tomamos la foto del recuerdo y nos aventamos al agua. Empezaba la competencia y con ella se iban las tenciones, los miedos y las inseguridades. Todo por lo que había trabjado durante un semestre se consumaba en ese momento.
Empezamos a nadar como cardumen: yo iba en medio de mis otras dos compañeras marcando la ruta y el paso. Las instrucciones eran claras: no perder de vista las bollas y, si de repente no las encontrabamos, entonces buscar el punto clave que nos guiaría a Cancun, para eso era necesario nadar con la cabeza afuera de vez en vez, incluso más seguido de lo pensado.
Como en cualquier competencia, al inicio todos pasamos por encima de otros hasta que el grupo se empieza a diluir, o hasta que cada quien agarra su paso, por lo que debemos cuidarnos para que no nos den una patada en la cara y no nos tiren los gogles porque si nos entra el agua salada a los ojos la podemos pasar muy mal por un rato.
Corriente del día de la competencia.
Entramos al bajo y tardamos en salir. Había pasado más de una hora y nos encaminabamos hacia el kilómetro tres. La corriente se sentía fuerte pero sabíamos que lo complicado pronto terminaría, o por lo menos eso nos habían dicho. Seguimos avanzando juntas por un rato más hasta que nos adentramos en mar abierto y ahí perdimos a una en el camino. Decidimos continuar. Las olas eran más grandes que el día anterior y la corriente no disminuía. La visibilidad era casi nula por el movimiento del mar. Lo único que me confortaba era ver a nuestra lancha del lado derecho.
Llegamos al tercer o cuarto kilómetro, casi habíamos nadado durante tres horas. La corriente no disminuía y las olas cada vez eran más grandes. Me costaba mantener el ritmo y avanzar. Desde antes de iniciar la prueba sabía que este reto no consistía en la fuerza física sino en el control mental y la concentración. Seguimos avanzando un poco más pero empezaba a desconcentrarme, por mi mente pasaron cantidad de ideas, tenía una lista inagotable de temas que quería resolver durante las horas del trayecto pero no había podido trabajar en ninguno.
Seguí avanzando con la certeza de nadar hasta llegar a la meta pero una ola me reventó en la espalda y sentí que el mar me succionaba. Me dio miedo, pensé en Daniel, me imaginé su muerte. Seguí nadando y de pronto decidí parar. Ya no quería estar ahí. Me la estaba pasando mal. Le dije a Estela que me iba, ella intentó convencerme para nadar más pero ya no quería. Les gritamos a los de la lancha para que nos recogieran. La prueba se había terminado ahí. No habíamos recorrido ni la mitad de los 10 kilómtros y habíamos nadamos el tiempo en que pensabamos terminar la competencia.
Este año el mar decidió lidiar con los nadadores, contrario a lo que había sucedido en los años anteriores. La corriente no fue benévola con ninguno. Fue una prueba extrema para todos los que competimos. Cada quien sabe porqué decidio continuar o declinar. A mí solo me queda agradecer por esta gran experiencia de vida y, en especial, a los que me apoyaron en cuerpo y alma. Quizá el año entrante lo vuelva a intentar pero no se me va la vida en ello.

12.4.11

Velemos por el derecho de una Universidad libre del acoso político y mediático


Entré a laborar en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México en enero de 2005. Mi carrera académica y mi desarrollo profesional han sido paulatinos porque no sólo he transitado de lo administrativo a lo académico, sino porque también he tenido la oportunidad de moverme entre distintas academias (abarcando los diferentes programas y ciclos en los que está dividido el programa de estudios). Situación que me ha permitido conocer en distintos niveles el teje y maneje de la UACM.
En estos siete años de trabajar tiempo completo en la Universidad he vivido los atropellos mediáticos de periódicos como Reforma y La Razón, principalmente, que sin sustentar sus noticias se atreven a mancillar el nombre de quienes trabajamos en la UACM. Obviamente siguiendo una política de desprestigio encauzada por fuerzas desconocidas para mí. Sin embargo, la situación que ahora enfrenta la UACM difiere de los años anteriores puesto que es la misma rectora quien, en primer lugar, afirma que la universidad es un fracaso, entre otras cosas (La Jornada, 4 de abril de 2010), y en un momento posterior reconoce, supongo que a manera de disculpa, que no sabía que podía “herirnos” con el comunicado antes mencionado (La Jornada 12 de abril de 2010).
Sería ingenuo de mi parte creer que todo esto se debe a la falta de experiencia política por parte de la rectora, pero le daré el beneficio de la duda. En realidad lo que me preocupa es que la comunidad de la UACM se politice y pierda de vista el camino que debemos de seguir, el cual consiste, precisamente, en ofrecer educación de calidad a los estudiantes, quienes quieran que sean éstos, porque si bien es cierto que la comunidad de la UACM tiene características diferentes, no se puede generalizar el hecho de que está conformada por estudiantes que no pudieron entrar a otras universidades por su bajo nivel académico. Afortunadamente, uno de los grandes aciertos del modelo de la UACM ha sido tener la visión de encauzar la educación tanto de los más desprotegidos como de los que desean estudiar en esta Universidad porque creen en el proyecto educativo que ofrecemos.
Desde mi perspectiva, la UACM es una excelente apuesta educativa que surge para hacer contrapeso al resto de las universidades patito, e incluso a algunas otras de “gran prestigio”, que la SEP ha tenido a bien propagar y proteger, favoreciendo un sistema de enseñanza basado en competencias, que se contrapone con el sistema de pensamiento crítico, científico y humanista que ofrece esta Universidad, y que va de la mano con la política de maquilizar al país, emprendida desde hace un par de sexenios, que inhibe la investigación, innovación y desarrollo en todas las disciplinas y áreas del conocimiento.
También estoy conciente que a sus diez años de creación, la UACM no ha podido desafanarse de las prácticas burocrática-administrativas que corrompen ni del rezago educativo generalizado que inhibe el desarrollo de modelos educativos como el nuestro. Considero que mucho de lo que no se ha hecho se debe a la apatía de la comunidad universitaria en general y a la falta de un interés fidedigno en dialogar (no de imponer) un proyecto de universidad que, más allá de darnos prestigio y productividad académica, se involucre con la sociedad y con el mejoramiento de la educación en un país tan mediatizado como el nuestro.
Ahora tenemos frente a nosotros una oportunidad invaluable de cambiar el rumbo de la UACM, pero para eso debemos comprometernos con el proyecto, debemos aprender a escuchar y a dialogar entre nosotros, pero sobre todo debemos exigir a las fuerzas políticas (internas y externas) que no intervengan en los procesos de crecimiento y desarrollo universitario. Estoy convencida que, en este momento de definición y transición, la comunidad universitaria es lo suficientemente madura para tomar las decisiones que más le convenga a esta casa de estudios.

México, D.F., a 12 de abril de 2010.
Dra. Roxana Rodríguez Ortiz
Profesora/Investigadora de la Academia de Filosofía e Historia de las Ideas