22.3.23

"Seguramente para ti ha sido fácil"

 Hace unas semanas un estudiante y yo nos encontramos en un café para que me platicara sobre su proyecto de tesis. Al empezar a explicarme por qué dejó la tesis hace unos años afirmó muy convencido: seguramente para ti ha sido fácil porque estudiaste en una universidad privada.

No, no ha sido fácil, he tenido que trabajar de tres a cinco veces más que mis colegas en la universidad, contesté enfáticamente. No vengo de una familia de académicos ni de intelectuales; en mi casa de la infancia la biblioteca familiar se limitaba a las enciclopedias que asemejan la bandera francesa: azul (historia universal), blanca (algo de religión) y roja (historia de México), más la revista del Readers Digest que no faltaba en el baño. Tampoco tuve un maestro/a que me apadrinó y he dado muchos tumbos tratando de encontrar mi camino. Me quedé pensando y terminé la idea diciendo: quizá me hubiera ido mejor de haberme dedicado a la administración.

Seguimos trabajando en su proyecto de tesis, nos despedimos, se llevó trabajo a su casa y yo también: le seguí dando vuelta a la aseveración de que "para mí ha sido fácil" y eso me ha llevado a hacerme otra serie de preguntas. ¿Cómo vive mi generación la realización profesional? ¿Cuáles han sido los costos en lo personal? ¿Por qué un supuesto éxito profesional de las mujeres en la academia se observa sencillo?

Lo que observo en mi entorno, en mis colegas de mi generación, mujeres que estamos por cumplir cincuenta años, con un perfil académico muy similar: estudios de posgrado, casi siempre en el extranjero, tiempos completos en alguna universidad pública o privada, un nivel de vida económico aceptable, tiempo libre para hacer otras actividades, todavía con pretensiones de pensión/jubilación, interés por ser reconocidas o por lo menos contar con el estímulo del SNI, etc., es que para ninguna ha sido fácil porque fuimos la segunda generación de mujeres que tomamos las aulas, los centros de investigación, las publicaciones, los espacios académicos coptados por los hombres.

La primera generación, mis maestras, me abrieron camino, pienso en Mónica González y Francesca Gargallo (ambas murieron en plena madurez intelectual). Mi generación ya no esperó a que las cosas se fueran dando, con el inicio de este siglo lo hicimos posible, nos titulamos con doctorado, empezamos a publicar y a dar clases muy jóvenes.

A mis cuarenta y ocho años tengo mucho camino recorrido y tinta regada en diferentes obras colectivas e individuales. Sin embargo, parece que no es suficiente. Parece que hay que seguir luchando, ocupando espacios, sin importar lo que tengas que decir o a quién debas quitar en el camino, cuando la actividad a la que nos debemos, la actividad intelectual, necesita tiempo libre y mucho diálogo.

La relación que tenemos con el tiempo libre ha sido el costo profesional de muchas de nosotras y no solo en la academia, recientemente han salido varias publicaciones, podcasts y demás donde las mujeres "exitosas" hablan de lo que ha sido para sus vidas personales carecer de tiempo libre y cómo el condicionamiento a cumplir, a probar-se, a merecer un puesto, un reconocimiento, las fue acercando a aquello que heredamos de la cultura laboral de los hombres: hay que trabajar duro para lograr lo que te propones. Una falsedad a todas luces.

Cuando decidí dedicarme a la academia yo solo quería tener tiempo libre (vacaciones) y dinero para viajar, después le encontré el gusto a la actividad intelectual, pero mi vocación fue bastante mal vista incluso por mi familia y tampoco nadie me dijo que iba a ser un camino fácil porque el tiempo libre no cotiza en el dichoso éxito profesional de mi generación.

CDMX enero 2023.

Fe de erratas

 ¿Cuántas veces en la vida académica una escribe fe de erratas para dar fe precisamente de sus publicaciones? Que yo recuerde solo lo hice con mi tesis de doctorado. Fue un estrés enorme ver que lo que iba a ser el reflejo de mi primer pensamiento tenía errores (de dedo). Me acostumbré a no fallar, sin importar que la ansiedad iba carcomiendo la creatividad, la pasión por aprender, escribir, pensar.

Recién escribí una reconsideración para el SNI en tono de fe de erratas: señalé en apego a la legislación vigente cada elemento que no consideraron en mi evaluación. Ingenua pensé que con el trabajo realizado en los últimos cinco años no solo iba a permanecer sino que además contaba con los requisitos mínimos indispensables para ascender en la espiral de la aspiración académica. La respuesta fue la misma que el primer resultado: no cumples con las cuatro publicaciones científicas que se requieren, pero escribí o participé en 12 publicaciones. Solo tres de esas doce son científicamente (in)suficientes fue la última respuesta. Una respuesta kafkiana por donde se le quiera ver.

La necesidad de escribir fe de erratas, contrario a lo que pensaba, ha sido una constante en mi vida. He tenido que dar fe de mi lesbiandad (en un mundo heteropatriarcal), he tenido que dar fe de mi trabajo intelectual en las fronteras (por no venir de las ciencias sociales), he tenido que dar fe de mi quehacer filosófico (por no ser tener un título en filosofía). Las erratas permanecen en mi historial de vida como una mancha imborrable. Erratas que evidentemente han mermado mi autoestima intelectual en diferentes momentos. La última vez fue precisamente esta evaluación del Conacyt.

Erratas: cosas erradas dice la RAE. Llegó el día que me confié porque me acostumbré a funcionar en la academia y terminé por aburrirme (otra referencia a Kafka). Cosa errada. Al parecer una vez que entras en la academia no puedes salirte. Cosa errada. A eso me quiero dedicar por unos años. Andar errante en la academia, volver a encontrar mi faro de luz en las fronteras, en la filosofía, en la docencia. Quizá estudiar un doctorado en filosofía, quizá seguir escribiendo sobre la filosofía ficcional y en este blog, quizá pensar a Kant desde Malabou o quizá en algún momento cuando ya no esté la 4T en el país volver a aplicar al SNI. Cosa errada. Eso quiero ser siendo sin tener que dar fe de mis erratas.

CDMX octubre 2022.


Fe de erratas. Llegó la reconsideración del SNI en diciembre 2022: Recibo un mensaje de una amiga en uno de esos múltiples chats que voy acumulando para parcelar a mis diferentes grupos de amistades que afortunadamente tengo. "Felicidades Roxana por el SNI", escribe Brenda. Tomo el control de la tv para ver de qué se trata. Pongo un signo de interrogación (?) y escribo otro mensaje ¿de qué hablas? ¿dónde lo viste? "En Fb", contesta y me envia la lista donde aparecemos quienes después de la reconsideración obtuvimos o recuperamos el SNI. No lo voy a negar, sentí que el alma me volvió al cuerpo. 

CDMX diciembre 2022.

24.2.23

¿Cómo tomar el siglo que me está tocando vivir?

Mi madre cuenta una anécdota que ejemplifica muy bien la literalidad con que siempre me he tomado las situaciones. Dice que de niña, al preguntarme si quería plata-no, yo le decía casi llorando: plata-sí. Nos sigue causando mucha gracia, pero en realidad recién me doy cuenta de la seriedad para mi día a día el empleo del lenguaje no-figurativo. 

Estoy entrando a los cincuenta años, estoy saliendo del covid: ese espejo que nos permite ver de cerca nuestros demonios encubiertos por la inflamación de las células del cuerpo y que evidentemente afecta el sistema neurológico que es prácticamente todo aquello con lo que percibimos el mundo o la realidad, según cada quién.

Ayer pensaba en lo que nos depara este siglo (evidentemente en comparación con el siglo pasado) y no es nada alentadora la visión de mis futuros, si todo va bien, 30 años de vida. Ya sé, igualmente lo pienso pero no lo siento: un día a la vez, para qué pensar en el futuro si el presente es hoy. Frases inspiracionales de nuestro entorno. 

Quizá mi fatalismo (que no pesimismo) se deba a que no encuentro de qué asirme (en términos intelectuales) para poder observar distinto el por-venir (por más que lea a Derrida o quizá por leerlo literal) dadas las circunstancias actuales: la(s) pandemia(s), la(s) guerra(s), el cambio climático, la desigualdad, la pobreza, la falta de agua, la escalada de la ultraderecha en los gobiernos y el regreso del conservadurismo en las sociedades (ambos amenazan la prevalencia de ciertos derechos ganados de la comunidades vulnerabilizadas por el patriarcado-capitalismo, entiendanse mujeres, indígenas, homosexuales, lesbianas, transexuales); nada que no hayamos observado en el siglo anterior, salvo el acelerado desarrollo tecnológico. 

Si lo que se suponía debía ser la emancipación que me impuse como logro a finales del siglo XX en términos de realización y satisfacción personal y profesional, para el siglo XXI tiende a girar casi 360 grados. Satisfecha y realizada estoy aunque eso no me permite mirar el siglo por-venir de una forma, digamos lo menos, optimista. 

Decir que soy privilegiada es una falacia conspiradora del neoliberalismo que reduce la acción política a mirarse el ombligo en términos académicos. Y querer sobresalir, igualmente en términos académicos, es el otro extremo de la inacción política.

Llevo días pensando con el cuerpo enfermo cómo recuperar mi equilibrio y la respuesta llega como epifanía: no querer ser alguien que no puede ser, que no existe y no existirá nunca. Sigo teniendo ese pensamiento literal donde lo no-figurado es un agujero negro por descubrir. La respuesta es sencilla: seguir escribiendo, enunciando las dolencias del alma que las del cuerpo son completamente tangibles. 

Oaxaca 2022.



El virus del covid es un fastidio o las caminos de la vida no son como yo pensaba

Habíamos planeado una estancia de quince días en Oaxaca ciudad para dar un workshop de marca personal, realizar varias entrevistas y hacer visitas a diferentes lugares a la redonda (palenques, telares, restaurantes). Alquilamos un airbnb para estar los cuatro: Claudia, los dos perros (Buddy y Ramona) y yo. Un fin de semana antes de viajar me habla mi madre para decir que mi papá había salido positivo a covid (por segunda vez). El domingo, un día antes de viajar, vamos a la farmacia a hacernos la prueba con resultado "negativo". 

El lunes amanezco rara pero sin síntomas. Decidimos viajar de todas formas. Acostumbramos dividirnos la manejada entre las dos pero cuando lo intenté, pasando Tehuacán, solo pude estar una hora al volante. Me sentía completamente desconectada del automóvil, la autopista, el paisaje y demás. Claudia volvió a ocupar el asiento de manejo hasta que llegamos a Oaxaca. Comimos con mi hermana, nos acompañó al airbnb para conocer el lugar y dejar nuestras cosas. Fuimos a tomar unas cervezas  con tapas (que me supieron a gloria y que no he podido volver a probar).

Regresamos a la habitación a descansar y ahí empezaron todos los síntomas: dolor de cabeza, fatiga, ardor de garganta, fiebre, dolor de articulaciones. Fue una noche fatal porque aunque Claudia ya había comprado paracetamol, no me lo quise tomar pues soy alergica a la penicilina y a la aspirina, además de hipocondríaca, o sea que importaba más que no fuera a causar una reacción alérgica a tener que padecer los síntomas de covid. 

El martes al despertar fuimos a hacernos la prueba: yo salí positiva (por vez primera), Claudia negativa. Pasamos por un pan de yema con chocolate de agua al andador del centro de la ciudad y nos regresamos a nuestra habitación de la que hemos salido salvo en contadas ocasiones hasta ahora. 

Oaxaca centro, 2022.

Afortunadamente el espacio que alquilamos ha sido un oasis para la convalecencia y la recuperación. Se llama La Calera, una antigua fábrica de cal que preserva la estética industrial incluso en el diseño de las habitaciones (lofts). Un espacio abierto donde los perros que también han tenido que estar acompañándonos en nuestro confinamiento pueden bajar las escaleras libremente y dar unos paseos cortos en el inmueble, lo que a su vez nos ha permitido disfrutar de aire libre, silencio, relajación y distancia de la gente en todo momento.

La Calera, Oaxaca, 2022.

Puedo afirmar que la enfermedad ha sido relativamente leve y eso me permite asegurar que debió de ser horrenda para quienes la enfrentaron sin vacunas, sin información científica, sin medicamentos, sin conocer las secuelas, aunado a lo que ya sabemos y hemos vivido estos años que incluye la muerte de millones de personas (familiares, amigos, conocidos). 

A los tres días de estar en cama Claudia también se contagió y hemos compartido no solo los síntomas sino el fastidio de un virus que afecta todos los sistemas del cuerpo. En mi caso empezó con las vías respiratorias y las articulaciones, dolor muscular y con los días se ha manifestado en mi estado de ánimo, en el estómago y desde el fin de semana en la disminución olfativa y gustativa. Este bicho es una montaña rusa: cuando te empiezas a sentir bien, al día siguiente viene una recaída de otra parte del sistema.

Obviamente cancelamos el workshop y el resto de nuestras actividades, hemos estado encerradas en nuestra habitación dando paseos alrededor del complejo para salir de la cama, mayormente forzadas por los perros que por nuestra propia voluntad. 

La Calera, Oaxaca, 2022.

No quiero hablar de aprendizajes del covid. Ha habido momentos muy difíciles a pesar de que como ya lo dije la enfermedad ha sido leve. Pero creo que los momentos de cualquier enfermedad con características de una mortalidad evidente y posterior a los años de pandemia que traemos cargando nos pone en otro estado de alerta, de incomodidad, de estrés que no suma a la recuperación sino todo lo contrario. Es decir, si cualquier enfermedad requiere del paciente paciencia, con ésta es necesario estar muy enfocada en no perder la cabeza ni mucho menos en buscar "curas" en internet o en seudomédicos como el primero que nos diagnosticó virtualmente mientras caminaba por los pasillos de un hospital y nos envió una larga lista de medicamentos con enfermera incluida para que nos viniera a poner una intravenosa de quién sabe qué cosa. 

Sin duda el covid es un virus que analogicamente lo podemos asosciar con el hackeo del sistema operativo de cualquier software: no sabes qué te va a afectar una vez que está dentro, por lo tanto tampoco sabes qué vas a tener que restaurar ni cómo.

Nos quedan todavía unos días en Oaxaca, ahora ya no sólo dormimos, también hemos empezado a recuperar nuestro trabajo intelectual. Nos consideramos afortunadas porque tenemos una red de apoyo (gracias a mi hermana) que nos ha ayudado a cubrir las necesidades de alimentación y la atención médica, pero especialmente de salud emocional. 

La Calera, Oaxaca, 2022.

Claudia y yo nos preguntamos cada tanto cómo es que nos han pasado tantas cosas en tan poco tiempo. No lo sé, los caminos de la vida no son como pensábamos pero afortunadamente nos hicieron encontrarnos, no me imagino cómo es pasar una enfermedad de este tipo en soledad o sin alguien que realmente se preocupe por tu bienestar. Claudia y yo hemos podido encontrar ese punto de equilibrio resiliente en este espacio para enfrentar no solo la enfermedad sino también los muchos demonios afectivos que brotan en este estado alterado de la consciencia que trae el bicho consigo y del que poco se habla.

Oaxaca, 2022.



19.5.22

¿Saber perder?

Aquello que nunca nos dicen, o por lo menos no a mí, desde muy temprana edad, es que vamos a perder salud, colegas, amigos, trabajos, proyectos, amores, deseos, esperanzas, fe(s), dinero, competencias, hermanos(as), padres, madres, estabilidad, bienestar, agua, aire, tierra y un largo etcétera a lo largo de nuestra vida. Ayer me tocó perder algo de todo esto y quizá más, como me ha pasado en otros momentos. Afortunadamente con los años y quizá también con las muertes de tus seres cercanos nunca lo he vuelto a sentir como las primeras veces porque perder es no perderte en ti misma y no juzgar sino reconocer que perdiste.

Ayer pude poner en palabras muchas situaciones que se volvieron una constante en mi relación con los hombres desde que soy adolescente. Ayer puede observar cada una de esas relaciones en retrospectiva y todas comparten el común denominador de cuando terminas una relación de pareja: "por un detalle" que colmó el vaso de agua. Ayer pensé nuevamente ¿en qué me equivoqué?, ¿qué hice mal?, ¿por qué la ruptura fue tan desastrosa, como han sido las anteriores? Me cuesta y siempre me ha costado trabajo entender ¿qué se pierde? ¿El cotidiano, la rutina quizá, la compañía, el pertenecer, el afecto, el compartir, las historias, las experiencias? En todo caso se transforman. Nos perdemos en lo que ya no es. Ayer entendí que en cada una de esas relaciones pretendía sustituir la relación de amigos de la infancia que tuve con mi hermano. Y todas ellas terminaron como terminó la relación con mi hermano. 

Saber perder (más que ganar) es quizá la máxima del estar en el mundo. Desde niña me expuse a situaciones de competencia: la gimnasia, la natación, las carreras callejeras en la bici, carreterita en la banqueta, el tenis, el futbol, el basquetbol, en la escuela, en la casa, en la academia, en puestos de representación universitaria, en las relaciones afectivas en general, en la muerte. De todas estas situaciones aprendí que a veces se gana y otras se pierde. Y que es mejor perder con responsabilidad. Ayer me equivoqué. Reaccioné erróneamente ante una situación particular y perdí. Perdí el piso, perdí el compromiso conmigo misma, perdí de vista aquello que estoy trabajando: la ética.

Los hombres han sido en muchas etapas de mi vida mis mejores amigos, incluso diría que mi gran debilidad o mi guilty pleasure son las relaciones con los hombres. Emocional y sexualmente disfruto el encuentro, la compañía, la relación con las mujeres ¿una contradicción? No, un estar en el mundo sin etiquetas, en eso siempre he sido congruente. Lo que ahora aprendo con esta pérdida y agradezco el desencuentro de ayer es que no quiero volverme a relacionar así con los hombres a quienes considero mis amigos entrañables. Si vuelvo a perder algo, que no sea el respeto, el respeto a mi mísma.

Estadio Olimpico Atenas 2016 (en un ejercicio terapéutico del saber perder)