4.10.12

A un mes del paro

si el alma es el halo de vida,
el miedo no puede consumirla.

He caminado las calles de la ciudad como nunca lo había hecho. He recorrido varios kilómetros del brazo de las ideas que mueven a la gente a salir a manifestarse en contra de la violencia, de la impunidad, de la corrupción, de la ilegalidad, de la injusticia. De todos los problemas que pueden aquejar a una sociedad adormecida por la falta de oportunidades, aniquilada por el desasosiego, automatizada por el miedo.
Nunca tuve una educación en lucha social o movimientos sociales. Las únicas marchas a las que asistí fueron como migrante "privilegiada" y en contra de la guerra. Durante este tiempo he aprendido que los ideales se defienden, se protegen, se valoran en compañía de quienes luchan con desinterés, sean dos o sean cien.
Puedo ubicar dos tipos de luchadores, aquellos ocupados por la comunidad y aquellos preocupados por su historia personal. Los primeros son inocentes e impulsivos. Los segundos son pragmáticos y estratégicos. Ambos son vicerales. Ambos comprometidos.
La lucha social, contrario a lo que se pudiera pensar, divide y confronta. La lucha social fractura las relaciones sociales y fortalece las lealtades. Amigos que antes fueron enemigos caminan de la mano por el clamor de las verdades. Hay amigos que ya no se recuperan...quizá nunca lo fueron.
A diferencia de otras luchas sociales, hoy las redes sociales son una herramienta indispensable, no sólo para difundir, informar, denunciar, también para conocer el perfil de la gente. Gente con miedo que amenaza, gente con enojo que intimida, gente con ceguera mental que solo replica. También están los indecisos y los comodines, son la mayoría. Los primeros intentan dialogar pero sin mucho afán. Los segundos sólo esperan a la orilla del conflicto hasta que las partes se agoten para tomar el poder.
Durante este mes he visto el brillo en los ojos de algunos estudiantes que por primera vez se atreven a denunciar. Una denuncia que engloba toda su corta vida de vejación y explotación. Pero también he visto el fuego en los ojos de aquellos estudiantes que se siente neutralizados por negarles el acceso a su universidad. La única universidad que se ha preocupado por ellos y ellas. La única universidad que les ha dado la oportunidad de tener una carrera, que en sí es la ilusión de una vida mejor.
A estas alturas la gente se pregunta qué hacer. Nadie lo sabe. ¿Se habrán agotado todos los caminos? ¿El cansancio físico y mental de las partes permitirá un diálogo? ¿Será la violencia la única salida? Quiero pensar que no. Quiero pensar que en algún momento se podrá dialogar, aunque la historia diga lo contrario.
A un mes de paro confirmo que mi lucha es con la escritura, pues ésta no tiene limites y si existieran serían quebrantables.

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