3.5.20
Día 13 observando el encierro
He andado un poco distraída estos días adaptándome a la "nueva normalidad" del encierro. Me encanta que le pongamos adjetivos a nuestro día a día para acompañar nuestra neurosis (en mi caso). Estamos ya en mayo, parecía tan lejos cuando inicié le primera cuarentena, a mediados de marzo. Yo solita me autoconfiné regresando de Oaxaca. Se cumplía el primer año de muerto de mi hermano y habíamos quedado en ir a celebrarlo, festejarlo, conmemorarlo, no sé que verbo usar para estos casos. No sé cómo referirme a estos procesos del duelo que van acompañados del encuentro vida-muerte de forma constante. Como ahora estamos, a diario se muere gente en el mundo, en la ciudad, en el barrio. Hace una semana se murió un vecino al medio día. Estaba en mi casa y desde el balcón se veía el movimiento de ambulancias, patrullas, hasta que llegó la camioneta de la funeraria. Todo fue muy silencioso, como si esperaban la muerte del ser querido. Un escenario adverso e inverso a lo que hacemos quienes nos quedamos en nuestra casa durante la pandemia. Optamos, los que podemos, por el encierro para sobrevivir, quizá por miedo, quizá por el goce, quizá porque amamos la vida, nuestra vida. Yo deambulo por todos esos escenarios. Hay días que muevo como pez en el agua. Me acostumbro a la "nueva normalidad". La analogía del respirar es interesante. La gente que se contagia del (la) covid y muere es porqué dejó de respirar, sus pulmones no dieron para más y colapsaron. Y hablo solo desde la ontología, no invoco a otras acepciones del ser como sustancia ni me refiero a la Tierra o al cambio climático. Mi sobrino puso un estanque en el hotel de Oaxaca y compró unas carpas japonesas, estaba entusiasmadísimo con su nueva adquisición y habíamos llegado justo en el momento en que la carpa debía encontrarse con su nuevo hábitat. Estábamos contemplando el traslado de la tina del baño al estanque pero la carpa se había quedado sin oxigeno en la tina. Hicimos todo lo posible por salvarla pero cuando llegó el oxigeno era demasiado tarde. Mi sobrino lloró y nosotros con él como hemos llorado los últimos meses. Respirar y llorar, esa ha sido mi "nueva normalidad" desde hace poco más de un año. El duelo se ha instalado en otro estado donde ya no es tan doloroso, la pandemia está cediendo, el encierro se levantará en un par de semanas o quizá más. La analogía de la carpa es la referencia del devenir. Unos se morirán antes que otros. Mientras eso pasa, sigamos respirando la vida.
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