17.8.13

Día 160

Penúltimo día en Berlín.
Hacer maletas.
Cena con amigas.
No me gustan las despedidas.
A ninguna de nosotras.
Se que en el tiempo
Nos volveremos a ver
Como ahora,
Como hace diez años.
Nos encontraremos
En un café
Y haremos los mismos chistes,
Nos pondremos al día,
Nos reencontráremos en la distancia.
Me gusta cuando la intimidad
De la amistad se posiciona
En la cuarta dimensión
En la dimensión de la sensación.






Día 159

Siempre hay un momento en las vacaciones largas que se hace tedioso. Hoy fue uno de ellos, casi siempre se debe a la cercanía del regreso, a las ganas de volver a casa combinada con la negación de dejar el hedonismo en ciudades como Berlin. Aunque en mi caso el hedonismo-estoico (una aporía) afortunadamente continúa por varios meses más.

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Viajar acompañada o en pareja es un reto enorme. Hoy nos dimos la tarde libre.

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Cuando se es testarudo hasta darse cuenta de eso es una necedad.

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Me senté en un café y te vi caminar hacia donde nos dejamos. Te acercaste y me reclamaste algo. Me reí de la ternura de tu gesto. Te enojaste y te fuiste de nuevo. Nos separamos para volvernos a encontrar.

13.8.13

Día 158

Se acabó la magia del verano caluroso berlinés, ahora se siente el verano de cada año, un verano lluvioso con vientos fríos y sol a ratos. Cambiamos los shorts y las chanclas por la chamarra y el paraguas porque de un rato a otro se esconde el sol y cae un aguacero que dura cinco minutos pero que moja con ganas. Así es el Berlín que conocía, con razón la gente afirmaba que era inusual tanto calor, con razón los berlineses estaban tan contentos de tener, al menos, dos o tres semanas de intenso calor. Un pretexto perfecto para salir a los lagos aledaños a refrescarse en las aguas verdes o a las albercas que están en la ciudad o a los parques a tomar el sol en bañador. Pretérito. El clima nos regresa a la realidad de las ciudades europeas con sus cuatro estaciones del año bien delimitadas. Es otro Berlin de un cielo azul intenso que se deja aborregar por las nubes que sin más lo oscurecen de repente. Así hasta el humor de la gente cambia en un plis plas. Con un clima así el meteorológico es el gurú del día a día.

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La parte Este de Berlin es muy evidente todavía a los ojos del visitante, no sólo por la arquitectura sino también por los referentes simbólicos que los gobiernos actuales han tenido a bien mantener intactos. El primero de ellos es la antena de televisión, el edificio o la edificación más alta (cerca de 300 metros de altura), seguido por los edificios uniformes e iguales en tonos arena de la Karl-Marx-Allee, o la biblioteca que lleva el mismo nombre, más otros vestigios de edificios del régimen socialista, como el restaurante Moscú (cerrado) que se encuentra en esta misma avenida. Andar por esas calles es un viaje sin vuelta a un pasado lejano y en mi caso sólo teórico. Un paseo sin ideología sólo con el referente inmediato de otro sistema productivo que contrasta con la actual Alemania.





Día 157

Desasosiego 

11.8.13

Día 156

Hoy sólo pedaleamos de un lado para otro. Recorrer nuevamente los lugares por los que he andado para descubrir que hemos cambiado. Dos personas sostenidas una de la otra en formato de gran tamaño hecho escultura sobre el río. Una torre de televisión, el edificio más alto de Berlín. Estructuras metálicas que sostienen a manera de puentes el pase de las vías del tren. Grandes torres abandonadas en medio de una calle que seguro antes no estaba. Edificios que contrastan entre sí pero que auguran un por venir. Así es Berlin. Sorprende a la vista de quien atenta busca en los recuerdos y en los recovecos la grandilocuencia de una ciudad.