10.6.13

Día 93

La insoportable levedad de no estar. Quise para frasear a Milan Kundera. Aunque nunca he entendido el título de su novela... Qué significa la insoportable levedad? Una oración cualquiera. Un título rimbombante. Un estado del ser. Parafraseo. Juego con el lenguaje. Del ser al no estar. Cuál es la diferencia?

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Monógama serial: dicese de las personas que han aprendido a abandonar por imposibilidad las relaciones sentimentales. Imposibilidad de construir relaciones duraderas debido a traumas de la infancia. El monógamo serial abandona sin miramientos porque está acostumbrado a que la pérdida no duele y prefiere separarse antes de ser separado o privado del amor. Su único aliciente es que encontrará otra persona para empezar de nuevo el ritual del enamoramiento. Quizá la etapa del enamoramiento es con la que más se identifica. El monógamo serial se vuelve cínico con el tiempo pero no mitiga su desasosiego de poder estar en-pareja.

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Hablemos de lo que nos gusta. Quizá podamos recomenzar. 

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La insoportable levedad de no estar. O lo que es igual a armar nuevamente el rompecabezas tratando de dejar fuera las piezas que se han perdido en la batalla. No es necesario arrastrar los recuerdos. La memoria es una trampa de la levedad del ser.

Día 92

Amaneció lloviendo
Un cliché 
Leer en cama
Contemplar la lluvia
Por la ventana.

Un café
Un libro de cuentos
Retratos de migrantes
Narrador omnisciente
Diegesis masculina

Amaneció lloviendo
No salí de la cama
Pasadas las doce
Un domingo cualquiera

Lectura posesiva
Cuentos de migrantes
Mirada masculina
Oraciones cortas
Sin imágenes
Sólo desasosiego

Mientras leía
Pensaba en Herta Müller
Octavio paz
Franz Kafka
Disfruto las oraciones cortas
Las narraciones precisas
Las imágenes simples

Amaneció lloviendo
Me cobije en la almohada
Bebí café
Un cliché
Un domingo cualquiera 

8.6.13

Día 91

De niña usaba botas ortopédicas, según tenía el pie plano. Ahora tengo un arco demasiado pronunciado, la cadera chueca y camino como gallina patuleca. De ahí el nombre de este blog. Afortunadamente nunca me obligaron a caminar como modelo ni a comportarme como una señorita. Todo lo contrario. Desde qué conocí la calle a los siete años aprendí a vivir fuera de casa, en un sentido figurativo, porque a dormir siempre llegaba. Las botas ortopédicas las dejé al poco tiempo, pero se volvieron una obsesión. Mis zapatos favoritos son las botas cortas, tipo botín, junto con los pantalones de mezclilla. Ni faldas ni vestidos, mucho menos zapatos de tacón. La calle no es para andar arreglada, sino cómoda, sobre todo cuando el reto es un partido de fútbol o unas carreras en bici. Me hice mayor, deje la calle o esa calle de infancia y me dediqué a recorrer otras, en otros países, en otros barrios, en otras ciudades. Conservo la fijación por la botas, también  por los pantalones de mezclilla y por la calle aunque a veces me gustaría quedarme en casa.

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Dicen que el cuerpo guarda los golpes, las frustraciones, los traumas, también las alegrías, las pasiones, los deseos. Los secretos mejor guardados incluso de nosotros mismos. Cuando te conocí me dijiste que sabías leer el cuerpo. Dudé. Ahora siento que este cuerpo, mi cuerpo, apenas lo empiezo a recorrer y es cierto que ha guardado demasiada información. Alguna innecesaria, otra a cuentagotas. La mayor parte a manera de juego de memoria. Algún día emparejaré cada una de las piezas?

Día 90

Tres meses de sabático.

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La vida sorprende. 
El tiempo es sabio cuando se toman decisiones sabias sin resentimientos ni envidias ni recelos.
O lo que es igual a no nadar cuando el río está agitado como dicen los budistas.

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Es curioso como con el paso de los años, de las experiencias, de los fracasos, de los triunfos, nos vamos curtiendo. Lo que antes dolía hasta el tuétano, ahora sólo molesta. El dolor ya es un viejo conocido, la recuperación también. Con el paso del tiempo perdemos miedos, ganamos otros. A veces dejamos de sorprendernos o nos volvemos excepticos. Lo cierto es que sin esperarlo, sin desearlo, la vida es un como un juego de escaleras y serpientes. Un atajo es un pensamiento, una acción, una pérdida. Hoy escaloné dos pisos o más sin esperarlo, sin desearlo. Sólo por el mero gusto de hacer lo que me place y en lo que creo. La vida no deja de sorprenderme a diario.


Día 89

Llegó el taxi. Temprana la hora para salir de casa pero ya había quedado de visitar a unos amigos. Iba sin bañarme y en ropa deportiva. 
-A dónde la llevo. 
-A la colonia el reloj. 
-Va al Asturiano?
-Cómo lo sabe? 
-Por la ropa.
Me pareció obvio pero sin sentido. No es tan evidente en una ciudad tan grande. Ya ha llevado a otros clientesss, le pregunté. Hice énfasis en la palabra clientes y me sentí como si yo misma tuviera algunos. No me contestó. Seguimos avanzando por la Conchita. A esa hora el tráfico va a vuelta de rueda. Ese afán de las madres de dejar a sus hijos enfrente de la escuela.
-le iba a decir que tomáramos otra ruta, me digo el taxista viéndome por el retrovisor.
-pensé que no habría tráfico, siempre salgo más temprano, le contesté al momento que hacia cuentas de cuándo había sido última vez que pasé por ahí antes de las siete de la mañana. Varios meses ya de eso.
Estaba en ello. Pensando que le había mentido cuando el taxista me dice que lleva más de catorce horas trabajando. Lo veo intrigada, primero por mi seguridad, sólo espero que no se quede dormido en el trayecto. Después por un acto humanitario. Catorce horas manejando y de noche! Le empiezo a hacer preguntas sobre la motivación de trabajar tantas horas y me cuenta casi todo su vida. Un joven típico mexicano que se sacrifica por sacar adelante a su familia y darle a sus hijos lo que el no tuvo o no le dieron. Me contó de su casa, de sus ambiciones, de sus deudas. Mientras lo escuchaba pensaba en mí, en lo que no tengo, en lo que me he gastado. En que no se cuándo podría  comprarme una casa, pero que por ahora tampoco me interesa. Mientras iba platicando se escuchaba cada vez más orgullosos de su hazaña de haber cumplido con el deber ser. Nos acercábamos a mi destino y empezaba a dudar de sus motivaciones y quería preguntarle si la finta de joven honesto, abnegado, responsable y trabajador le funciona para conquistar clientas. Me quedé con la duda pero no pude evitar despedirme en tono burlón diciéndole "buen día, eres un buen muchacho, tu esposa te ha de admirar mucho".