De niña usaba botas ortopédicas, según tenía el pie plano. Ahora tengo un arco demasiado pronunciado, la cadera chueca y camino como gallina patuleca. De ahí el nombre de este blog. Afortunadamente nunca me obligaron a caminar como modelo ni a comportarme como una señorita. Todo lo contrario. Desde qué conocí la calle a los siete años aprendí a vivir fuera de casa, en un sentido figurativo, porque a dormir siempre llegaba. Las botas ortopédicas las dejé al poco tiempo, pero se volvieron una obsesión. Mis zapatos favoritos son las botas cortas, tipo botín, junto con los pantalones de mezclilla. Ni faldas ni vestidos, mucho menos zapatos de tacón. La calle no es para andar arreglada, sino cómoda, sobre todo cuando el reto es un partido de fútbol o unas carreras en bici. Me hice mayor, deje la calle o esa calle de infancia y me dediqué a recorrer otras, en otros países, en otros barrios, en otras ciudades. Conservo la fijación por la botas, también por los pantalones de mezclilla y por la calle aunque a veces me gustaría quedarme en casa.
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Dicen que el cuerpo guarda los golpes, las frustraciones, los traumas, también las alegrías, las pasiones, los deseos. Los secretos mejor guardados incluso de nosotros mismos. Cuando te conocí me dijiste que sabías leer el cuerpo. Dudé. Ahora siento que este cuerpo, mi cuerpo, apenas lo empiezo a recorrer y es cierto que ha guardado demasiada información. Alguna innecesaria, otra a cuentagotas. La mayor parte a manera de juego de memoria. Algún día emparejaré cada una de las piezas?
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