23.6.13

Día 105

Día de campo. Con la lluvia el paisaje se vuelve verde. Un verde intenso, luminoso, profundo. Llegar al cerro. Caminar las piedras mojadas. Contemplar la grandilocuencia de la naturaleza. Dejarse sorprender. Tres generaciones: padres, hermanos, nietos. Un paseo de la familia. Recordar la infancia. Unos padres amorosos, comprensivos, pacientes. Hermanos que guardan secretos, recuerdos, experiencias dolorosas, espero que no guarden también rencores. Unos sobrinos que ven con distancia, callan admiran. Recorrimos juntos las calles empedradas. Silencios largos. Bromas. Juegos. Risas. Los más jóvenes se adelantan a comerse el mundo. Los más viejos esperar. Espero con ellos. Me intriga saber qué piensan. Si son felices juntos. Si están en paz. Al final del día lo confirmo si decir nada. Un padre distante  envía un mensaje diciendo que nos ama. La palabra mágica. Nos reconforta el alma. La comida de mesa grande. El sueño de mi padre. La familia reunida. Casi toda. Algún día estaremos todos juntos nuevamente. Regresamos. Llueve en la carretera. La noche no cae. Es el día más largo del año. Ayer entro el verano. Mi cabeza no para. Imágenes rebobinadas en sentido contrario. Busco un momento, un recuerdo. Una pieza del rompecabezas. Le pregunto a mi hermana sus recuerdos de primera infancia. Quiero comprobar qué tanto sabe. Como un examen. Me habla de ella. No como hermana, como mujer. Historias de nosotros que se quedan en la carretera. El campo es testigo de nuestros momentos felices. La ciudad es otra cosa.

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