No quiero ser pesimista pero después de la muerte anunciada, ya no hay retorno ni salida. Como bien nos lo informaron, los impuestos y todo lo demás ha subido. Apenas regresé de vacacionar, me fui de espaldas con lo que me gasté en el super: quince productos y más de dos mil pesos. Evidentemente ninguno de lujo, sólo lo mínimo indispensable para mantener una casa. ¿Cómo le hace la gente que gana el sueldo mínimo en este país? ¿Cuánto tiempo más tiene que pasar para que realmente la desigualdad social y económica no sea tan abismal? ¿Cuántos civiles más (incluidos periodistas) tienen que morir para que los políticos se pongan de acuerdo y emprendan cambios sustanciales en el estado de derecho? ¿Cuántas generaciones de políticos deben sucederse para que realmente se interesen por los ciudadanos y el país? ¿Cuántos años más se necesitan para que la gente se de cuenta de que la ignorancia y la apatía inhiben las estructuras sociales y promueven el abuso de los gobernantes corruptos?
El 2010 es año de festejos: centenario y bicentario de la Revolución e Independencia mexicana, respectivamente. Varios aseguran que es una fecha histórica para nuevamente promover y generar las condiciones mínimas indispensables, que van más allá de la supesta democracia, para impulsar un cambio en el país. Evidentemente ninguno como el que nos prometió Vicente Fox o su sucesor Felipe Calderón, quienes pasarán a la historia sin gloria y con mucha pena al no tener claridad sobre la política mexicana ni de sus instituciones (específicamente la impuesta por los priistas), para llegar a acuerdos en beneficio de los ciudadanos; por lo que sólo se limitaron a realizar ciertas reformas económicas en perjuicio de las clases sociales más necesitadas.
Hasta hace algunos meses pensaba que una revolución era la opción para salir del paso, ahora digo que no lo es porque el cambio debe ser sustancial, no sólo un paliativo, y tiene que venir con la educación, con el respeto y con la dignidad de la gente, para lo cual se necesita voluntad política que no existe en estos momentos ni en quienes ostentan el poder ni en quienes estamos sometidos por decisiones arbitrarias. Quizá algún día, la esperanza es lo último que muere, llegue alguien que genere el cambio o la sociedad se ponga de acuerdo para promoverlo, exigirlo y hacerlo valer.
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