18.12.15

De Berlín (df) a Barcelona

Empaqué mi vida en cajas. Decidí cortar los hilos y tomar un descanso. Un descanso del país sumido en una gran confusión social donde cada iniciativa es anulada con un bloque de corrupción, aunque entre tanto caos de repente algo sale gracias a la tenacidad de unos cuantos. Un descanso de la universidad que se deja llevar por las inercias y mezquindades comunitarias. Desde mi perspectiva, así no se construye comunidad, pero ese es el camino que decidieron seguir. Un descanso de un "proyecto de vida" que me planteé hace muchos años y que consistía en tener una pareja estable y hacer una pequeña familia. Muchos años insistí en ello y ahora estoy recuperando mi noción de ser. Finalmente, un descanso de esa gran ciudad que se llama df y que día a día te merma el alma sin darte cuenta hasta que estás fuera. Como lo puedo ver, vivir, sentir con pocos días de haber llegado a Barcelona. Lo primero, caminar por la calle sin prisa y con calma (como dice Silvio); lo segundo, andar de noche sin miedo; lo tercero, que me lo ha hecho saber una amiga, la ciudad no te absorbe, no te come viva. 
Llegué con dos maletas llenas de recuerdos, sentimientos y, sobre todo, proyectos profesionales. Una decisión drástica como muchas otras en mi vida, solo que ahora me lo trabajé casi dos años. Dos años que fui planeando el cómo llegar hasta este punto. Una estancia, un nuevo reto (o muchos retos), un país u otro, al final me decidí por una ciudad, ésta, que conozco muy bien y que me ha recibido sin poner resistencia. Una ciudad con su propia lengua y otra historia. Una lengua que me resuena familiar aunque no la hable. Antes de partir sentí que estos dos años fueron la analogía de un entrenamiento previo a una competencia de largo aliento (una que se llama vida). No me malinterpreten, piensen en una competencia como nadar en aguas abiertas donde no hay más que un solo competidor en medio de un océano. No hay ganador ni perdedor, solo un proyecto, llegar al otro lado, con lo que eso implique. Así pues, un día antes de partir sentí que estaba lista, me había preparado, me había encargado de dejar todo en orden, y había cerrando ciclos afectivos. Volé con la certeza y seguridad que necesita un atleta para conseguir su meta, pero sin la esperanza que carcome la conciencia. Lo que suceda de aquí en adelante ya es parte de mi propio acontecimiento. Un devenir y una huella.

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