3.12.15

De bibliotecas

Cuando me mudé a este piso que estoy por dejar, ahora con más conciencia, que cuando dejé el otro, pensé en que no cargaría nuevamente con los libros. Y así lo haré. Un cuarto de mi biblioteca lo doné a la universidad, lo que se refiere a migración y fronteras. Dos cuartos de mi biblioteca, toda la literatura, lo vendí a una librería de viejos, y con lo que me dieron compré un kindle, que entiendo le caben más textos que los que puedo ir acumulando cada vez que me cambie de casa. El otro cuarto, los libros de filosofía, decidí conservarlos, más por un asunto del fetichismo académico que por ganas de cargar. 
Hace unos años me enorgullecía ver mi biblioteca acomodanda por género y en orden alfabético, mucho tiempo libre para tenerla impecable, con el paso de los años, pero sobre todo con las mudanzas, fui dejando de comprar libros. Hoy soy muy feliz con el kindle, aunque reconozco que éste nunca sustituirá a los libros, y por eso decidí, escuchando a la nostalgia, escoger diez; una tarea no muy complicada cuando es superior la obsesión de viajar ligera:

Herta Müller: todo lo que tengo lo llevo conmigo;
Paul Bowles: el cielo protector;
Jane Bowles: dos damas muy serias;
Fernando Pessoa: libro del desasosiego;
Huaruki Murakami: what i talk about when I talk about running;
Raymond Carver: what we talk about when we talk about love.
Xhevdet Bajraj: el tamaño del dolor;
Sei Shonagon: el libro de la almohada;
Ho Xuan Huong: perfume primaveral;
Jorge Luis Borges: siete noches;
Thomas Mann: la muerte en Venecia.

Ahora, mi biblioteca se reduce a eso, diez libros y un kindle. ¿Se necesita más?

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