30.3.16

#278

Llega la calma después del subidón del hormonazo que anuncia la regla. Días de incomodidad conmigo misma se esfuman en un suspiro. Días de encierro buscando la paz entre cuatro paredes y muchas lecturas simultáneas que me lleven al eslabón que mi mente se imagina pero que aún no tiene concepto, significado, palabra. Me topo con tres libros que leo al mismo tiempo, los tres eslabones perdidos de mi investigación, los leo indistintamente, confundo sus voces, traduzco mis pensamientos en una estructura narrativa. [Dudo. Siempre dudo. Pienso en lo mediocres que somos en un mundo globalizado. Y en lo complicado que es vencer nuestros propios demonios para no ceder a la vorágine de la ignominia de nuestras sociedades conservadoras. Principalmente quienes hemos decidido ser-otros. Andróginos. Homosexuales. Asexuales.] La calma siempre viene acompañada de un gran placer, el genio de la creatividad. Ese genio que no necesariamente sale de la lámpara pero está ahí, esperando, ansioso de ponerse ante un teclado y escribir, escribir hasta saciar el impulso. Lo demás es disciplina. Rutina. El quehacer de la escritura. Un quehacer solitario.

27.3.16

#277

La dicha de la vida se da cuando caminas en el montaña junto a una amiga y te imaginas la escena cuarenta años después. Solo habrán pasado los años. Las conversaciones serán las de siempre. Nuestras creaciones. Ayer caminábamos juntas y cada una hablaba de sus proyectos, ella de sus libros de arte, yo de las novelas por escribir. Nos contábamos los detalles, nos dábamos pistas, nos interesábamos en lo que cada una decía sin perder de vista el camino, haciendo pausas, observando la naturaleza. Pensamos en el éxito y sin duda ambicionamos con él, aunque no tenerlo en el sentido occidentalizado tampoco es una limítate para seguir creando porque es lo único que sabemos hacer para vivir, no sólo en sentido material, también espiritual. La dicha de la vida viene acompañada de un horizonte de creatividad compartida. Y de largos paseos cómplices.

25.3.16

#276

Vivir es como hacer arroz blanco con hambre: o lo pones a fuego lento y esperas hasta que esté en su punto o se bate y se pega si intentas acelerar la cocción.

#275

El tiempo de otros no es el mío.Casi siempre voy de retraso. Crecí como un animal a la deriva, sin saber qué hacer la mayor parte del tiempo. Incluso ahora antes de actuar, observo. Observo lo que hace quien está delante de mí. No aprendí a preguntar ni a decidirme por mí misma. Muchas veces solo huía. Huía de tener que tomar un camino sin estar segura. Lo único claro en mi vida es aquello que no quiero hacer ni ser. Y por ello recorrí el camino largo para llegar aquí. Para ser libre. Me convertí en una especie de ser andrógino, no sólo en el plano sexual, también emocional. No me gustan las etiquetas ni las imposiciones binómicas. Si no eres esto tienes que ser aquello, pues no soy ni esto ni aquello. ¿Qué soy? Me pregunto a ratos y miro al techo. Tengo cuarenta y un años y voy de retraso, para qué, no lo sé. Tampoco importa, solo observo. 







#274

De repente llegó la inspiración y decidí que la redacción de mi investigación sabática, postergada para mi vuelta a México, la empezaría a escribir de ya (hace tres días). Pero la inspiración no llega sola, o más bien con la inspiración es mejor estar a solas. Es decir, cerrar con llave la puerta, abrir las ventanas, abastecer el refrigerador, especialmente con cervezas y café. Comprar lo suficientes productos dulces, ya sea fruta o galletas, para el descanso. Un stock de literatura de ficción y una conexión de dudosa procedencia de pelis online (netflix-España es lo peor porque todas las películas o series, de por sí malas muchas de ellas, están dobladas) para antes de dormir. Cerrar las redes sociales para no tener pretextos ni distracciones, esconder el celular, en mi caso nos es necesario porque hace tanto que nadie llama que se me ha olvidado cómo suena. Bañarse no es necesario, incluso es mejor si escribo todo el día en pijama. Hacer un poco de ejercicio es recomendable, no sólo por la espalda, también para oxigenar el cerebro. Afortunadamente aquí hay una terraza enorme que me permite salir a tomar el café después de la comida y así evito las aglomeraciones de las vacaciones. Barcelona ya se llenó de turistas y estos días de fiesta no abren los locales del barrio. En fin, para escribir hay que tener espíritu de encierro y evitar a toda costa que la ansiedad manipule tus inseguridades. Ayer pensaba que escribir para una misma es de los grandes placeres de la vida. Y entrar en estado de escritura es al mismo tiempo una meditación profunda. Que más da si la vida se me escapa en un suspiro cuando puedo reducirla a una palabra.