De repente llegó la inspiración y decidí que la redacción de mi investigación sabática, postergada para mi vuelta a México, la empezaría a escribir de ya (hace tres días). Pero la inspiración no llega sola, o más bien con la inspiración es mejor estar a solas. Es decir, cerrar con llave la puerta, abrir las ventanas, abastecer el refrigerador, especialmente con cervezas y café. Comprar lo suficientes productos dulces, ya sea fruta o galletas, para el descanso. Un stock de literatura de ficción y una conexión de dudosa procedencia de pelis online (netflix-España es lo peor porque todas las películas o series, de por sí malas muchas de ellas, están dobladas) para antes de dormir. Cerrar las redes sociales para no tener pretextos ni distracciones, esconder el celular, en mi caso nos es necesario porque hace tanto que nadie llama que se me ha olvidado cómo suena. Bañarse no es necesario, incluso es mejor si escribo todo el día en pijama. Hacer un poco de ejercicio es recomendable, no sólo por la espalda, también para oxigenar el cerebro. Afortunadamente aquí hay una terraza enorme que me permite salir a tomar el café después de la comida y así evito las aglomeraciones de las vacaciones. Barcelona ya se llenó de turistas y estos días de fiesta no abren los locales del barrio. En fin, para escribir hay que tener espíritu de encierro y evitar a toda costa que la ansiedad manipule tus inseguridades. Ayer pensaba que escribir para una misma es de los grandes placeres de la vida. Y entrar en estado de escritura es al mismo tiempo una meditación profunda. Que más da si la vida se me escapa en un suspiro cuando puedo reducirla a una palabra.
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