21.3.16

#273

Caminamos largamente por el sendero de los encuentros, cada uno seducido por la ceremonia de equinoccio en donde dejamos nuestras afecciones para conquistar nuestros afectos. En silencio nos decíamos con la mirada lo que en palabras nunca hubiéramos reconocido. El placer de las personas que en en medio de la nada celebramos una nueva primavera. Sin conocer nuestros nombres nos contamos nuestras vidas con la certeza de no volvernos a encontrar. Así es más fácil abrir nuestros corazones porque quien escucha no juzga solo escucha. Intercambiamos nuestra intimidad en todos los niveles. Esperas largas sin decirnos nada. No era necesario decirnos nada. Lo mejor estaba por venir. Una lectura de nuestra signo elaborado en número, una metodología que no viene a cuenta explicar, que con una imagen-sin-imagen nos describiría el momento de cada quien. Sentados alrededor de la mesa escuchando lo que cada uno tenía que decir, decir de sí mismo, decirse a sí mismo. Una interpretación. La mesa estaba puesta después de transgredir nuestras fronteras internas. Venga dime lo que quiero escuchar o dime lo que el destino quiere que escuche. Pensé después de entender en dónde estaba sentada. ¿Un performance? Quizá. Mi performance, el que la noche anterior había pedido realizar. Dejar los prejuicios en la hoguera y avanzar con el abrazo y el acompañamiento de los seres que aman y se aman a sí mismos.

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