No hay coerción humana más vil que el miedo de perder ni más deleznable que la ambición. Ambas se sintieron ayer. Miedo de la gente de a pie que decide no decir, esperar, observar desde su casa y asumir que nada pasa. Ambición de los que gobiernan y ambición de los que se dejan acarrear por 300 pesos. Hambrientos todos: los primeros de libertad, los segundos de espíritu. Así es nuestra sociedad y la sociedad en el resto del mundo. Cuántas vejaciones, desencuentros, abusos, violaciones es capaz de soportar un pueblo?
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Ayer un rayito de luz dejó ver una esperanza en mi camino. Ayer el monumento a la revolución estaba lleno de los que marchan / marchamos por un mejor país. Quise reivindicar a mis ancestros con la lucha solidaria, pero mi lucha también es la palabra.
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