22.1.16
#231
Volví a la dieta de la cerveza. Dos o más al día. Siempre después del medio día. Nunca antes. El vermut no me gusta. El tinto no se me antoja, salvo en ciertas comidas. El gintonic solo para ocasiones especiales, casi siempre por la noche y para andar de chula. El tequila no lo encuentras (a menos que sea cuervo). El ron nunca me ha gustado, le tengo respeto a los que son de caña, prefiero la malta. Quiero probar con el whisky (porque me encanta Jessica Jones), pero como soy de presión baja, me da temor quedarme dormida o pasar un mal rato. Tampoco me gusta emborracharme, bebo por placer, por gusto, por la dieta.
#230
Quiero ser políglota
Conocer varias lenguas
Pero no sé por dónde empezar
Si con los besos
O con el habla.
#229
Voy de retraso... Retraso de la escritura. La regla casi siempre llega a su tiempo, aunque este mes se adelantó. Quiero pensar que fue por tanto cambio: de casa, de país, de trabajo, de actividad física (dígase ejercicio)... De estado civil no, ese lo mantengo desde hace un año y poco más. El retraso se debe a mi voracidad, quiero hacer todo: leer, escribir, escuchar, conocer gente, ver series... Aquí te da tiempo de eso y más. Así es cuando migras, te reinventas la rutina. Todavía no entiendo porqué pues en México no saldría de mi casa ni iría al museo ni vería un documental, no iría a una conferencia. Todo el mismo día, y, con tiempo de sobrar para pasarme por casa para leer a Auden (hace años que no leo poesía). Así es migrar. Buscarse la vida. Inventarse los días. Aprender a escuchar los fantasmas y a vivir con los demonios. Un aprendizaje constante. Voy de retraso porque al final del día puede más el cansancio que la necesidad de escribir. El tiempo de la escritura al migrar es asincrónico. Como también el deseo de estar en casa. Cuando me asalta la angustia, escribo. Cuando se apacigua la nostalgia, estoy. Voy de retraso, pero tampoco hay prisa.
21.1.16
#228
Lo más cerca que he estado últimamente de una relación es en mis clases de yoga. De vez en vez me tocan, respiran a mi lado, caminan cerca... Sudo. Hiperventilo. Nos despedimos... No les tengo que decir que prefiero dormir sola... Quién iba a decir que a cierta edad disfruto la yoga por la tarde.
#227
Aparecí en la biblioteca. Busqué la más cercana a mi casa y encontré un lugar hermoso: Biblioteca Publica Episcopal del Seminari Conciliar de Barcelona. Que, entre otras, hospeda a la Facultad de Filosofía de Cataluña. Un edificio del siglo XIX, de techos muy altos, puertas de madera, patios centrales de los que se asoman las palmeras al voltear por los grandes ventanales que iluminan la biblioteca. Silencio en cuanto entras. Silencio fetichista de quienes quieren terminar algo, una idea, un texto, un ejerció de traducción. A diferencia de los cafés de autoservicio que funcionan como despacho u oficina hipster, en la biblioteca, que no ha dejado de estar de moda, hay calma. Tomé el asiento vacío, de frente al gran ventanal y con los libros de filosofía a la espalda. En realidad no iba a consultar nada, solo quería un lugar cómodo y caliente para estar, estar conmigo, estar con Derrida.
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